duendes

La ciudad de los duendes

Cuentos de terror
Cuentos de terror

Hace mucho, mucho tiempo, en la isla de Ceilán, había una gran ciudad llena con nada más que duendes. Además, todas ellas eran duendes mujer; y si querían maridos, se apoderaban de los viajeros y los obligaban a casarse; y después, cuando se cansaban de sus maridos, se los comían.

Un día, un barco naufragó en la costa cerca de la ciudad de los duendes y quinientos marineros fueron arrojados a tierra. Las duendes bajaron a la orilla del mar, trajeron comida y ropa seca para los marineros y los invitaron a entrar en su ciudad. No había nadie más allí; Pero por temor a que los marineros se espantaran, las duendes, con su poder mágico, hicieron aparecer figuras humanas por todas partes, de modo que parecía haber hombres arando los campos, o pastores cuidando sus ovejas, y cazadores con perros, y todos los lugares de interés de la tranquila vida rural. Entonces, cuando los marineros miraron a su alrededor y vieron todo tal cual estaban acostumbrados a ver, se sintieron bastante seguros; aunque, como sabes, todo fue era farsa.

Finalmente persuadieron a los marineros para que se casaran con ellas, diciéndoles que sus propios maridos se habían hecho a la mar en un barco y que habían estado fuera durante tres años, de modo que debieron haberse ahogado y se habrían perdido para siempre. Pero en realidad, como sabes, los anteriores esposos les habían servido de igual manera, y su último grupo de maridos estaba entonces en prisión, esperando ser devorados.

En mitad de la noche, cuando todos los hombres dormían, las duendes se levantaron, se pusieron sus sombreros y bajaron apresuradamente a la prisión; allí mataron a unos cuantos hombres, les mordieron la carne y se los comieron. Después de esto volvieron a sus casas.

Sucedió que el capitán de los marineros se despertó antes de que su nueva esposa duende llegara a casa, y al no verla allí, se quedó observando. Poco a poco ella entró y fingió estar dormido mientras miraba por el rabillo del ojo. Ella seguía masticando y masticando, y mientras masticaba murmuró:

“Carne de hombre, carne de hombre,
¡Eso es lo que les gusta comer a los Goblins!»

Lo dijo una y otra vez, luego se acostó; y pronto estaba roncando ruidosamente.

El capitán quedó terriblemente asustado al descubrir que se había casado con una duende. ¿Qué iba a hacer? No podían luchar contra los duendes y él y todos los marineros, estaban en manos de las duendes. Si tuvieran un barco, podrían marcharse, porque los duendes odian el agua más que un gato; pero su barco había desaparecido. No se le ocurría nada que pudieran hacer.

Sin embargo, a la mañana siguiente encontró la oportunidad de contarles a sus compañeros lo que había descubierto. Algunos le creyeron y otros dijeron que debía haber estado soñando; estaban seguros de que sus esposas no harían tal cosa.

Quienes le creyeron acordaron que buscarían una oportunidad de escapar.

Pero había un hada amable que odiaba a esas Duendes; y ella decidió salvar a los hombres. Entonces le dijo a su caballo volador que fuera y se los llevara. Y así fue, mientras los hombres salían a caminar al día siguiente, el capitán vio en el aire un hermoso caballo con grandes alas blancas y doradas. El caballo bajó revoloteando y se quedó flotando justo encima de ellos, gritando con voz humana:

“¿Quién quiere volver a casa? ¿Quién quiere volver a casa? ¿Quién quiere volver a casa?

—¡Yo quiero! ¡Yo quiero!— Gritaron los marineros.

—¡Subid entonces!— dijo el caballo, dejándose caer a su alcance. Entonces uno subió, y luego otro, y otro; y, aunque el caballo no parecía más grande que cualquier otro caballo, había espacio para todos en su lomo. Creo que de alguna manera, cuando se levantaron, el hada los hizo encogerse hasta que no fueron más grandes que un montón de hormigas, y así hubo mucho espacio para todos. Cuando todos los que querían ir se subieron a su lomo, el hermoso caballo se fue volando y los llevó sanos y salvos a casa.

En cuanto a los que se quedaron atrás, esa misma noche las duendes se lanzaron sobre ellos, los destrozaron y los comieron hasta convertirlos en picadillo.

Cuento de la India, inspirado en un Jataka budista, recopilado y adaptado por W. H. D. Rouse, en The Giant Crab, and Other Tales from Old India, 1897. Autor: W. H. D. Rouse, Ilustrador: W. Heath Robinson

Los cuentos Jataka de las cuevas de Ajanta, son breves relatos budistas, algunos de más de 2.000 años de antigüedad, que a través de historias, fábulas y cuentos maravillosos, buscan trasmitir enseñanzas y sabiduría budista.
Los cuentos se presentan como reencarnaciones de Buda previas a su vida de Siddharta Gautama, y suelen estar protagonizadas por él o sus discípulos.
También aparecen relatos de animales con gran sabiduría y enseñanzas.

Los jatakas que aparecen en el tripitaka, o textos budistas sagrados, son historias atribuidas a Buda y sus discípulas.
Los jatacas no canónicos, normalmente fábulas de animales, son cuentos folclóricos previos al budismo, que han sufrido algunas modificaciones o cuyos protagonistas se han identificado como maestros budistas.

En su origen, estos cuentos aparecen trascritos en sánscrito, por lo que es difícil la traducción literal, pero existen múltiples traducciones, adaptaciones para distintas edades e interpretaciones que hacen que estas narraciones sean más accesibles.

William Henry Denham (W. H. D.) Rouse (1863-1950) fue un profesor británico nacido en Calcuta (India), que creo e impulsó un método de enseñanza de latín y griego clásico, dedicando gran parte de su vida a la difusión de este método de enseñanza.
Publicó sus propios trabajos y tradujo importantes obras del latín y griego clásico, como la Ïliada (1938), la Odisea (1937) o los Diálogos de Platón (1956), entre otros.

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