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La Ballena Mascota

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Cuentos con Sabiduría

En la antigüedad vivía un príncipe llamado Tini, que era el señor de todos los peces del océano y podía obligarlos a realizar cualquier acción que ordenara. Cerca de su casa en la Isla Sagrada tenía grandes estanques de peces, en los que se criaban los jóvenes que, cuando crecieran, habitarían en las profundidades del mar.

Tan hermosas y tranquilas eran estas grandes piscinas donde se criaban los peces pequeños, que fueron llamadas «Los espejos de Tini».

El príncipe tenía una hermosa esposa, que se llamaba Hina, y juntos tuvieron un hijo.

Poco después de que naciera el niño, Rupe, el tío del niño, se llevó a él y a su madre y los tres se fueron a vivir a un país lejano.

Cuando el niño creció, Tini fue en busca de su esposa y su hijo, y al llegar cerca del pueblo en el que vivían, vio a unos niños jugando entre los juncos. Los llamó para preguntarles el camino y observó que uno de ellos llevaba alrededor del cuello una bolsita llena de musgo perfumado. Esta bolsa se la había dado Tini a Hina años antes, por lo que Tini supo de inmediato que este niño debía ser su hijo. Tomando al niño de la mano, el Señor de los Peces subió al pueblo, y fue recibido como un gran jefe, pero el pueblo padecía hambre y no tenía qué ofrecer a su huésped.

Entonces Tini les ordenó a todos que permanecieran dentro de sus casas y mantuvieran las puertas bien cerradas. Las gentes aceptaron, y cuando estuvieron en sus casa, Tini recitó un hechizo. Se oyó un ruido como de viento que soplaba, y esto continuó durante mucho tiempo.

Luego, cuando a la gente se le permitió salir, encontraron los almacenes y las despensas con montones de peces, y todo el suelo igual, como si hubiera caído una lluvia de peces como respuesta al hechizo de Tini.

Luego Tini, con su esposa y su hijo, regresaron a casa.

El niño no había pasado por las ceremonias necesarias en el nacimiento y reconocimiento del hijo de un noble, por lo que Tini insistió a un gran sacerdote llamado Kae a que les acompañara en su viaje de regreso.

Al día siguiente de su llegada, Tini envió mensajeros a todas partes para convocar a sus vasallos y al pueblo a presenciar la ceremonia, y todo el pueblo se reunió.

Le cantaron canciones mágicas al niño, lo rociaron con agua y le plantaron la rama sagrada, para que creciera hasta convertirse en un árbol, como corresponde al rango de una persona ilustre. Cuando se realizaron todos los ritos, la gente se dispersó a sus hogares y Kae también deseó regresar a su propio lugar. Tini ordenó que se preparara una canoa grande, con asistentes adecuados, pero Kae no estaba dispuesto a viajar de esta manera y le dijo al Señor de los Peces:

—¿Dónde está esa ballena mascota en la que viajas?

Tini dijo:

—Esa es mi valiosa propiedad. No puedes tenerla porque podría lastimarte.

Kae respondió:

—Tendré mucho cuidado si me lo prestas. Prometo que no saldré lastimado.

Tini, después de mucha persuasión, accedió a prestarle su mascota, a la que llamaba Tutu.

Tini le dijo a Kae que cuando llegara cerca de la orilla de su propia tierra y sintiera que el animal se sacudía un poco, entonces sabría que el agua era muy poco profunda y que debía bajarse e ir a la orilla, de lo contrario la ballena moriría. Kae prometió observar cuidadosamente la precaución, se despidió de Tini y emprendió su viaje.

El mago y la ballena cruzaron sanos y salvos el mar hasta llegar cerca de la orilla donde se encontraba la aldea de Kae, y Tutu se sacudió muchas veces en señal de que el viaje había terminado, pero el viejo y malvado sacerdote no quiso librarse. Se sentó allí y se hizo lo más pesado que pudo mediante hechizos, presionando a la ballena contra el fondo poco profundo, y mientras la ballena se retorcía de dolor, sus espiráculos se ahogaron con arena y su cuerpo fue cortado con las rocas afiladas, hasta que murió.

Luego Kae se bajó y desembarcó.

Él y su gente arrastraron el cuerpo de la ballena hasta la playa, encendieron grandes hogueras y construyeron hornos llenos de hojas fragantes, en las que cocinaron partes de la carne de la ballena y se dieron un festín con ellas.

