estatua de Viriato

Viriato

Leyenda
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Uno de los héroes de España de la época de la invasión de Roma, fue Viriato.

Un día, un noble romano, Galba, pretor romano (comandante y magistrado) de Hispania ulterior (zona sureste de la Andalucía actual) se internó en territorio lusitano para saquear y guerrear contra ellos.

Los romanos habían dominado las zonas más prósperas de la península, y el resto, Lusitania, quedaba hundido en la miseria, en regiones poco fértiles, secas. Poco a poco los lusitanos cogieron fama de indigentes, pobres y bandoleros.

Galba fue poco a poco arrasando Lusitania, y aunque muchos lusitanos intentaron detenerle, o pedir a Roma que se renovara el tratado, Galva hizo lo que quiso. Finalmente les convenció de un trato. Galva aseguró a los lusitanos que les daría tierras fértiles y les separó en tres grupos para conducirlos a distintas partes.

Cuando llegaban los lusitanos a los muros de las nuevas ciudades, les decían que allí estarían sus nuevos hogares, que podían dejar a un lado sus armas, y nada más hacerlo, cuando entraban, los soldados romanos se lanzaban con furia contra los engañados lusitanos y les mataban sin piedad, hombres, mujeres y niños morían al mismo tiempo.

De todos los lusitanos que hizo esto, sólo unos pocos escaparon, y uno de ellos fue Viriato.

Viriato fue un pastor, aprendió cazar y a vivir en el monte. Luego se hizo bandolero, algo que se confundía con rebelde.

Según los romanos dominaban más zonas en la península, más bandas de bandoleros, que sobretodo saqueaban a los soldados, aparecían y se organizaban.

Una de estas bandas, en las que se encontraba Viriato, contaba con unos diez mil hombres.

Se enfrentaron a Vetilio en la sierra de Ronda, quien hizo lo mismo, les aseguró tierras si deponían las armas, y como todo lo que los lusitanos querían era tierras fértiles, lo normal era aceptar este trato, pero Viriato, tras su experiencia con Galva y conocía perfectamente la estrategia, alertó a sus compañeros de la mentira, les pidió que no creyesen su palabra. Los lusitanos no se rindieron, formaron una línea de batalla, y los romanos, sin estar preparados pues siempre habían visto el comportamiento contrario, quedaron atónitos cuando vieron a los lusitanos marchar contra ellos con rabia.

Los romanos huyeron sin contemplación.

El general Vetilio no sabía a quien perseguir, si a sus hombres o a los lusitanos. Viriato, con mil jinetes que le siguieron sin dudar, trotaron golpeando a los dispersos soldados romanos, mientras otros jinetes lusitanos corrían tras los soldados que habían huido.

Viriato se convirtió ese día en jefe de la resistencia lusitana a la invasión romana.

Se le consideraba un hombre noble, sincero y cercano. Muy inteligente y con gran disciplina. Se cuenta que nadie desertó jamás de su mando. Y los mismos romanos le envidiaban como hombre y como soldado.

Cuentan que dormía muy poco y que comía frugalmente. Su cuerpo era fuerte como un hombre de monte, y era capaz de aguantar las temperaturas extremas, la sed, el frío, el hambre y cualquier privación.

Se le describe también como una persona que no tenía ni ambicionaba ninguna posesión personal, pues consideraba que nada puede poseerse.

Cuentan que cuando se casó, llegó a casa de la novia con sus hombres, y al ver las mesas repletas de manjares sobre platos de oro y plata, cogió un poco de pan y carne y la repartió entre sus compañeros. Luego el comió un poco, luego pidió que le trajeran a la novia, hicieron un sacrificio tradicional a los dioses, la puso sobre su caballo y marchó a la sierra con ella.

Su carencia de necesidades, él mismo la consideraba su mayor riqueza. Hablaba muy poco, pero siempre acertado y con gran ingenio. Una cita de Vitiato, dirigiéndose a los ciudadanos de Tucci (hoy Martos, Jaén), quienes según les convenía se ponían en un bando u otro:

Erase una vez un hombre, ya maduro, que se casó con dos mujeres, una joven y otra más vieja que él. Para hacerle más parecido a ella, la joven le arrancaba los pelos canos, mientras que la vieja, con igual intención, le arrancaba los otros, de modo que en poco tiempo lo dejaron calvo. Eso es lo que os va a pasar a vosotros, que, entre los que matamos nosotros y matan los romanos, cada vez que cambiáis de campo, no vais a quedar ninguno.

Venció incontables veces a los romanos, con fiereza y de forma implacable.

Sus guerreros, con gran sentimiento de unión, de fe y libertad, le seguían y con furia lograban las batallas.

Un general romano tubo que firmar un tratado reconociendo la soberanía lusitana, declarando a Viriato amigo de Roma. En aquel tratado, Hispania se puso como un pueblo independiente, y estaban a la altura de roma.

El senado romano ordenó finalmente a Cepión que rompiera el tratado y acabara como fuese con Viriato.

Para lograr ganar, Cepión pidió un nuevo tratado para establecer la paz permanente. Viriato envió a Audax, Ditalcón y Minuro, quienes fueron recibidos por Cepión, y sobornados para matar a Viriato.

Al amanecer todos encontraron a Viriato muerto. El dolor y la noticia se difundió por toda Hispania. Cuando sus hombres fueron a buscar a los asesinos, vieron que habían huido a Roma.

A Viriato se le realizó un rito fúnebre en la tradición ibérica. Se incendió la pira con su cuerpo, se sacrificaron muchas almas. Finalmente, doscientas parejas de fieles guerreros se batieron a muerte delante de su tumba.

Los tres negociadores volvieron a la tienda de Viriato mientras este dormía. El estaba vestido, con la armadura puesta, pero en el momento que quedó dormido, le clavaron sus puñales en el cuello.

Regresaron con Cepión a pedir la recompensa. Cepión les envió a Roma, y cuando llegaron, les dijeron:

—Roma no paga a traidores.

La muerte de Viriato
La muerte de Viriato

Leyenda histórica de España

Altaïr

Altaïr, escritora, música y creadora del proyecto conmoraleja.com, kailashmagazine.com

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