manuscrito vikingo

El Rey Gylfi

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Hechicería
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Criaturas fantásticas
Criaturas fantásticas

Hace mucho tiempo, en Suecia, gobernaba el rey Gylfi.

En aquel tiempo, los distintos reyes de Suecia, Noruega y Dinamarca, luchaban continuamente entre sí. Y había también pueblos y clanes vikingos, que no eran leales a ningún rey, y saqueaban por mar o por tierra a todo vikingo que se encontraban.

Los viajeros que iban a Miklagar, Constantinopla, relataban increíbles historias sobre estas lejanas tierras del sur, donde se decía que la tierra estaba encantada, que la habitaban habitaban enanos, gigantes, monstruos y hechiceros. Que tenía inmensos desiertos, donde las gentes no tenían los ojos azules, sino más bien castaños, y el cabello, en vez de ser rubio, podía ser negro o oscuro.

rey Gylfi
rey Gylfi

si navegaban rumbo al sur, llegaban al umbral del reino de Surt, donde habitaba el gigante del fuego. Su dominio estaba protegido por llamas inmensas.

Un día, una extraña mujer, con ojos castaños y pelo largo y negro, se presentó en la capital del rey Gylfi. Iba en un carro tirado por cuatro bueyes, mcuho más grandes y fuertes que aquellos que se habían visto en el norte.

Gylfi, nada más verla, se sintió atraído por su belleza exótica, y la invitó a alojarse en su castillo.

Desde el primer momento ella lo hechizó, y en cuestión de días, él estaba dispuesto a entregarle todo cuanto tenía. Pero lo mujer no aceptó ningún regalo. No quería nada. Se sentía feliz viviendo en el norte, y lo único que pidió fue un pedazo de tierra que labrar.

Gylfi no dudó en darle unas hectáreas de tierra donde pudiera sembrar. Extrañamente, la mujer, tenía un arado, un instrumento que en aquella región nadie conocía, y la siguiente mañana muy temprano, los lugareños pudieron verla empezar a trabajar con el arado en su tierra, y describían la reja del arado tan grande como una nave. Y los cuatro bueyes como colinas, arrastrando el arado por la tierra.

Ella se perdió en el horizonte con sus bueyes y su arado y no regresó aquella tarde, ni en la noche, ni al día siguiente.

Al tercer día, un temblor de tierra despertó a Gylfi, quien salió corriendo de la casa y fue a mirar fuera. Entonces quedó atónito al contemplar como el sol, que acaba de salir, se estaba poniendo nuevamente.

Aquella visión le aterrorizó, y en unos instantes regresó la oscuridad de la noche. Unos minutos más tarde, el sol volvió a salir.

«¡El sol no puede salir dos veces!», pensó el rey asustado. Pero lo más extraño es que el sol se puso por un lado y reapareció por el otro. Como si el horizonte escondiera al sol por un momento. Entonces comprendió que era la tierra entera la que se movía.

Mientras continuaba el temblor, pudo ver como el sol saltaba de un lado a otro como una pelota de oro. Las aves y los aniamales estaban espantados, los ríos y arrollos parecía que había enloquecido, y las piedras y montañas se aplastaban en el movimiento y presión contínuo.

El rey Gylfi se aferró a una roca gigante, y creyendo que soñaba, vio cuatro bueyes gigantescos, con un arnés atado, sujetándo un arado, mientras Gefjun los acuciaba.

La tierra que había entregado a Gefjun, se había convertido en una isla. Los campesinos de aquel pedazo de tierra continuaban trabajando como si nada, Gylfi vio un pastor que se esforzaba por cruzar a su rebaño por una perta que parecía no quedar quieta. Una echera ordeñaba sus vacas, aunque no paraba de caerse de la banqueta y de derramar la leche.

Lo que no había conseguido ningún ejercito, aquella hechicera de Gefjun lo había logrado, quitar al rey Gylfi un pedazo de su reino. Se lo llevaba cortándolo de la tierra.

En ese instante el rey Gylfi montó su caballo y se apresuró hacia la hechicera, llegó en el momento en que la masa de tierra se adentraba en el mar y pudo ver su tierra robada adentrarse en el océano.

Al cabo de unas cuantas millas de movimiento de la nueva isla, la tierra se detuvo, y los campos y colinas se asentaron.

Gefiun había logrado robar un pedazo de Suecia.

