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Cuentos con Magia
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Cuentos de terror
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Había una anciana en un pueblo. Y las doncellas adultas se encontraron, e hicieron una kláka (entre los gitanos de Valaquia, era común reunir a los vecinos para colaborar todos juntos en algún trabajo para alguien en particular, al final, la kláka finalizaba con una celebración con gran alegría, cantando y narrando cuentos e historias). En el festejo, los jóvenes llegaron y agarraron a las mujeres, las abrazaron y las besaron, pero había una muchacha que no tenía novio que la abrazara y la besara.

Era una muchacha fornida, hija de campesinos ricos. Cuando en tres días nadie se acercó a ella, miró a las chicas mayores, sus camaradas, y vio que nadie se preocupaba por ella. Sin embargo, era una muchacha bonita, no se veía otra más bonita allí.

Finalmente apareció un joven, la tomó en sus brazos y la besó, y permaneció con ella hasta el canto del gallo. Y cuando el gallo cantó al alba, partió.

La anciana se fijó en el hombre que estuvo con la jovencita, y vio que tenía patas de gallo, y en las supersticiones gitanas, eso podía significar que era un diablo, o un fantasma. Y observó con cuidado toda la noche a aquel hombre, y en la mañana le dijo a la joven:

—Nita, mi muchacha, ¿viste algo extraño?

—No me di cuenta de nada madre.

—¿Entonces no viste que tenía patas de gallo?

—No, madre, yo no vi nada de eso.

Y la muchacha se fue a su casa y durmió, pero cuando se levantó fue al hilado, y allá vio que muchas muchachas tenía una abeja en la mano. Tras esto, los jóvenes regresaron, y se fueron cada uno con su amada. Y los besaron, se quedaron un rato y se fueron a sus casas. Y el joven de la muchacha también vino, la tomó en sus brazos y la besó y la abrazó, y se quedó con ella hasta la medianoche. Cuando el gallo empezó a cantar, la joven escuchó el canto del gallo y se fue. ¿Qué dijo la anciana que estaba en la choza?:

—Nita, te diste cuenta que tenía pezuñas de caballo?

—No vi nada de eso madre.

—Vamos a descubrir de dónde viene y a dónde va el hombre. Cuando estés con él, clávale una aguja con un hilo enhebrado en ella, y cuando el hombre se aleje, agarra el hilo y síguelo. Así sabrás cuál es su hogar.

Entonces la muchacha partió hacia su casa. Se durmió y se levantó por la mañana, e hizo sus labores. Cuando llegó la noche, tomó su huso y fue a la cabaña de la anciana. Nuevamente vinieron las otras muchachas, y después vinieron los jóvenes, y cada uno cogió a su amada y estuvo con ella.

Pero la muchacha bonita quedó observando.

Al rato los jóvenes se marcharon a sus casa y quedó sólo la niña linda, y no permaneció ni mucho ni poco tiempo. Cuando vino su amado y ¿qué hizo la chica? Hizo caso de la anciana y le clavó aguja e hilo en la espalda.

Estuvo allí hasta que cantó el gallo, que se fue, y ella no sabía donde había ido el hombre. Pero como había puesto la aguja enhebrada en su espada, pudo seguirlo.

Esa mañana la muchacha se levantó, tomó el hilo, y siguió y siguió el hilo que había clavado en su espalda, y llegó a una tumba donde el hombre joven estaba sentado. La niña tembló de miedo y regresó a su casa.

Por la noche el joven que estaba en la tumba llegó a la casa de la anciana y vio que la niña no estaba. Le preguntó a la anciana:

—¿Dónde está Nita?

—Hoy, ella no ha venido.

Luego fue a la casa de Nita, donde ella vivía, y llamó:

—Nita, ¿estás en casa?

Nita respondió:

—Yo estoy aquí.

—Cuéntame qué viste cuando viniste a la iglesia. Porque si no me lo dices, mataré a tu padre.

—No vi nada.

Entonces él no la creyó, lanzó un mal de ojo y mató a su padre. Luego se fue a la tumba.

La noche siguiente regresó.

—Nita, cuéntame qué viste.

—No vi nada.

—Dímelo, o mataré a tu madre, como maté a tu padre. Cuéntame qué viste.

—No vi nada.

Luego mató a su madre y se fue a la tumba.

Entonces la muchacha se levantó por la mañana. Y ella tenía doce siervos. Y ella les dijo:

—Mirad, tengo mucho dinero y muchos bueyes y muchas ovejas; y os los daré a vosotros doce como regalo, porque yo moriré esta noche. Y sólo os pido que no me saquéis por la puerta, sino que hagáis un agujero por la pared y saquéis mi cuerpo a través de ese agujero, después, os pido que me enterréis en el bosque, al pie de un manzano, pues si no, os irá mal.

Por la noche, el joven salió de la tumba y preguntó:

—Nita, ¿estás en casa?

—Estoy.

—Dime, Nita, lo que viste hace tres días, o te mataré, como maté a tus padres.

—No tengo nada que contarte.

Luego la tomó y la mató. Y, echando una mirada, partió hacia su tumba.

