
Barbarroja fue uno de los más temidos piratas en el siglo XV. Su verdadero nombre fue Hayreddín y su hermano que mantuvo su legado y nombre vivos, Aruj, hijo de un padre albanés y de una viuda de un sacerdote, nació en la isla de Lesbos (Grecia). Su padre trabajaba como alfarero, y su hermano mayor, Aruj, pronto se lanzó al mar como marinero, posiblemente con los Otomanos.
Barbarroja debe su apoyo a su larga barba roja.
La historia que aquí se relata, está basada en las crónicas, en los escritos de su vida, aunque la leyenda ha inflado su fama como el más terrible de los piratas del Mediterráneo.
Hayredín Barbarroja, fue reclutado junto con sus tres hermanos como corsarios para contrarrestar a los Caballeros de san Juán de la isla de Rodas. En una de aquellas batallas, Aruj fue capturado en Rodas y vendido como esclavo. Tras dos años, logró escapar a Egipto, se reunió con su hermano Hayreddín y ambos se establecieron en la isla de Djerba, frente a Túnez.
Juntos se lanzaron al mar como corsarios, atacaban a los cristianos, sobre todo a barcos españoles, y pronto los beneficios que lograron captaron la atención del señor musulmán de Túnez. De la mano de Qansoh al-Ghuri, lograron una flota a más de doce navíos. Con esta flota, la fama de Barbarroja creció por todos los mares.
Se le consideraba un pirata cruel y despiadado, que saqueaba, asesinaba y atacaba cristianos por doquier.
Uno de los ataques del pirata Barbarroja registrado fue el ataque a Costa Brava en 1543, donde llegó con una flota de navíos que nada más ser divisados generaron tal terror que todas las gentes huyeron despavoridas. Cuando Barbarroja entró en Palamós, asoló la ciudad.
Se cuenta que él y sus hombres, decapitaban e incineraban a quien se interponía en su camino, clavaban en estacas a los inocentes. Luego saqueaban y robaban todo cuanto encontraban, dejando los lugares completamente desolados.
Hayreddín tenía importantes miras políticas, y probablemente todas las acciones y saqueos fueran objetivos para lograr sus fines políticos. Se convirtió en servidor del sultán otomano Solimán el Magnífico, incluso desafió a Carlos V, y fundó en Argelia un reino próspero.
La leyenda de Barbarroja cuenta que en 1516, el gobernante de Argel le pidió ayuda para expulsar a los soldados españoles del país vecino, de la región del Peñón de Argel. Aruj acudió, pero en vez de atacar a los españoles, se deshizo del gobernador de Argel, dicen que ahogándole mientras se daba un baño, y se autoproclamó el señor de Argel.
Inmediatamente a la toma de poder, tomó Tenes y Tremecén y creo un poderoso reino en el norte de África.
En 1518, Carlos V reaccionó atacando a sus nuevos vecinos y enemigos. Una flota española partió de Orán y asaltó Tremecén, acorraló a Aruj, donde fue alcanzado y decapitado por un soldado español.
Cuando el hermano mayor Aruj falleció, Hayreddín tomo su relevo, y se convirtió en el jefe de los corsarios. Buscó ayuda al sultán otomano, ofreciéndoles el reino de Argel como provincia del Imperio otomano a cambio de la protección militar, la cuál llegó inmediatamente.
Con esta nueva ayuda, Hayreddín Barbarroja continuó con la actividad corsaria, consolidó su Estado y conquistó Berbería, Colo y Bona.
Cuenta la leyenda que en 1529, en el momento en que Carlos V iba a coronarse emperador, Solimán asediaba Viena, y Barbarroja asaltó la fortaleza cristiana. La lucha duró 15 días continuados de bombardeos, y tras ese tiempo, la flota española se rintió.
Tras esto la flota creció, la fama creció, y los musulmanes adoraban a Barbarroja y alimentaban la leyenda.
En aquel momento, con más de 80 galeras y 20 fustas, Barbarroja comenzó una gran campaña a lo largo y ancho del Mediterrñaneo, reconquistó Corón, Naupacto, aterrorizó Italia, arrasó en Nápoles y saqueó templos y ciudades cristianas por doquier.
En Roma, la amenaza de Barbarroja, hizo que los cardenales y todo el vaticano en general, huyeran con tanta prisa, que se olvidaron y abandonaron al papa Clemente VII quien contaba muchos años y estaba ya agonizante. Pero la amenaza a Roma sólo era una estratagema para distraer mientras Barbarroja tomaba la ciudad de Túnez.
Carlos V pronto intentó reconquistar Túnez. La reconquista fueron duros combates que duraron semanas y fue un éxito.
Barbarroja, rabioso por esta derrota, se dirigió a Menorca para atacar la escuadra imperial. Utilizó los mástiles de los estandartes e insignias de los barcos españoles que se habían hundido un año antes en el ataque a Argel, y disfrazados, entraron sin resistencia en el puerto.
Cuando los españoles se dieron cuenta, ya era tarde, y se rindieron rápidamente bajo la promesa de que los hombres de Barbarroja respetaran las vidas y los bienes de los habitantes, pero Barbarroja no dudó en saquear la ciudad, apresando, según las crónicas, 1.800 personas que hizo esclavos sin dudar.
Un año más tarde, Barbarroja en su obsesión por los cristianos, atacó con una flota de 150 navíos a Grecia, Italia y hasta la península Ibérica.
En este viaje, Barbarroja se enamoró perdidamente de la hija del gobernador español, María la Gaitana, a quien secuestró y se la llevó consigo.
En 1945, su último año de vida, se retiró a Estambul, donde vivió dictando sus memorias.
En su tumba se lee aun hoy el epitafio: «Ésta es la tumba del guerrero de la fe, el almirante Hayreddín Barbarroja, conquistador de Túnez y Argel. Dios lo tenga en su misericordia».







