
Había un anciano y una anciana. Desde su juventud hasta su vejez nunca «habían salido hijos de sus huesos». Entonces la anciana siempre estaba regañando al anciano y ¿qué más pueden hacer, porque eran gente muy, muy vieja? La anciana dijo:
—¿Quién nos cuidará cuando seamos mayores?.
—Bueno, ¿qué voy a hacer, vieja?
—Ve, viejo, y búscanos un hijo.
Entonces el anciano se levantó una la mañana, tomó su hacha en la mano, se fue y caminó, y llegó al bosque, y buscó durante tres días y no encontró nada. El anciano tenía hambre y ya no podía avanzar más y se dispuso a regresar a casa. Entonces, cuando regresaba, encontró una pequeña serpiente, la metió en un pañuelo y la llevó a casa.
En la casa, el anciano crio a la serpiente con leche dulce. La serpiente creció una semana y dos días y la puso en un frasco. Llegó el momento en que la serpiente creció hasta alcanzar el tamaño del frasco. Entonces la serpiente habló con su padre:
—Ha llegado el momento de casarme. Ve, padre, al rey y pregúntale por mí a su hija para que me cases con ella
Cuando el anciano escuchó que la serpiente quería a la hija del rey, se golpeó con las manos.
—¡Ay de mí, cariño! ¿Cómo puedo acudir al rey? El rey me matará.
¿Qué dijo la serpiente al escuchar esto?
—Ve, padre, y no temas. Todo cuanto el te pida, yo se lo odaré.
El anciano fue al rey.
—¡Salve, oh rey!
—Gracias, viejo.
—Rey, he venido a formar una alianza de matrimonio.
—¡Una alianza por matrimonio!— dijo el rey. —Tú eres un campesino y yo soy un rey.
—Eso no importa, oh rey. Si me das a tu hija, te daré lo que quieras.
¿Qué dijo el rey?
—Viejo, si es así, mira este gran bosque. Derríbalo todo y conviértelo en campo llano, después, áralo para mí. Desmenuzad toda la tierra y siémbralo con mijo mañana. Y, fíjate bien en lo que te digo: mañana por la mañana debes traerme una torta hecha con dulce de leche. Entonces te daré a la doncella.
Dijo el anciano:
—Está bien, oh rey.
El anciano fue llorando hacia la serpiente. Cuando la serpiente vio a su padre llorando, dijo:
—¿Por qué lloras, padre?
—¿Cómo no voy a llorar, hijo amado? Pues ved lo que dijo el rey: que debía talar este gran bosque y sembrar mijo; y mañana debe crecer y estar maduro. Y debo hacer una torta con dulce de leche y dársela. Entonces me dará a su hija.
¿Qué dijo la serpiente?
—Padre, no temas por eso, porque haré lo que me has dicho.
El anciano:
—Está bien, mi hijo, si puedes lograrlo.
El viejo se fue a la cama.
¿Qué hizo la serpiente? Se levantó y hizo del bosque una llanura, y sembró mijo, y pensó y pensó, y ya había crecido al amanecer. Cuando el anciano se levantó, encontró un saco de mijo y preparó un pastel con dulce de leche. El anciano tomó el pastel y se dirigió hacia el rey.
—Aquí tienes, oh rey, he cumplido tus órdenes.
Cuando el rey vio esto, se maravilló.
—Viejo mío, escúchame. Tengo una cosa más para que hagas. Hazme un puente dorado desde mi palacio hasta tu casa, y deja que crezcan manzanos y perales dorados al lado de este puente. Entonces te daré a mi hija.
Cuando el anciano escuchó esto, comenzó a llorar y se fue a su casa.
—¿Qué pasa?— dijo la serpiente —¿Por qué lloras, padre?
El anciano dijo:
—Estoy llorando, cariño, por las miserias que Dios me envía. El rey quiere un puente dorado desde su palacio hasta nuestra casa, y manzanos y perales a un lado de este puente.
La serpiente dijo:
—No temas, padre, porque haré lo que dijo el rey.
Entonces la serpiente caviló la forma y finalmente hizo el puente de oro como el rey había dicho. La serpiente hizo eso durante la noche. El rey se levantó a medianoche; pensó que era mediodía de la fuerte luz dorada que entraba por las ventanas, y reprendió a los sirvientes por no haberlo llamado por la mañana. Los sirvientes dijeron:
—Majestad, es de noche, no de día—; y al ver esto, el rey se maravilló.
Por la mañana llegó el anciano.
—Buenos días, suegro.
—Gracias, suegro. Ve, suegro, y trae a tu hijo para que celebremos la boda.
Él, cuando fue, dijo:
—Oíd, ¿qué dice el rey? Debes ir allí para que te vea el rey.
¿Qué dijo la serpiente?
—Padre mío, si es así, trae el carro y mete los caballos, y yo subiré a él para ir al rey.
Tan pronto como se dice, apenas se hace. Se subió al carro y se dirigió hacia el rey. Cuando llegaron, del carro se bajo el anciano y su hijo la serpiente. Cuando el rey vio que su yerno no era el anciano, sino una serpiente, tembló con todos los que allí estaban presentes.
Un señor mayor que el resto dijo:
—No huyas, oh rey, no estuvo bien de tu parte. El anciano hizo todo lo que le pediste; ¿Y no harás lo que prometiste? Él nos matará a todos si no cumples tu palabra. Dale a tu hija y celebra el matrimonio como prometiste.
¿Qué dijo el rey?
—Viejo mío, aquí está la doncella que demandas. Llévala contigo.
Y también le dio una casa aparte para que ella habitara con su marido. Ella, la novia, le tembló de miedo.
La serpiente dijo:
—No temas, esposa mía, porque no soy una serpiente como me ves. Mírame tal como soy.
Dio un salto mortal y se convirtió en un joven dorado, vestido con una armadura; no tenía más que desear conseguir algo. La doncella, al ver esto, lo tomó en sus brazos y lo besó, y le dijo:
—Vive, rey mío, muchos años. Pensé que me comerías.
Al día siguiente, el rey envió a un hombre para ver cómo le iba a su hija. Cuando llegó el siervo del rey, ¿qué vio? La doncella más bella y hermosa que antes. Regresó con el rey.
—Oh rey, tu hija está sana y salva.
—Es la bendición de Dios—, dijo el rey.
Entonces llamó a mucha gente y celebraron las bodas; y estuvieron así tres días y tres noches, y se consumaron las bodas. Y salí y conté la historia.
Cuento gitano, de la región de Rumanía, recopilado por Francis Hindes Groome, traducción libre de Altaïr
Francis Hindes Groome (1851 – 1902) fue un escritor y comentarista británico.
Destacó su trabajo sobre el folclore de la cultura romaní.