principe y princesa

Versión El mano de oro Castellano Estándar

Cuentos con Magia
Cuentos con Magia
Cuentos de terror
Cuentos de terror
Criaturas fantásticas
Criaturas fantásticas

Había un señor que tenía tres hijas jóvenes.

Un día les dijo:

—Yo voy a salir, hijas.

Y cortó tres ramitas de albahaca de la India. Les dio a cada una una ramita y les dijo:

—Si ustedes van a tener mala suerte, se les secará la ramita para cuando yo vuelva. Si van a tener buena suerte, no.

Hacía diez días que él se había ido. Una tarde apareció un joven hermoso y pidió posada a las chicas. La mayor no quería darle posada al joven, y la menor dijo que era una imprudencia negársela.

—Yo le voy a decir que se quede en el galpón —dijo la mayor.

Las otras hermanas se enojaron, pero el joven quedó en el galpón.

Después la menor tuvo una idea: pensó que ese hombre podía tener malas intenciones porque ellas eran tres chicas solas. Entonces decidió agarrar una aguja y ponerse a coser por la noche. Las otras hermanas dormían profundamente, y ella, con recelo, estaba cosiendo. Sintió un golpe en la puerta. Vio una mano que estaba destrabando la puerta. Ella bajó un cuchillo —o mejor dicho, un machete— y le cortó la mano a quien intentaba entrar. Ella era valiente.

El hombre desapareció, pero dijo:

—Me la van a pagar —eso escuchó ella.

No le contó nada a sus hermanas. Tomó la mano temprano y la enterró en el jardín.

Las demás se levantaron. El hombre no estaba. Le preguntaron a ella cómo se había levantado tan temprano y si había visto a qué hora salió. Ella dijo que no.

—Pero mi albahaca se secó —dijo.

—Papá nos va a castigar a todas —dijo asustada la mayor.

Ella dijo:

—No es nada. Vayan ustedes adelante con las albahacas y yo más atrás. Y présteme la de ustedes que se la voy a mostrar a papá.

Las demás, para que no la castigaran a ella, aceptaron así.

La niña menor pensó que ese joven, por algún hechizo, había hecho secar la albahaca. Eso no era bueno. Pero no quiso decir nada, porque ella le había cortado la mano.

Todos los días miraban hacia dónde había ido el padre.

Un día, al atardecer, lo vieron venir. Salieron a recibirlo. La menor salió más atrás para poder hacer el cambio con la mano. El viejo, contento con sus tres hijas, dijo:

—Bueno, ustedes tendrán suerte.

Pocos días después apareció un hombre con una mano de oro, del lado que ella le había cortado.

Él se fue y mandó hacer una mano de oro.

Llegó de tarde y pidió posada al viejo. Ya estaba el padre. El viejo, tan contento porque llegó alguien, le dio posada. La chica que le cortó la mano lo reconoció, pero ni sus hermanas, ni el padre, ni nadie lo sabía.

Entonces cenaron todos contentos, pero la muchacha que le había cortado la mano no se sentó a la mesa.

El joven le dijo al viejo que buscaba novia, que por eso andaba paseando por ahí. Y que si alguna de sus hijas quería casarse con él, se casaría. El viejo dijo que sí. Llamó a las tres hijas y preguntó:

—¿Con quién querés casarte?

—Con la más joven —contestó el joven.

Ella dijo:

—No puedo casarme con usted.

El padre preguntó:

—¿Por qué, hija?

—No me agrada —contestó la chica.

Entonces el viejo le dijo al joven:

—Cásate con la mayor —que ya tenía edad para casarse.

Ella aceptó. Se casaron. Estuvieron unos días en la casa del suegro. Él era muy bueno con las cuñadas. Después emprendieron viaje y se fueron.

—Dentro de quince días —dijo el joven— voy a venir a buscar a una de mis cuñadas.

—Bueno —le dijo el suegro.

Volvió a llevar a otra cuñada. Se fue la del medio.

La llevó lejos, le hizo unas preguntas y le dijo:

—¿Se acuerda cuando pedí posada y ustedes me cortaron la mano?

Ella dijo que recordaba cuando pidió posada, pero que ella no fue la que le cortó la mano.

Entonces él dijo:

—Pero bueno, ya me la van a pagar. Y ya me la están pagando.

La chica se agachó a llorar y le dijo:

—Canalla, usted me está haciendo sufrir. Y a mi hermana, quién sabe qué le hizo.

