Viracocha es el dios supremo en la tradición Inca. Se le conoce como Viracocha, Huiracocha, Wiracoqa y Wiro Qocha.
Hace mucho, mucho tiempo, todo estaba en oscuridad, y el dios Viracocha creó entonces el cielo, la tierra, la luna y las estrellas. Así el mundo se llenó de luz.
Luego Viracocha engendró sus tres hijos: Inti, Mama Quilla y Pachamama.
Entonces Viracocha quiso compañía y creo a los seres humanos. Cogió una roca y sopló sobre ella, y así surgió el primer hombre y la primera mujer. Estos primeros seres fueron el inicio del antiguo pueblo inca. Pero los primeros humanos no tenían cerebro, eran gigantes ingobernables, y Viracocha, enojado, destruyó toda la antigua civilización en un gran diluvio. En el diluvio, todos los gigantes se transformaron nuevamente en piedras, y muchos aun podemos verlos en lugares como Tiahuanaco o Pukará. Pero decidió rescatar a el hijo de Inti, Mano Capac, y su esposa, Mama Ocllo, para crear una nueva civilización.
Esta nueva civilización la creo con arcilla. Les regaló ropas, lenguaje, agricultura y el arte.
También creo todos los animales, los pájaros y las plantas de este mundo.
Todos los cuerpos celestes, y las divinidades, y todo, fue creado en el lago Titicaca de Perú.
Cuando su creación estuvo lista, cuentan que Viracocha se vistió de mendigo y decidió recorrer el mundo para enseñar y difundir el conocimiento a la civilización. Asumió nuevos nombres, como Kon-Tiki, Atun-Viralocha, Contici Viralocha, Pachayachachic…
En sus viajes le acompañaron Imaymana Viracocha y Tocapo Viracocha, dos de sus hijos.
Algunas veces los humanos no reconocían a los dioses cuando llegaban a sus aldeas a mostrarles el conocimiento y la verdad, les arrojaban piedras y los hechaban, por lo que acabaó llendo a Manta, en Ecuador, y decidió cruzar las aguas del Pacífico en una gran balsa, hacia el oeste. Prometió regresar algún día con los Incas y a todos los lugares donde el enseñó, pero no se volvió a saber de él.
Varicocha se representa con una luz en su corona porque trae la luz. Porta dos varas en sus manos como rayos y su rostro tiene lágrimas que simbolizan la lluvia.
Los cuentos populares, las leyendas, las fábulas, la mitología…, son del pueblo.
Son narraciones que se han mantenidos vivas transmitiéndose oralmente, por las mismas personas del pueblo. Por ello no tienen dueño, sino que pertenecen a las gentes, a la folclore, a las distintas culturas, a todos.
En algún momento, alguien las escribe y las registra, a veces transformándolas, a veces las mantiene intactas, hasta ese momento, son voces, palabras, consejos, cosas que «decía mi abuelo que le contaba su madre…»