Una mujer es más astuta que ocho hombres. Cuento popular de Laos, recopilada por Katherine Neville Fleeson, editada en 1899, en el libro Laos Folk-Lore of Farther India.


Chum Paw era una doncella del país del sur. Muchos pretendientes la deseaban, pero, por su arte y sus artificios, cada pretendiente se creía el único. Cada uno la ansiaba para el matrimonio, y un día en que uno la presionaba para que dijera la fecha de sus nupcias, ella dijo:
—Constrúyeme una casa y me casaré contigo cuando todo esté listo—. A los demás pretendientes, ¿les dijo las mismas palabras?
Cada hombre buscó en la jungla bambú para una casa y, sucedió, mientras estaban en la jungla que todos se encontraron.
—¿Qué buscas?— se preguntaron unos a otros.
—¿Qué buscas?
Y la única respuesta era:
—He venido a cortar leña para mi casa.
Y, mientras comían juntos el almuerzo, cada uno tenía una vara de bambú rellena de pollo y arroz. Ahora bien, sucedió que Chum Paw les había dado los palos de bambú a los hombres y, he aquí, al comparar, encontraron que los pedazos de sus distintos palos eran partes de un pollo, y al unísono, gritaron:
—Chum Paw nos ha engañado. Venid, matémosla. A cada uno le ha prometido casarse; y a todos nos ha engañado.
Todos los hombres se enojaron mucho y juraron matar a la mujer mentirosa.
Chum Paw, al ver a los hombres regresar juntos, supo que se conocía su engaño y se dio cuenta de que buscaban matarla.
—Os ruego que me perdoneis la vida, pero tómarme y vénderme como esclava al capitán del barco que está en la desembocadura del río.
Cediendo, los pretendientes la llevaron ante el capitán. Ella, sin embargo, se adelantó y le dijo en privado al capitán que tenía siete jóvenes, sus esclavos, a quienes le vendería por setecientas piezas de plata. Al ver que los jóvenes eran deseables, el capitán le dio la plata a Chum Paw, y ella huyó mientras los siete amantes eran encadenados.
Chum Paw huyó a la jungla, pero, asustada por las fieras salvajes, buscó refugio en un árbol. Y aconteció que los pretendientes escaparon del barco y ellos también buscaron refugio en la selva.
Sin poder dormir y también asustados, uno de ellos trepó a un árbol para estar a salvo de las fieras, y he aquí, era el mismo árbol en el que Chum Paw se había refugiado.
—Guarda silencio, no hagas ruido, no sea que los demás nos escuchen—, susurró Chum Paw. —Te amo y sabía que eras sabio y escaparías del barco. Sólo deseaba la plata para que la gastáramos juntos.
El desafortunado creyó todo cuanto le dijo y trató de abrazarla, pero al levantar los brazos, Chum Paw lo arrojó al suelo, con la esperanza de matarlo. Los demás, al oír el alboroto, temieron que hubiera un oso grande en el árbol y huyeron apresuradamente. El pretendiente, a quien Chum Paw había arrojado del árbol, ileso, huyó con ellos.
Chum Paw al ver que todos huían corrió detrás, ya que sabía que ninguna bestia la atacaría mientras hubiera tanta conmoción.
Cuando los pretendientes miraron hacia atrás, la vieron, pero la confundieron con un oso y corrieron más rápido, y finalmente todos, los siete pretendientes y Chum Paw llegaron a sus casas.
Sabiendo que los pretendientes volverían a buscarla para matarla, Chum Paw hizo un festín con todas las cosas que más les gustaban e invitó a los jóvenes a venir.
Toda la comida fue preparada por Chum Paw y envenenada.
—Lo único que deseo es hacerme una bendición antes de morir, así que os ruego que comais de mi comida y me perdonéis, porque merezco la muerte—, dijo la doncella, mientras se sentaban en su casa. Todos comieron; y todos murieron.
Chum Paw llevó seis cuerpos al interior de la casa y preparó uno para la tumba. Llorando y lamentándose, corrió hacia el vecino más cercano, gritando:
—Quiero que un hombre venga a enterrar a mi marido. Murió anoche. Como tenía viruela, le daré cincuenta monedas de plata al que lo entierre.
Un hombre codicioso dijo:
—Yo lo enterraré.
Cuando llegó a la casa, Chum Paw dijo:
—Muchas veces ha muerto y ha vuelto a la vida. Si regresa, no tendrás el dinero.
El hombre tomó el cuerpo, hizo una tumba profunda, lo enterró y regresó por su plata.
—¡Mira! ¿Cómo te voy a pagar? ¡Sobre la estera yace el cuerpo!
El hombre codicioso, esta vez hizo una tumba más profunda y enterró el cadaver nuevamente, creyendo que era el mismo hombre.
Cuando regresó a la casa para cobrar ocurrió igual.
Seis veces enterró el cuerpo, y creyendo que era el mismo cuerpo, y, al regresar y encontrarlo por séptima vez, gritó enojado:
—No volverás nunca más.
Tomando el cuerpo consigo, encendió un fuego, colocó el cuerpo encima y, mientras ardía, fue al arroyo en busca de agua. Cuando regresó, he aquí que allí estaba un carbonero, negro por su trabajo.
Lleno de ira, el hombre corrió hacia él gritando:
—¿Volverás otra vez?, Me causarás problemas otra vez, ¿verdad?.
El carbonero respondió:
—No entiendo ¿Qué me está diciendo?
El hombre no oyó ni una palabra, pero luchó contra el carbonero y, mientras luchaban, ambos cayeron al fuego y murieron quemados.
Chum Paw construyó una hermosa casa y gastó la plata como quiso.
Cuento popular de Laos, recopilada por Katherine Neville Fleeson, editada en 1899, en el libro Laos Folk-Lore of Farther India.