Vodyanoi es un diablo marino en la mitología eslava. Es el más peligroso y malévolo de los espíritus marinos. Gobierna sobre todos los peces y decide el destino de pescadores, marineros y bañistas.
Mora en el lecho de los ríos, en pantanos y lagos perdidos. Le encantan las corrientes que generan los molinos.
Vodyanoi es un anciano con un rostro inflado y gran barriga. Tiene larga barba. A veces se le describe con cola de pez y el pelo verde, como si fueran algas. Puede cambiar de forma, transformándose en pez, o en algunos objetos que aprovecha para atacar a los pescadores.
Le gusta asustar y causar terror. También secuestra mujeres jóvenes y las lleva a su cueva.
Durante el día, no se le suele ver, pues habita en las profundidades marinas, pero en cuanto se hace de noche, sale a la superficie. Incluso puede llegar a salir a tierra firme, y deja un rastro de extrañas pisadas húmedas a su paso.
Tiene grandes batallas con espíritus del viento, de la tierra y de los bosques, y se puede escuchar el ruido de estas luchas.
Cuenta una leyenda que un pescador, entre sus redes, encontró un cadáver, cuando lo desenmarañó de la red de pesca, el cadáver cobró vida, el pescador casi se muere del susto. Era Vodyanoi disfrazado de hombre muerto. Y acto seguido se lanzó riéndose al mar.
En las leyendas, siempre avisan de no bañarse tras la puesta del sol, o en las fiestas del profeta Elijah.
Hasta hace cien años, los pescadores y los aldeanos solían hacer ofrendas y sacrificios al inicio de la primavera a Vodyanoi para suavizar su furia.
Mitología eslava
Los cuentos populares, las leyendas, las fábulas, la mitología…, son del pueblo.
Son narraciones que se han mantenidos vivas transmitiéndose oralmente, por las mismas personas del pueblo. Por ello no tienen dueño, sino que pertenecen a las gentes, a la folclore, a las distintas culturas, a todos.
En algún momento, alguien las escribe y las registra, a veces transformándolas, a veces las mantiene intactas, hasta ese momento, son voces, palabras, consejos, cosas que «decía mi abuelo que le contaba su madre…»