Él le dijo:

—Nada, pero me van a devolver mi mano.

La llevó lejos a una casa con muchas habitaciones, todas cerradas. Solo la habitación para ella estaba abierta. Llamó a la hermana, pero no respondió; la casa estaba vacía.

Él le dijo:

—Quedate aquí. Mientras no me devuelvan la mano no vas a poder salir.

Le dio muchas llaves de las habitaciones cerradas y le mostró toda la casa, y le dijo:

—Esta habitación no la abras —y le dio una llave pequeña para esa habitación.

—Porque si la abres, yo me voy a dar cuenta.

Todos los días él salía y volvía tarde. La castigaba y le pedía la llave.

Cuando él salía, ella escuchaba gemidos en esa habitación que nunca abría. Ella dijo:

—Quién sabe, tal vez es mi hermana —y fue y abrió la puerta.

Y allí, en esa habitación, encontró a su hermana muerta, y a un joven que estaba muy mal, degollado, y hablaba. Ese era el que gemía. Ella le curó y fue mejorando.

Volvió él y miró la llave. Encontró una gota de sangre. Y le dijo:

—Abriste la habitación que te dije que no abrieras. Mataste a esa chica y la tiraste en esa habitación.

Y dijo:

—Bueno, voy a traer a la otra hermana. Las voy a matar a todas y el viejo tonto las va dejando.

Entonces él fue y trajo a la otra cuñada. El viejo confiado porque él le llevó muchos regalos, y él le dijo al padre que dejara ir a esa hija porque las otras hermanas tenían muchas ganas de verla.

La chica le dijo al padre:

—Bueno, papá, me voy, pero jamás voy a volver.

—No seas tonta, si tu hermana está bien, muy pronto volverán las tres —dijo el mano de oro.

Ella agarró un rosario y se fue con el mano de oro.

Él la llevó a la misma distancia que la otra. Le preguntó por la mano. Ella le dijo:

—Su mano está en el jardín. Yo fui la que se la corté. Entonces él la levantó y la llevó hasta la casa. Le entregó todas las llaves y le dijo que no abriera esa habitación donde estaba el secreto del cadáver.

—Porque si la abrís, a los tres días te voy a matar.

Él salía todos los días como de costumbre.

Ella fue y abrió la habitación. El joven que ella había curado estaba casi sano y habló mucho con ella. Él le dijo:

—Soy hijo del rey. Si me salvas, me caso contigo.

Ella agarró el rosario y rezó todo el día. Andaba por toda la casa rezando y agarraba la cruz del rosario.

El mano de oro era el diablo. Él no podía volver porque ella rezaba y él tenía miedo de la cruz del rosario. Ella resucitó a su hermana y la llevó a la casa.

Y ella salvó al joven. Y le dijo que se fueran porque ya estaban salvados.

El día que ella llevó al joven, pasaron tres carros llenos de leña. El joven reconoció los carros porque siempre llevaban leña al palacio del padre y le pidió que lo llevaran allí.

El mano de oro venía por el camino porque sabía todo y le detuvo al carretero. Le ofreció mucho, mucho dinero por ese carro. Allí iban los jóvenes. El carretero casi lo vendió, pero ella sacó el rosario y rezó, y el mano de oro no volvió en el carro. El carretero los llevó hasta la casa del rey, en el pueblo.

Descargaron la leña y sacaron al hijo del rey y a la muchacha que lo salvó. El joven había estado encantado por el diablo.

El rey y la reina llegaron muy contentos al pueblo.

El joven le pidió al padre que se casaría con esa chica. Los padres estuvieron muy contentos y lo concedieron.

Pero el mano de oro siguió a los jóvenes para matarlos. ¡Pero se les escapó!

Por todos lados pusieron guardias en el reino porque sabían que él iba a matar al hijo y a la chica.

Hasta que al fin se casó el joven con la muchacha.

Criaron un perro bravo para vigilar la casa. Tenían un sirviente que cuidaba al perro. Un día, en la esquina, se encontró con un hombre y vendió el perro. El comprador prometió matar al perro, entrar en la casa y devolverlo vivo. Él aceptó.

Llevaron al perro vivo a la casa del rey. La dueña miró al perro y vio su barriga grande y había otro dentro. Le preguntó al sirviente:

—¿Qué comió el perro para tener la barriga tan grande?

—El hígado que le di —respondió el sirviente.

¡Mire qué hígado tenía dentro el perro!

