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la Leyenda del Rey Arturo
Arturo es un rey ideal, un hombre sobrehumano que es difícil colocar en la Historia.
En el año 600 ya era una figura legendaria, y fue mucho después, en 1160, cuando el historiador Geoffrey de Monmouth intentó situarlo en la Historia de los reyes de Gran Bretaña como hijo de Uther Pendragon y de Igraine.
El lugar más emblemático de la historia es Glastonbury, considerada una isla mágica que se alza sobre los pantanos de Somerset, donde se cree que se alzó Avalon, la isla de las Manzanas.
En el siglo XII se hallaron allá los huesos de un hombre y una mujer de gran estatura, y esto se unió con la leyenda, en ese lugar escribieron: «Aquí yace sepultado el ínclito rey Arturo en la isla de Avalón»
El Nacimiento de Arturo
Cuanta la leyenda que Uther Pendragón, rey de Inglaterra, libró duras batallas contra el duque de Tintagel, en Cornualles. Cuando fueron a firmar la tregua, el duque acudió con su esposa Igraine. Nada más vio el rey Uther a la esposa del duque, se enamoró de ella, pero la duquesa le ignoró y escapó con su marido al palacio de Tintagel.
Uther exigió que regresaran, pero el duque se negó, y rápidamente se marchó al castillo de Terrabil dejando a su mujer en Tintagel bien custodiada. Durante semanas el duque permaneció sitiado en el castillo de Terrabil, y cada día sus guerreros salían y luchaban contra los guerreros del rey que acampaban a las puertas del castillo.
Mientras les tenían sitiados, fuera en el campamento, de ira y amor, el rey Uther enfermó, y los discípulos del rey fueron a buscar al mago Merlín para que sanara a su rey.
Cuando le encontraron Merlín les dijo:
—Si el rey Uther promete darme lo que yo le pida, le conseguiré lo que su corazón anhela.
—Maestro Merlín, — dijo el caballero del rey — el rey le entregará lo que le pida, siempre que sea razonable.
Entonces le llevaron ante el rey y Merlín dijo al rey:
—Se lo que anhela tu corazón y podré hacerlo realidad, pero de tu unión con Igraine, nacerá un hijo. Solo te pido que cuando el niño nazca, me lo entregues para que se lo lleve a Sir Ector y su esposa, quienes lo criarán como su propio hijo.
—Si sólo pides eso — respondió el rey —lo concedo.
—Entonces, has de saber que esta misma noche estarás con Igraine en el castillo de Tintagel. Llevarás la apariencia del duque, y yo iré contigo con la apariencia de uno de sus hombres. Habla lo menos posible, di que estás enfermo y no salgas de la cama hasta que yo te recoja por la mañana.
Inmediatamente el rey salió de su tienda y se dirigió a las puertas del castillo de Tintagel.
El duque, asomado en las almenas del castillo de Terrabil, al ver al rey partir de su campamento, decidió que era un buen momento para atacar, pero en esa batalla el duque murió y sus tropas fueron completamente derrotadas.
Mientras se libraba esta batalla que acabó con la vida del duque, el rey Uther viajó a Tintagel transformado en duque. Aquella noche durmió con Igraine y a la mañana temprano, Merlín le recogió y se marcharon.
Al poco, le llegó a Igriane el mensaje de que el duque había muerto, y comprendió que había dormido con un extraño, pero no quiso decir nada de lo ocurrido.
Los ejércitos restantes hicieron las paces y Igriane poco a poco, ya no pudo ocultar su embarazo.
El rey Uther, insistió para que Igriane le contara sobre el padre del bebé, hasta que un día Igriane se lo contó, y el rey Uther le confesó que él había sido aquél extraño y el pacto que había hecho con el mago Merlín, le dijo que se criaría en casa de un caballero llamado sir Ector, que lo cuidaría como suyo.
En cuando dio a luz, lo envolvieron en una tela dorada y se lo entregaron al mago, que ese mismo día apareció en la puerta del castillo disfrazado de mendigo. Merlín recogió al bebé, lo llevó a casa de Sir Ector y su esposa, le pusieron de nombre Arturo y lo criaron como su propio hijo.
