Las gitanas, Thomas Kent Pelham (c.1831–1907)

El Acertijo, cuento Gitano

Sabiduría
Cuentos con Sabiduría

En aquellos días había un hombre rico y su esposa que tenían un hijo a quien querían mucho. El hijo fue a la escuela a conocer todo cuanto había en el mundo, y aprendió mucho. Un día se levantó, tomó cuatro o cinco bolsas de dinero, marchó y aquí, allí lo desperdició. A la mañana siguiente se levantó de nuevo temprano y fue donde su padre.

—Dame más dinero.

Y cogió más dinero, se levantó y se fue; por la noche lo había gastado.

Y así, un día y otro, poco a poco fue gastando todo el dinero de sus padres. Hasta que un día se levantó y dijo a sus padres:

—Quiero algo de dinero.

—Hija, no queda dinero. ¿Quieres las cacerolas? Tómalos, ve, véndelos y come algo.

El hijo tomó las cacerolas, las venció y en uno o dos días también se gastó el dinero que consiguió.

—Quiero algo de dinero.

—Hijo mío, no tenemos dinero. Toma la ropa, ve y véndela.

En uno o dos días había gastado ese dinero. Y se levantó nuevamente y fue donde su padre:

—Quiero algo de dinero.

—Hijo mío, no nos queda dinero. Si quieres, vende la casa.

El muchacho tomó y vendió la casa. En un mes había gastado el dinero; no quedó dinero.

—Padre, quiero algo de dinero.

—Hijo mío, no nos quedan riquezas, ni casa. Si quieres, llévanos al mercado de esclavos y véndenos.

El muchacho los tomó y los llevó al mercado para venderlos. Su madre y su padre dijeron:

—Venid por aquí para que podáís vernos.

El rey vio al matrimonio y compró a la madre y al padre.

Con el dinero que le dieron por su madre el muchacho se compró ropa nueva, y con el dinero para su padre consiguió un caballo y marchó con él.

Los padres, sirviendo en el palacio, al ver que el hijo no fue a verlos lloraron por él. Los demás siervos fueron donde el rey y se lo contaron:

—Aquellos a quienes compraste lloran en voz alta.

—Traedlos ante mí —dijo el rey.

—Por qué lloráis — preguntó el rey.

—Tuvimos un hijo, le dimos todo cuanto pudimos, y ahora lloramos por él.

—¿Quiénes sois entonces?— preguntó el rey.

—Antes no éramos así, mi rey. Nosotros éramos una familia afortunada. Cuando nuestro hijo creció gastó todo cuanto teníamos, y cuando no quedaba nada, nuestro hijo nos vendió y lloramos porque ni si quiera viene a vernos.

Mientras hablaban con el rey, llegó el muchacho para ver a sus padres.

El rey, al ver al ingrato joven, escribió una carta, la selló y se la entregó en su mano. Le dijo:

—Lleva esta carta a tal o cual lugar. Pero no rompas el sello real.

En la carta, el rey había escrito:

“Al muchacho que lleva esta carta, córtale el cuello en cuanto leas esto”.

El muchacho se vistió con sus ropas nuevas, montó en su caballo nuevo, se guardó la carta en el pecho sin saber lo que contenía y emprendió el camino. Avanzó un largo camino y se estaba muriendo de sed cuando vio un pozo. ‘¿Cómo voy a conseguir agua para beber? Amarraré esta carta, la meteré en el pozo y me humedeceré un poco la boca con ella. Entonces amarró la carta a la soga del pozo y la bajó. Cuando la sacó se metió la carta en la boca para refrescarse y se preguntó:

—Veamos qué contiene esta carta. — Leyó lo que contenía:

“En el momento en que entregue la carta, córtele el cuello”.

En el momento de leer la carta, el muchacho se quedó allí paralizado. Cuando se recuperó, siguió su camino adelante.

Más adelante, en cierto lugar vivía la hija de un rey. Y le dijeron que quien lanzara un acertijo que la princesa no pudiera resolver, se casaría con ella, pero si ella adivinaba el acertijo, le cortaban la cabeza al pretendiente. Cuando el joven escuchó esto, quiso probar suerte para casarse con la doncella.

Fue al palacio del rey.

—¿A qué vienes, muchacho?

—Deseo hablar cono la hija del rey y proponerle matrimonio.

—Habla con ella y proponle tu enigma. Si adivina tu enigma, te cortará la cabeza; y si no puede, conseguirás a la doncella.

—Para eso he venido.

Se sentó frente a la doncella. La doncella dijo:

—Cuenta tu acertijo.

El muchacho dijo:

—A mi madre la usé, a mi padre lo monté, y desde mi muerte bebí agua.

La doncella buscó en su libro y no pudo encontrar ninguna respuesta.

—Concédeme un respiro de tres días para responder tu enigma.

—Te lo concedo—, dijo el muchacho. El muchacho se levantó, fue a una posada y allí se fue a descansar esperando los tres días.

Mientras, la doncella vio que no podía descubrirlo, entonces construyó un pasaje subterráneo hasta el lugar donde dormía el muchacho. A medianoche la doncella se levantó, atravesó el pasaje, se acercó al joven y lo tomó en sus brazos.

—Yo soy tuya, tú eres mío, sólo dime el acertijo.

—No es probable que deba decírtelo. Desnúdate—, dijo el muchacho a la doncella. La doncella se desnudó. El joven aprovechó y escondió la ropa de la princesa.

—Ahora cuéntamelo.

Y el joven se lo contó.

Luego la doncella se fue a vestir, pero al no encontrar la ropa, tubo que ponerse el sark del muchacho, y el muchacho, más tarde, se puso la ropa de la doncella.

Luego la princesa aplaudió, llegaron sus sirvientes y se la llevaron.

En el amanecer llamaron al muchacho, quien montó en su caballo y se dirigió al palacio. Todo el que lo veía pasar pensaba:

—Qué lastima, lo matarán.

Pero el avanzó confiado y se puso frente a frente con el rey.

—Mi hija ha adivinado tu acertijo—, dijo el rey.

—¿Cómo lo adivinó, mi rey? Por la noche, mientras dormía, un pájaro se acercó a mi pecho. Lo pesqué, lo maté, lo cociné. Justo cuando iba a comérmelo, se fue volando.

El rey dijo:

—Mátenlo; está divagando.

—No estoy divagando, mi rey. Le dije a tu hija el acertijo. Tu hija hizo hacer un pasadizo subterráneo, y vino hasta donde yo dormía, vino a mis brazos, para sonsacarme la respuesta. La cogí, la desnudé, la abracé y le conté el enigma. Ella aplaudió; sus sirvientes vinieron y se la llevaron. Y si no lo creen, yo llevo su sark y ella el mío.

El rey vio que era verdad y no quedó más remedio que permitir que se casaran.

Cuarenta días y cuarenta noches duró la ceremonia y los festejos. Después, el joven tomó a la doncella y fue a rescatar a su padre y a su madre.

Cuento gitano, de la región de Turquía, recopilado por  Francis Hindes Groome, traducción libre de Altaïr

Francis Hindes Groome

Francis Hindes Groome (1851 – 1902) fue un escritor y comentarista británico.

Destacó su trabajo sobre el folclore de la cultura romaní.

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