En una lujosa casa, atendida por muchos sirvientes, vivía la hermosa doncella Pare. Pare era una mujer noble, de alta cuna, y soltera, pues no se pudo encontrar un jefe de rango suficientemente alto con quien se pudiera casa.
Cuando se cocinaba comida para ella, no se podía presentar directamente a la princesa. El cocinero se la entregaba a un criado, y este a un segundo, y este a un tercero, y así con gran pomposidad y ceremonia hasta que se daba a su ama.
La casa estaba amueblada con esteras de exquisitos tejidos, endulzadas con el olor de resinas perfumadas, flores y hojas fragantes.
Era costumbre reservar ciertas épocas del año para juegos y diversiones, como golpear peonzas, lanzar dardos y otros juegos antiguos deleite de los jóvenes.
A uno de estos festivales asistió un jefe llamado Hutu, que había llegado a la aldea donde vivía Pare para unirse al lanzamiento de tirolinas. En el juego de tirolinas, su lanza voló mucho más que la de cualquier otro competidor. Esto, junto con su gracia juvenil y su gran agilidad, lo convirtieron en tema de conversación y en el principal destino de miradas y admiración, y seguramente él recibiría el premio al mejor jugador que se otorgaba por consenso de todos.
Pare observaba los juegos desde el porche de su casa día tras día como se desarrollaban los juegos,y el apuesto desconocido conquistó su corazón. El último día del festival, la lanza de Hutu cayó cerca del porche de la casa de Pare, y ella corrió rápidamente, tomó la lanza y la llevó al interior de su casa.
Hutu siguió su lanza hasta la puerta, pero no quiso entrar. Él le rogó que le entregara su arma, pero ella se negó a devolvérsela hasta que él entrara en la casa.
Ahora bien, es costumbre entre las damas maoríes esperar hasta se les pide en matrimonio, pero a veces ellas mismos le hacen una propuesta a quien es el favorecido. El matrimonio se arregla según diferentes modos, pero éste es un método muy general.
Pare era una dama de tan alto rango, por eso ninguno de los hombres que había conocido se atrevió a pregunta por ella, entonces le dijo abiertamente a Hutu:
—Tú me gustas. Eres el vencedor de todos los juegos de hombres, y también a mi me has conquistado.
Hutu respondió que tenía miedo de la tribu, que se enfadaría con él. Pare dijo:
—La tribu obedecerá y hará lo que yo desee.
Entonces Hutu respondió:
—Yo no te amo. He dejado mi corazón en mi propio país.
Y Pare respondió:
—¡Oh Hutu, vete! — y entregándole su lanza, lo dejó.
Se sintió abrumada por la vergüenza y el orgullo herido al pensar que había expuesto sus sentimientos a alguien que le había rechazado.
No quiso responder a sus insinuaciones, así que, entrando en una habitación interior, lamentó su suerte un rato y luego se suicidó.
Cuando Pare fue encontrada muerta, la tribu se entristeció terriblemente y celebró un consejo para decidir qué debían hacer, porque la muerte de una dama tan ilustre no era una pérdida común.
Acusaron vehementemente a Hutu de haber causado su muerte, lo que él negó, diciendo que no podía evitarlo y contó que él simplemente había negado la propuesta de Pare de matrimonio.
La gente, sin embargo, no quiso atender a razones, e insistió en que, como Pare estaba muerta, Hutu debía morir por ella. Hutu fue hecho prisionero. Él les dijo:
—Entiendo que alguien debe morir como pago por Pare, y comprendo que sea yo, pero os ruego que me deis un poco de tiempo antes de matarme. Sólo darme tres días.
La tribu estuvo de acuerdo y Hutu fue a la casa que le habían asignado en la aldea durante su estancia en el festival.
Cuando se encontraba solo en su casa, se sentó y repitió encantamientos y hechizos como los que recitan los sacerdotes cuando piensan en la muerte.
Su espíritu abandonó su cuerpo y viajó por el camino de la muerte hacia la Tierra de las Sombras, el reino de la Gran Dama de la Noche. Cuando llegó preguntó:
—¿Dónde está Pare?
Los habitantes de la Tierra de las Sombras le dijeron que Pare estaba en el pueblo pero que no vería ni hablaría con ningún otro espíritu.
Hutu necesitaba hablar con ella, por lo que propuso a la gente practicar juegos como azotar peonzas y lanzar dardos. Jugaron en estos deportes durante mucho tiempo, pero Paré no apareció. Hutu estaba muy decepcionado y triste de corazón, pero decidió hacer un intento más, así que pidió a la gente que trajera un gran árbol y le cortaran las ramas, luego el árbol fue plantado firmemente en la tierra. Trenzó largas cuerdas que sujetó a la copa del árbol, y pidió a la multitud que tirara de las cuerdas hasta que el árbol se doblara como un arco. Hutu subió al extremo doblado con otro hombre, de repente las cuerdas se soltaron y los dos hombres salieron volando por el aire con un poderoso impulso.
A la gente le encantó este nuevo juego y aplaudieron con alegría, entonces más gente se reunió hasta que todos los espíritus de esa parte del inframundo se juntaron a observar este juego. Al poco tiempo, la fama de este nuevo tipo de columpio llegó a Pare y ella se sintió atraída a verlo con sus propios ojos. Miró un momento y luego le dijo a Hutu:
—Déjame también columpiarte… pero déjame sentarme cerca de ti y abrazarte firmemente.
Hutu accedió, contento, pensando en llevarla de vuelta otra vez, y dijo: ‘
—Pare, agárrate fuerte a mi cuello—, y a la gente les dijo: —Bajen la copa del árbol hasta el suelo.
Doblaron el gran árbol hasta que su copa tocó la tierra y luego lo soltaron. Pare y Hutu volaron hacia arriba, alto, alto, hasta tocar las raíces de la hierba y las malas hierbas que crecían en nuestro propio mundo. Entonces Hutu se agarró firmemente a las raíces y, con un fuerte impulso, sacó a Pare y a él mismo a la luz del día, saliendo exitosamente de la Tierra de las Sombras.
Fueron a la aldea y entraron en la casa donde el cadáver de Pare estaba acostado, y su espíritu entró nuevamente en su cuerpo, mientras que el espíritu de Hutu regresó también a su cuerpo, y ambos se levantaron vivos.
Luego hubo gritos de alegría del pueblo, dando la bienvenida a la vida a su dama, y abrazaron a Hutu, diciéndole que podía ir a donde quisiera.
Hutu regresó con su propio pueblo, pero algún tiempo después regresó y se casó con Pare, con quien vivió un hermoso y amoroso matrimonio, tuvieron hijos y vivieron felices en familia.
Cuento popular neozelandés, recopilado por Edward Robert Tregear (1846-1931)
Edward Robert Tregear (1846-1931) fue un folclorista neozelandés.
Fue un prolífero escritor en gran cantidad de géneros literarios. Recopiló obras folclóricas australianas y neozelandesas. Fue un académico en Nueva Zelanda, potenció la reforma social y una nueva legislación laboral.