Cuando una persona que actúa bajo una idea equivocada, comete un gran error. Hay un proverbio común en tamil que dice: Todo acabó como la historia de los tres sordos (Muchcheviḍan kadaiyây muḍindadu). La siguiente es la historia que se cuenta para explicar la alusión:
En una aldea remota vivían un marido y una mujer. Ambos estaban bastante sordos.
Habían hecho este arreglo en la casa: un día cocinaban repollo con tamarindo y sopa sin tamarindo, y el siguiente repollo sin tamarindo y sopa con tamarindo. Así, cada día alterno se repetían los mismos platos. Un día, mientras comía, el marido encontró el repollo de tamarindo tan sabroso que quiso comerlo también al día siguiente, y se lo dijo a su mujer.
La esposa sorda no entendió nada, y según la regla establecida, al día siguiente cocinó repollo sin tamarindo.
El marido, cuando se sentó a comer, vio que no se había cumplido su petición y, enfurecido por ello, arrojó el repollo contra la pared y salió furioso. La esposa quedó allí y comió hasta saciarse.
El marido salió y se sentó en un lugar donde se cruzaban tres caminos, para calmar su ira.
En ese momento pasó por allí un pastor. El pastor había perdido una buena vaca y un ternero y llevaba varios días buscándolos. Cuando vio al sordo sentado en el camino, pensó que sería un adivino y le pidió que, basándose en su conocimiento de Jôsyam, averiguara dónde probable que se encontrara la vaca. El pastor también estaba muy sordo, y el hombre, sin oír lo que decía el pastor, tal vez por su ira o por su sordera, pensaba que lo estaba insultando, y no deseaba que lo molestaran. Al sentirse insultado, el marido extendió la mano, señalando el rostro del pastor.
El pastor entendió que esta señal indicaba la dirección donde se encontrarían la vaca y el ternero perdidos, justo detrás de él, y pensando así, el pobre pastor dio media vuelta y siguió en esa dirección, prometiendo regalarle el ternero al adivino si lo encontraba allí con la vaca.
Para su alegría, y por mera casualidad, los encontró. Se puso loco de alegría. “Ese es un adivino maravilloso — pensó —. Debo regalarle el ternero”. Así pensó para sí y volvió con ellos al sordo y, señalando el ternero, le rogó que lo aceptara.
Lamentablemente, sucedió que la cola del ternero estaba rota y torcida.
El hombre, sin entender nada, pensó que el pastor lo culpaba sin razón por haberle roto la cola al ternero, cuando él no sabía nada de ello, y por eso, con un gesto de la mano, negó la acusación.
El pastor confundió esto con un rechazo del ternero y, creyó que lo que el hombre deseaba como pago era la vaca. El pastor dijo:
—¡Qué codicioso eres! Te prometí sólo el ternero y no la vaca.
El marido dijo:
—No sé nada ni de tu vaca ni de tu ternero. Nunca le rompí la cola al ternero. Algún otro debe haberlo hecho.
Así riñeron, sin entenderse, durante mucho tiempo, cuando pasó por allí un tercero.
El tercer hombre, entendiendo la causa de la disputa, y queriendo sacar provecho de su estupidez, se interpuso, y dijo en voz alta, pero para no ser escuchado por el marido sordo:
—Bueno, pastor, será mejor que te vayas con la vaca. Estos adivinos son siempre codiciosos. Déjame el ternero y haré que lo acepte.
El pastor, muy contento de haber asegurado a la vaca, caminó a casa, dejando el ternero con la tercera persona. Cuando el pastor se hubo ido, el pasajero le dijo al sordo:
—Ya ves cuán ilícito es que el pastor te acuse de una ofensa que nunca cometiste. Siempre es el caso de los pastores. ¡Son los mayores tontos del mundo! Pero no importa, siempre y cuando me tengas por amigo. De alguna manera le explicaré tu inocencia y le devolveré el ternero.
El marido, muy contento, corrió a casa para escapar de las consecuencias de una supuesta culpa. A costa de la estupidez y sordera de ambos, el tercer viajero caminó a casa con el ternero.
El marido, a su regreso, se sentó a cenar y su esposa le sirvió la col de tamarindo. Se le ocurrió poner el dedo en el lugar donde previamente se había servido en la hoja el repollo sin tamarindo. Al llevárselo a la boca, lo encontró tan dulce que volvió a pedir ese plato. La esposa le respondió que ya había vaciado la sartén.
—Entonces al menos tráeme la col que se pega a la cacerola—, dijo el marido; y la esposa hizo lo mismo.
Aquí termina la historia. También se dice que la última parte es la explicación de un proverbio que prevalece en tamil: “Śevuru kîraiayi vaḷichchu pôḍuḍi śuṇaikeṭṭa mûḷi”, que significa: “Oh, mujer sorda e insensible, dame al menos el repollo que se pegó a la cacerola.”
Cuento popular del sur de la India, recopilado por Natesa Sastri (1859–1906)
Paṇḍit Naṭêsá Sástrî o Natesa Sastri (1859-1906) fue un hindú políglota y erudito.
Hablaba 18 idiomas y transcribió distintas obras al inglés, entre ellos cuentos y textos folclóricos de la India.