Entonces los sirvientes, cuando se levantaron por la mañana, encontraron a Nita muerta. Los sirvientes la tomaron y la acomodaron decorosamente. Se sentaron, hicieron un agujero en la pared, la pasaron por el agujero, y luego la llevaron, como ella había ordenado, y la enterraron en el bosque junto al manzano.

Y pasó medio año, y un príncipe fue a cazar liebres con galgos y otros perros. Y él fue a cazar, y los perros recorrieron el bosque y llegaron a la tumba de la doncella. Y de aquella tumba brotó una flor cuya belleza no había en todo el reino. Entonces los perros llegaron al monumento donde estaba enterrada y comenzaron a ladrar y arañar la tumba de la doncella. Entonces el príncipe tomó y llamó a los perros con su cuerno, pero los perros no vinieron. El príncipe dijo a sus sirvientes:

—Id rápidamente allí.

Se levantaron cuatro cazadores y llegaron a la tumba y vieron la flor ardiendo como una vela. Regresaron donde el príncipe y él les preguntó:

—¿Qué pasa?

—Es una flor muy hermosa, nunca se ha visto algo así.

Entonces el muchacho se enteró y fue a la tumba de la doncella, vio la flor y la arrancó. Y volvió a casa y se lo mostró a su padre y a su madre. Luego la tomó y la puso en un jarrón junto a la cabecera de la cama donde dormía. Entonces la flor se levantó del jarrón y dio un salto hacia atrás, y se convirtió en una doncella adulta. Y ella tomó al muchacho y lo besó, lo mordió y lo hizo girar, y se durmió con él en sus brazos, y le puso la mano debajo de la cabeza. Y él no se dio cuenta de nada de todo esto, y cuando llegó el alba volvió a ser flor.

Por la mañana, el joven se levantó enfermo y se quejó a su padre y a su madre:

—Mami, me duelen los hombros y me duele la cabeza.

Su madre fue y trajo una mujer sabia que lo cuidó. Pidió algo de comer y de beber. Y esperó un poco, y luego se fue a sus quehaceres y por la noche volvió a su casa. El joven comió, bebió y se acostó en su lecho, y el sueño se apoderó de él. Entonces la flor surgió y de nuevo se convirtió en una doncella adulta. Y ella volvió a tomarlo en sus brazos, y durmió con él, y se acostó con él entre sus brazos. Y durmió. Y con el alba volvió al jarrón.

El joven al levantarse le dolían los huesos, y se lo contó a su madre y a su padre. Entonces su padre dijo a su esposa:

—Todo comenzó con la llegada de la flor. Algo debe pasar, porque el niño está bastante enfermo. Vigilemos esta noche, apostémonos a un lado y veamos quién viene a ver a nuestro hijo.

Llegó la noche y el príncipe se acostó en su cama para dormir. Entonces la doncella se levantó del jarrón y se quedó: nunca hubo nada más hermoso, brillaba como reluce la llama de una vela. Y su madre y su padre, los reyes, vieron a la doncella y la atraparon.

Cuando el príncipe se despertó vio a la doncella y lo hermosa que era, y decidió casarse con ella.

Y se casaron y comieron y bebieron. La gente se maravilló, porque un ser tan hermoso como esa doncella no se encontraba en todo el reino. Y vivió con ella medio año, y ella dio a luz un niño de oro, con dos manzanas en la mano, cuyas marcas son muy buen designio. Y esto agradó mucho al príncipe.

La joven y el príncipe fueron muy felices y esta historia llegó a oídos del vampiro, el antiguo amor de la joven, quien le había hecho el amor y la había matado. El vampiro fue aldonde la joven y le preguntó:

—Nita, dime, ¿qué me viste haciendo?

—No vi nada.

—Dime la verdad, o mataré a tu hijo, a tu pequeño, como maté a tu padre y a tu madre. Dímelo de verdad.

—No tengo nada que decirte.

Y mató a su hijo. Y ella se levantó y lo llevó a la iglesia y lo sepultó.

Por la noche, el vampiro volvió y le preguntó:

—Cuéntame, Nita, qué viste.

—No vi nada.

—Dímelo o mataré al señor con quien te has casado.

Entonces Nita se levantó y dijo:

—No sucederá que matéis a mi señor. Dios acabe contigo.

El vampiro escuchó lo que dijo Nita y murió. Sí, murió y estalló de rabia.

Por la mañana, Nita se levantó y vio el suelo cubierto de sangre a dos palmos de profundidad. Entonces Nita ordenó a su suegro que le arrancara el corazón al vampiro a toda velocidad. Su suegro, el rey, escuchó e hizo caso, le abrió, le sacó el corazón y se lo puso en las manos a Nita. Y ella fue a la tumba de su hijo y lo desenterró, le aplicó el corazón y el niño resucitó. Y Nita fue donde su padre y su madre, los ungió con la sangre y ambos se levantaron. Luego, mirándolos, Nita contó todos los problemas que había soportado y lo que había sufrido a manos del vampiro.

Ahora que el vampiro estaba muerto, Nita y su familia vivieron felices para siempre.

Cuento gitano, de la región de Rumanía, recopilado por  Francis Hindes Groome, traducción libre de Altaïr

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