

Algunos cazadores salían con sus camellos, y cuando llegaban al coto de caza, soltaban a sus camellos para que pastaran mientras ellos cazaban hasta la puesta del sol. Luego regresaban a su campamento.
Un día, mientras uno de los cazadores iba por allí, vio las marcas de un ogro, de tres pies de ancho cada una, y empezó a seguirlas. Prosiguió y encontró el lugar donde el ogro había hecho su guarida. Volvió y dijo a sus compañeros:
—He encontrado las huellas de un ogro. Venid, busquémoslo.
—No—, respondieron los otros cazadores, —no iremos a buscarlo, no somos más fuertes que él, no podremos vencerlo.
—Concédanme catorce días—, dijo el cazador. —Si vuelvo antes de este tiempo, veréis lo que puedo hacer. Si no, llevaos mi camello con la caza.
Al día siguiente partió y empezó a seguir las huellas del ogro. Caminó durante cuatro días, hasta que descubrió una cueva. Entró y dentro encontró una hermosa mujer, que le dijo:
—¿Qué te trae aquí? Si te quedas aquí serás devorado por un ogro.
—Pero tú—, respondió el cazador, —¿cuál es tu historia y cómo te trajo aquí el ogro?
—Hace tres días me robó—, respondió ella. —Estaba comprometida con el hijo de mi tío, luego el ogro me llevó. Me he quedado en la caverna. A menudo me trae comida. Me quedo aquí y él no me mata.
—¿Por dónde entrará—, preguntó el cazador, —cuando regrese aquí?
—Por este camino—, respondió ella.
El cazador entró en el centro de la cueva, cargó su arma y esperó. Al atardecer llegó el ogro. El cazador apuntó y disparó, alcanzando al ogro entre los ojos mientras estaba sentado. Acercándose a él vio que había traído consigo dos hombres para cocinarlos y comerlos. Por la mañana empleó el día en recoger la plata escondida, tomó lo que pudo y emprendió el regreso. Al decimocuarto día llegó al lugar donde había dejado a sus compañeros y los encontró allí.
—Dejad lo que tengáis entre manos y volved conmigo a la cueva—, les dijo.
Juntos regresaron, y cuando llegaron tomaron todas las armas y las pieles, las cargaron en sus camellos y emprendieron el regreso a su aldea. A medio camino de casa pelearon para ver quién debía casarse con la mujer. La pólvora también habló entre ellos.
Nuestro hombre mató a cuatro, se llevó a la mujer a casa y se casó con ella.
Cuento anónimo popular berebere editado en 1901 René Basset en Moorish Literature
Los cuentos populares, las leyendas, las fábulas, la mitología…, son del pueblo.
Son narraciones que se han mantenidos vivas transmitiéndose oralmente, por las mismas personas del pueblo. Por ello no tienen dueño, sino que pertenecen a las gentes, a la folclore, a las distintas culturas, a todos.
En algún momento, alguien las escribe y las registra, a veces transformándolas, a veces las mantiene intactas, hasta ese momento, son voces, palabras, consejos, cosas que «decía mi abuelo que le contaba su madre…»