Al cabo de los años, el rey Uther cayó enfermo y Merlín reunió a los nobles y les dijo:
—La enfermedad del rey no tiene cura, por lo que mañana el rey tendrá que designar a su heredero.
Al día siguiente todos los nobles se reunieron y Merlín preguntó al rey:
—Señor ¿será Arturo su sucesor al trono?
El rey Uther dijo:
—Doy mi bendición a mi hijo Arturo, y le nombro rey a partir de ahora — tras decir esto, el rey murió.
Una espada clavada en una piedra
Arturo había vivido con Sir Ector, y aunque era el heredero al trono, nadie le conocía. Muchos nobles pensaban que el trono debía ser suyo y una inevitable guerra civil se avecinaba.
Merlín, para evitar, aconsejó al arzobispo de Caterbury que congregara a todos los nobles y caballeros a Londres en Navidad, para que fueran testigos de un milagro que revelaría al legítimo rey.
Todos los nobles importantes acudieron a la convocatoria del arzobispo. El día de Navidad por la mañana, asistieron a la iglesia, y al salir, vieron ante el templo una gran piedra de mármol y en el centro, un yunque de acero. En el yunque, una espada clavada y bajo esta la insignia:
«El que saque esta espada de la piedra y el yunque, es el legítimo rey de toda Inglaterra»
Como era de esperar, todos los nobles y caballeros intentaron sacar la espada, pero sus esfuerzos fueron en balde.
El arzobispo, ante la afluencia de gente, dijo:
—El verdadero rey no está aquí, pero Dios nos lo dará a conocer. Que diez hombres hagan guardia día y noche en este lugar hasta que el legítimo rey aparezca.
Se decidió celebrar un gran torneo en Año Nuevo y reunir así a más caballeros. Las noticias de la espada milagrosa corrieron por todo el país. Y Sir Ector, decidió acudir a Londres.
En el viaje, decidió llevarse a su hijo de sangre Cei y que había sido nombrado caballero tan sólo dos meses antes, el mismo día de Todos los Santos, y a su hijo adoptivo Arturo, escudero de su hermano Cei.
Pero Arturo había olvidado la espada de Cei, y en mitad del torneo tubo que ir a buscarla. Todos los nobles y caballeros estaban viendo el torneo, incluso los caballeros que custodiaban la espada. Mientras, Arturo, corrió en busca de una espada para Cei, y entonces vio la espada en el yunque, la asió por la empuñadura, tiro de ella, y sin esfuerzo alguno salió.
Entonces Arturo montó a caballo y se la llevó a su hermano adoptivo Cei.
Cei reconoció la espada inmediatamente y se la mostró a su padre y dijo:
—Es la espada de la piedra. Según esto, yo debería ser rey de Inglaterra.
Cuando Sir Ector vio la espada, se dirigió rápido al templo, y vio que realmente ya no estaba la espada en el yunque, entró en la iglesia, tomó la biblia y le hizo declarar a Cei, bajo juramento, cómo había obtenido la espada.
Cei tubo que confesar la verdad:
—Arturo me entregó la espada, padre.
Sir Ector entonces preguntó a Arturo y Arturo contó la verdad. Sir Ector le dijo que eso significaba que él debía ser el rey de Inglaterra.
—¿Por qué yo? —preguntó el despistado Arturo.
—Es la voluntad de dios. Nadie, excepto el legítimo rey, podía sacar esta espada de la piedra.
Como no lo creían, volvieron a clavar la espada en la piedra y nuevamente quedó atrapada en ella. Sir Ector y Cir intentaron de nuevo sacarla y no podían ni si quiera moverla. Entonces llamaron a Arturo, quien sin esfuerzo, la volvió a liberar.
Entonces se inclinaron ante Arturo y Sir Ector le contó la verdad de su nacimiento, lo cual entristeció mucho a Arturo que creía que Sir Ector era su verdadero padre.