Esta isla se llama Tierra del Mar, o Zeeland, y forma parte de Dinamarca.

El abismo que se creo en Suecia se llenó de agua formando el lago Malaren.

El rey Gylfi se enfureció. Envió mensajes a la isla robada, a todos los rincones del reino y de otros reinos, buscando a la mujer, a sus bueyes, pero estos habían desaparecido.

Los bueyes regresaron a Jotunheim. Eran un gigante, y os hijos de Gefiun. Gefiun volvió a Asgard, o eso creían todos.

Gylfi creció en ira con el tiempo, y buscó la forma de vengarse. Pensaba que los Ases, los dioses gobernados por Odín, que habitaban en Asgard, podrían ayudarle. Así que emprendió un viaje con objetivo de averiguar como lograr el poder para vengarse.

Para no ser engañado nuevamente por los dioses, el rey Gylfi se transformó en un vagabundo, y cuando le preguntaban su nombre, decía ser Caminante Cansado.

Vivió muchos años caminando antes de llegar a Asgard. Cuando llegó supo que estaba allí al ver un alto edificio cubierto por escudos de oro.

El guardian de Asgard le preguntó:

—¿Quién eres y qué buscas?

—Me llaman Caminante Cansado — dijo el rey Gylfi —. Vengo de muy lejos y estoy agotado. ¿Tendrías un pedazo de pan y alojamiento para un pobre vagabundo?

—Tendrás que preguntárselo al señor del castillo —le respondió el guardián.

—Y, ¿cómo se llama?

—Eso mismo, pregúntaselo también a él — dijo el guardián internándose en el edificio con Gylfi tras él.

El interior del palacio era inmenso, bellísimo, pero también lleno de gente que parecía estar en mitad de una batalla. Según Gylfi y el guardián cruzaban el gran salón, alguna que otra vez, Gylfi tubo que agacharse para no ser alcanzado por alguna flecha o alguna arma arrojada en a saber qué dirección.

Estaba en el Valhalla, hogar de los muertos más valientes, de los fuertes guerreros que luchan hasta morir.

Cuando Gylfi y el guardián dejaron atrás el campo de batalla, penetraron en el castillo principal. El salón inmenso era de espectacular belleza y con grandes adornos en todas las paredes. Al fonod, tres tronos, con tres personas sentadas en ellos.

El guardián dio media vuelta y se fue dejando a Gylfi en aquél salón con aquellos dioses.

Gylfi preguntó:

—¿Cuáles son los nombres de vuestras señorías?

—Alto —dijo uno

—Igual de alto — dijo otro

—El Tercero — dijo el último.

Entonces Gylfi supo que estaba en Asgard en presencia de los Ases. Alto preguntó:

—¿A qué te dedicas?

—Estoy buscando a alguien que pueda informarme — respondió Gylfi. — Busco a la persona más sabia de la tierra o del cielo.

—Tendrías suerte — dijo Alto — si sales de aquí con vida. A menos que sepas algo que nosotros no sepamos. ¿Qué necesitas saber exactamente?

El rey Gylfi respondió:

—Querría saber quién es el más antiguo y el principal de los dioses. Y quiero saber qué hacía él antes de que creara el cielo y la tierra. quiero saber de dónde provienen los gigantes del hielo, y los del fuego. Quién creo a los seres humanos, al sol, a las estrellas, y a la luna, quiero saber porqué sopla el viento y cómo se creo el mar…

Igual de Alto le interrumpió:

—Claramente quieres saber todo sobre todas las cosas, y de primera mano.

—Será mejor que te acerques porque el relato de todo lo que preguntas es muy largo.

Entonces los Ases relataron a Gylfi todos los conocimientos del mundo, el cuál los relató posteriormente a los hombres y ahora conocemos como la mitología vikinga.

Leyenda Vikinga

libro de cuentos

Los cuentos populares, las leyendas, las fábulas, la mitología…, son del pueblo.

Son narraciones que se han mantenidos vivas transmitiéndose oralmente, por las mismas personas del pueblo. Por ello no tienen dueño, sino que pertenecen a las gentes, a la folclore, a las distintas culturas, a todos.

En algún momento, alguien las escribe y las registra, a veces transformándolas, a veces las mantiene intactas, hasta ese momento, son voces, palabras, consejos, cosas que «decía mi abuelo que le contaba su madre…»

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