Hubo una vez un sirviente que cuidaba las ovejas de su amo. Llegó al prado y tocó la flauta. Las ovejas lo escucharon y no quisieron pastar. Un día el amo percibió que sus ovejas no pastaban. Siguió al sirviente al campo y se escondió en el monte. El pastor tomó su flauta y empezó a tocar. Al escucharlo su maestro comenzó a bailar sin poder evitarlo, de modo que los arbustos le arrojaron sangre. Regresó a casa.
—¿Quién te arañó tanto?— preguntó su esposa.
—El criado tocó la flauta y no pude evitar ponerme a bailar.
—Eso es mentira—, dijo ella; —La gente no baila en contra de su voluntad.
—Bueno—, respondió el marido, —átame a este poste y haz que toque el sirviente.
Lo ató al poste y el criado tomó la flauta. Nuestro hombre empezó a bailar. Se golpeó la cabeza con un clavo del poste y murió.
El hijo del muerto dijo entonces al criado:
—Deberás pagarme por la pérdida de mi padre.
Fueron ante el juez para resolver el asunto y en el camino se encontraron con un trabajador que les preguntó adónde iban.
—Ante el juez.
—¿Podríais decirme por qué?
—Este hombre mató a mi padre—, respondió el hijo del fallecido.
—No fui yo quien lo mató—, respondió el pastor; —Yo sólo toqué la flauta, él se puso a bailar y murió.
—¡Eso es una mentira!— gritó el trabajador. — Nadie baila contra su voluntad. Toma tu flauta y veremos si bailo.
El pastor tomó su flauta. Comenzó a tocar y el labrador comenzó a bailar con tal actividad que sus bueyes abandonados cayeron al barranco.
—¡Págame por mis bueyes!, le gritó al pastor.
—Venid ante el juez con nosotros—, respondió.
Se presentaron ante el juez, quien los recibió en el segundo piso de la casa. Todos se sentaron. Entonces el juez dijo al criado:
—Toma tu flauta y toca delante de mí. Veré cómo tocas.
El criado tomó su flauta y todos empezaron a bailar. El juez bailó con los demás y todos cayeron al suelo y murieron. El criado se quedó con la casa del juez y heredó los bienes de todos.
Cuento anónimo popular cabila, pueblo de las montañas del noroeste de Argelia, editado en 1901 René Basset en Moorish Literature
Los cuentos populares, las leyendas, las fábulas, la mitología…, son del pueblo.
Son narraciones que se han mantenidos vivas transmitiéndose oralmente, por las mismas personas del pueblo. Por ello no tienen dueño, sino que pertenecen a las gentes, a la folclore, a las distintas culturas, a todos.
En algún momento, alguien las escribe y las registra, a veces transformándolas, a veces las mantiene intactas, hasta ese momento, son voces, palabras, consejos, cosas que «decía mi abuelo que le contaba su madre…»