Después llamaron al arzobispo, a los nobles y a todos los caballeros, y decidieron repetir la prueba doce días más tarde.
Una vez más, ningún caballero ni noble pudo sacarla, y Arturo, sin esfuerzo, logró liberarla.
Cuando estuvieron todos reunidos, Merlín contó que Arturo era hijo del rey Uther Pendragon e Igraine.
Arturo colocó la espada en un altar y juró defender aquella tierra con su vida. Le armaron caballero y le coronaron como rey de Inglaterra.
La espada Excalibur
Nada más ser nombrado rey, Arturo decidió conocer su reino, y se llevó como única compañía a Merlín.
Juntos viajaron y vivieron grandes aventuras. Entre ellas, lucharon contra Pellinore, un caballero fuerte e invencible.
En el duelo, Arturo cayó herido, y Merlín tubo que detener el duelo embrujando a Pellinore, sumiéndole en un sueño profundo, para que no matara a Arturo.
Entonces Merlín llevó a Arturo con un ermitaño curandero, y en tres días sus heridas desaparecieron. Cuando se fueron de la casa del curandero, Arturo olvidó su espada.
Merlín le llevó entonces a la orilla de un lago, y saliendo del agua, se veía un brazo que empuñaba una magnífica espada.
—Esa es la Espada de Excálibur.
Entonces salió una hermosa mujer de las aguas.
—Es la Dama del Lago — explicó Merlín —. Bajo el lago hay una gran roca, y dentro el palacio de la Dama. Si le hablas con cortesía, te dará la espada.
La Dama del Lago, al ver la intención del joven Arturo por poseer la espada, le dijo:
—Esta es la espada de Excalibur y me pertenece, pero si me das un regalo cuando te lo pida, te la entregaré.
—Señora — le respondió Arturo —, le daré lo que me pida.
—Entonces, coge este bote y rema hasta la espada. Cógela. En su debido tiempo iré a pedirte el regalo que deseo.
Arturo y Merlín se subieron a la barca, y Arturo cogió la espada, momento en que la mano que la empuñaba desapareció bajo el agua.
Arturo miró detenidamente la espada y la empuñadura, y Merlín le preguntó:
—¿Qué prefieres, la espada o la vaina?
—La espada sin duda — respondió Arturo.
—Deberías haber elegido la vaina, pues posee poderes mágicos. Mientras tengas esta espada, no sufrirás daño alguno. Llévala siempre en tu costado.
Arturo y la mesa Redonda
Cuando el rey Arturo se casó con Ginebra, esta trajo como dote una gran mesa redonda de madera, tan grande que podía dar cabida a ciento cincuenta caballeros.
Por su forma, no había ningún lugar preferente, y el rey Arturo la eligió para reunir a sus caballeros, como muestra de justicia y honestidad en sus vidas.
Los caballeros de la mesa redonda eran los más valientes cristianos.
Juntos vivieron grandes aventuras, la más famosa fue la búsqueda del Santo Grial, el cáliz que Jesús utilizó en la última cena.
La Muerte de Arturo
Aunque Arturo hizo prosperar el reino, su matrimonio generó su caída. La reina Ginebra y Sir Lanzarote, amigo y caballero leal de Arturo, se amaban en secreto, y Mordred, hijo adoptivo de Arturo y aspirante al trono, difundió estos rumores para generar enemistad entre Lanzarote y Arturo. Como no dio resultado, Mordred instigó a doce caballeros para matar a Lanzarote, con el pretexto de defender el honor de la reina, pero con el objetivo real de romper la hermandad de Camelot y llegar a ser rey más rápidamente.
Lanzarote venció y mato a los doce caballeros, pero su amor se hizo público y Arturo ordenó arrestarlos a él y a su esposa Ginebra.
Lanzarote huyó y Ginebra fue condenada a ser quemada viva en la hoguera. El día que iban a quemarla, Lanzarote logró rescatarla y huyeron al castillo de Lanzarote.