Tini esperó mucho tiempo el regreso de su mascota, pero no llegó ninguna señal de ella.

Un día, el viento sopló directamente desde el país de Kae hacia la Isla Sagrada, y Tini dijo a su gente:

—El viento me trae el olor de carne asada, es la carne de Tutu.

Hina también percibió el olor de la carne de la pobre ballena asada. Tini y Hina se enojaron muchísimo, pues habían enseñado a Tutu para que fuera el portador de su pequeño cuando creciera. Así que resolvieron organizar una expedición para visitar a Kae y, si era posible, traerlo de regreso a la Isla Sagrada, para poder vengarse de su mascota asesinada. Arrastraron una canoa doble del cobertizo en el que estaba guardada, la armaron para el viaje con provisiones, y Tini pensó en realizar la expedición sólo con mujeres pues pensó que si sólo hay mujeres, el grupo no sería atacado, y podrían engañar al viejo mago más fácilmente.

Hina y otras cuarenta mujeres subieron en la canoa y navegaron a través del océano. Pero antes de irse preguntaron:

—¿Cómo podremos reconocer a Kae?

Y respondieron:

—Porque sus dientes son desiguales y se superponen unos a otros.

Entonces sintieron la certeza de que lo distinguirían.

Cuando la canoa llegó al lugar donde vivía Kae, toda la tribu se reunió para ver a las extraños y darles la bienvenida. Kae estaba sentado en su gran casa, y por la noche se encendió un fuego en la casa. A un lado de la habitación interior se les asignó el espacio para las mujeres extranjeras.

Kae se sentó cerca del enorme pilar que sostenía el techo, pero estaba sentado entre su propia gente y no se distinguía por su vestimenta.

Las mujeres no se atrevieron a preguntar quién era, pues se considera de mala educación preguntar el nombre de una persona distinguida, que se supone es conocida en todo el mundo.

Las mujeres de Isla Sagrada cantaron todo tipo de canciones y bailaron todo tipo de bailes para hacer reír a Kae y poder verle los dientes. Tocaban flautas y acompañaban la música con castañuelas, tocaban instrumentos como arpas judías, jugaban con los dedos a juegos como la cuna y la mora, hicieron bailar a las muñecas con todo tipo de payasadas, pero Kae no se rió.

Por fin dieron con una canción intensamente cómica y la cantaron todos juntos, extendiendo las manos y sacudiendo los cuerpos, mientras sus rostros hacían muecas hasta que incluso el viejo y sombrío mago se vio obligado a unirse a las risas. Luego las mujeres susurraron una a la otra:

—Allá está Kae, con los dientes separados.

Cuando descubrieron quién era él, fingieron que había demasiada calor por el fuego y la danza, por lo que dejaron que el fuego ardiese lentamente y las mujeres comenzaron una canción de cuna, mientras utilizaban un amuleto mágico para dormir. Pronto las cabezas de los que estaban dentro de la casa comenzaron a asentir, Kae y los demás cedieron al hechizo de somnolencia, y él y su gente cayeron en un sueño encantado.

Hina y sus las otras mujeres tomaron al anciano sacerdote, lo envolvieron en sus capas y lo llevaron suavemente hasta la canoa, todavía profundamente dormido. Sacaron los remos, izaron las velas y partieron hacia la Isla Sagrada. Al llegar, Kae, aún durmiendo, fue acostada en el centro de la casa de Tini.

Cuando amaneció, Kae se despertó al escuchar gritos:

—¡Tini ya viene! ¡Tini ya viene!

Entonces se levantó con gran temor. Tini entró y dijo Kae pensando que todavía estaba en su propia casa:

—¿Cómo llegaste hasta aquí?

—No, —respondió Tini —¿cómo llegaste aquí tú aquí? Mira a tu alrededor, y mira dónde estás.

Kae miró a su alrededor y reconoció la morada del hombre a quien había agraviado.

Entonces supo que había llegado su hora e inclinó la cabeza ante el golpe que justamente lo mató por su traición y por la cruel muerte de Tutu, la ballena mascota.

Cuento popular de Nueva Zelanda, recopilado por Edward Robert Tregear (1846-1931)

Edward Robert Tregear

Edward Robert Tregear (1846-1931) fue un folclorista neozelandés.

Fue un prolífero escritor en gran cantidad de géneros literarios. Recopiló obras folclóricas australianas y neozelandesas. Fue un académico en Nueva Zelanda, potenció la reforma social y una nueva legislación laboral.

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