

El cuerpo del hombre es algo perfecto y maravilloso. Sus manos son fuertes para crear; sus pies son fuertes para caminar; su olfato juzga si las cosas son buenas para comer; sus oídos escuchan claramente; sus ojos le ayudan a ver todas las cosas del mundo y a estudiar los libros; su cerebro puede tener grandes pensamientos. Por eso decimos que el cuerpo del hombre algo perfecto.
Pero un día las diferentes partes del cuerpo del hombre se pelearon entre sí por el trabajo. Se presentaron muchas quejas contra el estómago. Las manos y los pies dijeron:
—Trabajamos todo el día y, sin embargo, no somos nada. ¿Sabes para quién trabajamos?
Los ojos dijeron:
—Encontramos muchas gallinas, pescado, huevos y mucho arroz y té para el estómago. Él toma todo y no trabaja por ello. Ni siquiera piensa. Y aunque nunca hace nada por nosotros, estamos siempre trabajando para él.
Luego todos acordaron negarse a trabajar más tiempo para el estómago. Dijeron:
—Mañana le contaremos todo esto al corazón y le haremos que él juzgue quién es el culpable.
Así que al día siguiente la lengua se lo contó al cerebro, y el cerebro dijo:
—Veré al juez esta noche.
Cuando el corazón escuchó la historia, dijo:
—Sí, tienes razón. Si todos ustedes se acuestan y se niegan a ayudar al estómago; si no le dan arroz o carne para comer, o té para beber, él aprende entonces que no puede vivir sin vosotros.
Al poco tiempo el estómago quiso comer y dijo a las manos:
—Dadme un trozo de pescado, un poco de arroz y una taza de té—. Las manos estaban tranquilas y no decían nada.
Entonces el estómago dijo a los pies:
—¿Queréis salir y pedirle a Men-Yen que me traiga un plato de chop-suey-meen? Tengo hambre.
Los pies respondieron:
—No, señor, ya no trabajaremos más para usted—. Y se acostaron.
El estómago clamaba por comida, pero todos decían:
—No nos importa lo que quieras; no trabajaremos para ti.
Después de un tiempo los ojos descubrieron que no podían ver bien; y en la sala de teatro de al lado los tambores resonaban con fuerza, pero los oídos no podían oír. El juez del corazón dijo:
—¿Cómo te va ahora con el estómago?
El cerebro respondió:
—No trabajamos para él ni lo ayudamos más, y creo que va a morir. Temo que yo también moriré y que todos los demás morirán. No creo que hayamos hecho bien al abandonar el estómago. ¿No crees que sería mejor decirle a los pies que salgan y le traigan al estómago algo de chop-suey-meen?.
Pero el juez imprudente dijo:
—Que se alimente y que haga su trabajo por sí mismo.
—Él no puede hacer eso—, dijo el cerebro. —Vive en un lugar rodeado de grandes muros, por lo que no puede salir. Las manos y los pies siempre le han traído la comida.
El juez dijo:
—¿Ha pedido algo hoy?
Y el cerebro respondió:
—No.
Así que acordaron dejarse el estómago solo un día más.
Pero esa noche se fueron encontrados todos muertos juntos, porque no podían vivir el uno sin el otro.
Esta fábula fue contada por el general chino Tsii al emperador chino hace unos mil doscientos años. El emperador se había enojado con una provincia de su propio pueblo y deseaba enviar a este general, con soldados, para matarlos. Pero el general no quiso ir, y en su discusión con el emperador utilizó esta fábula para ilustrar sus motivos de objeción y mostrar la necesidad de cada parte a todos. Esta fábula fue traducida al japonés en 1891 y los japoneses agregaron el siguiente Ee-sze (significado):
El estómago significa el emperador. Las manos, los ojos, los pies, todas las partes del cuerpo, representan al pueblo. Una vez más, el estómago es como una madre, siendo las otras partes los hijos.
Entonces cada uno de los pueblos debe hacer algo por su nación y por su Emperador. Cada niño debe hacer algo por la familia y la madre. Estas cosas deben ser si la nación ha de ser poderosa o si la familia ha de ser fuerte y unida.
Los chinos describen el corazón así, con dos lados: al lado más grande, todo lo lleva el cerebro para que el juez del corazón, o la conciencia, emita su juicio. Si pronuncia el pensamiento o sentimiento con dignidad, pasa a la memoria, donde permanece; en caso contrario se rechaza.
Cuento de la antigua China, recopilado en Chinese Fables and Folk Stories, 1908, por Mary Hayes Davis y Chow-Leung
Mary Hayes Davis (c. 1884 – 1948) fue una escritora y editora estadounidense.
Propietaria de varias salas de cine, y editora de un periódico, escribió una compilación de cuentos populares chinos junto con el reverendo Chow Leung. Recopiló también cuentos nativos americanos.