Arturo los siguió dejando el reino al cuidado de su hijo Mordred. Asedió el castillo de Lanzarote, y el caballero, como no quería luchar contra su amigo, renunció a Ginebra, se escapó y huyó a Francia. Arturo, no conforme con esto, le siguió con una gran tropa de guerreros.
Toda esta contienda duró casi un año, mientras Mordred reinaba por Arturo.
Noticias terribles obligaron a Arturo a abandonar la búsqueda de Lanzarote y regresar a Inglaterra. Durante su ausencia, Mordred había enviado cartas falsas asegurando que Arturo había muerto, y el parlamento le había proclamado rey.
Además reclamaba la mano de Ginebra, su madre adoptiva, como esposa.
Cuando Arturo regresó para reclamar su reino, hubo duras batallas entre el padre y el hijo. La noche antes del último combate, Arturo vio un fantasma que le dijo:
—Si el día de mañana luchas contra tu hijo, morirás.
Arturo decidió establecer una tregua y preparó una entrevista con Mordred en un lugar neutral, cada uno acompañado con catorce caballeros.
Ambos iban preparados para atacar en caso de que cualquier caballero rompiera la tregua. Cuando estaban a punto de llegar a un acuerdo, se sirvió vino, y cuando Arturo lo estaba bebiendo, una víbora salió de entre los arbustos y mordió a uno de los caballeros en el pie. El caballero sacó su espada para matar a la serpiente, y al ver el filo de la hoja de la espada, ambos ejércitos se lanzaron al ataque con gran furia. Los ejércitos que estaban fuera del lugar de la tregua esperando, se acercaron y lucharon también.
La batalla duró todo el día, se dice que en ella murieron unos cien mil hombres. Al final del día, sólo quedaban vivos Arturos y unos cuantos camaradas. Al anochecer encontraron a Mordred entre los cadaveres, apoyado en su espada.
Los caballeros rogaron a Arturo que no luchara contra Mordred para evitar la profecía, pero Arturo corrió hacia él gritando:
—¡Traidor! ¡Ha llegado tu hora!
Al oír esto, Mordred se incorporó, Arturo hundió su lanza en el cuerpo de su hijo, y Mordred, antes de morir, golpeó con tanta fuerza a su padre, que le abrió el cráneo con su espada.
El último caballero superviviente fue Sir Bedivere, que llevó a Arturo fuera del campo de batalla. Medio balbuceando por la herida de la cabeza, Arturo le rogó que devolviera la espada Excalibur al lago para que regresara con la Dama del Lago.
El caballero regesó al lago, pero cuando sintió esta en sus manos, a la orilla del lago, la ocultó y regresó con Arturo.
Cuando Arturo le preguntó que había sucedido al arrojarla al lago, el caballero respondió:
—Nada, sólo vi salpicaduras.
Entonces Arturo se dio cuenta que Sir Bedivere mentía y le ordenó que le obedeciera.
De nuevo el caballero fingió obedecer y de nuevo Arturo vio la mentira en Sir Bedivere. Avergonzado fue una tercera vez y esta sí logró arrojar la espada al agua.
Entonces salió una mano del centro del lago y agarro la espada Excalibur en el aire. La blandió tres veces y desapareció con ella.
La Dama del Lago había reclamado su regalo y el caballero regresó con Arturo. Recogió a Arturo, le llevó al lago, y le subió a la barcaza que estaba en la orilla, donde tres reinas y sus doncellas, todas llorando por las heridas del rey Arturo, atendieron al herido.
Sir Bedivere le dijo a Arturo:
—Mi Señor Arturo ¿qué será de mi ahora que te vas? ¿quedo solo entre mis enemigos?
—Levanta el ánimo — grito el rey Arturo — haz lo que puedas, porque yo ya no estaré para ayudarte. Tengo que ir a Avalón a curarme de mis graves heridas. Y si no vuelves a saber de mí, reza por mi alma.
Sir Bedivere vio entonces como la barcaza se alejaba lentamente y se perdía entre la niebla.
Desde entonces, nadie sabe qué fue de Arturo, si regresó o si regresará.
Altaïr, escritora, música y creadora del proyecto conmoraleja.com, kailashmagazine.com