La señora llamó a su esposo y le contó lo que pasaba.

—Mira este perro. Está el mano de oro adentro.

El esposo no lo creía, pero ella sabía porque era muy inteligente.

El perro dormía entre las dos camas y esa noche ella mandó poner muchos cascabeles en la cama de él y de ella. Y dijo a los guardias que cuidaran esa noche porque algo malo iba a pasar.

Y justo a medianoche sintió que la cama se movía y hacía ruido. Era el mano de oro que salía del perro para matarlos con un revólver en la mano. Ella, que siempre tenía el rosario, lo agarró y gritó a los guardias. Vinieron, agarraron al mano de oro y lo quemaron en la plaza para dar ejemplo.

Quedó esposa del hijo del rey, y todos la querían mucho porque había salvado al hijo del rey. Así el diablo murió y no hizo más daño a la gente.

Versión Texto Original

CORRIENTES

Había un señor que tenía tres hijas muchachas.

Un día dijo:

-Yo voy a salir, hija.

Y cortó tres gajos de albahaca de la India. Y dio a cada una un gajo de albahaca. Y le dijo:

-Esto es si usté van a tener mala suerte, se va secar el gajo para cuando yo vuelva. Si van a tener buena, no.

Hacía diez días que se jue. Apareció un joven lindo, una tarde. Pidió posada a las chicas. La más vieja no quería dar posada al joven. Y la menor de toda dijo que era una imprudencia.

-Yo le voy a decir que quede al galpón -dijo.

La otra hermana se enojaron, pero el joven quedó al galpón.

Depué ella le vino una idea. Que ese hombre podía tener un mal pensar con ella porque son tre chica sola y entonce dispuso de agarrar una costura y se puso a costurar de noche. Las demás hermanas dormían juerte. Y ella con el recelo estaba cosiendo. Sintió un golpe a la puerta. Vio una mano que destrancaba ya la puerta. Ella bajó un cuchillo, un machete, y le corta la mano del que ‘taba destrancando la puerta. Ella era de coraje.

El hombre desapareció, pero dijo:

-Me la han de pagar -eso oyó ella.

Ella no le contó ni a su hermana lo que hizo. Agarró la mano, temprano, y enterró en el jardín.

Se levantaron las demás. No ‘taba el hombre. Le preguntaron a ella, como ella se levantó tan temprano, si no vio qué hora salió. Ella dijo que no.

-Pero mi albahaca se secó -dijo.

-Papá nos va a castigar a todas -dijo asustada la mayor.

Ella dijo:

-No es nada. Vayen ustedes por delante con la albahaca y yo más atrás. Y prestemé el de usté, que le voy a mostrá el de usté a papá.

Las demás por no castigarse ella, acetaron así.

La niña menor pensó que ese joven por arte le había hecho secar la albahaca. No era güeno eso. Pero no quería decir, porque ella le cortó la mano.

Todos los días miraban para donde fue el padre.

Un día de tardecita vio que venía. Y salieron a encontrale. Y la más joven salió más atrás para poder hacer el cambio de mano. El viejo contento con las tres hijas dijo:

-Bueno, ustedes tendrán suerte.

Poco día depué apareció un hombre con una mano de oro, de un lado. La que ella le cortó.

Él se jue y se mandó poner una mano de oro. 

Llegó de tarde y pidió posada al viejo. Ya ‘taba el padre. El viejo tan contento que llegó una persona, le dio posada. La chica que le cortó la mano le conoció, pero ni la hermana sabía, ni el padre, ni nada.

Y entonce cenaron todo contento, pero la muchacha que le cortó la mano no jue a la mesa.

El mozo le dijo al viejo que buscaba novia, por eso salía a pasear por ahí. Y que si una de las hijas de él quería casarse que él se casaría. El viejo dijo que sí. Llamó la tre hija y preguntó:

-¿Con quién querés casate?

-Con la má joven -contestó el joven.

Dice ella:

-No puedo casame con usté.

Preguntó el padre:

-¿Por qué, hija?

-No es de mi agrado -contestó la chica.

Antonce le dice el viejo al joven:

-Casate con la más vieja -que ya tenía edad de casamiento.

Esa acetó. Se casó. Estuvieron unos días en la casa del suegro. Muy contento, muy bueno él con las cuñadas. Despué armaron viaje y se jueron.

-Dentro de quince día -dice el joven- he de venir a buscar una de mis cuñadas.

-Bueno -le dice el suegro.

Volvió a llevar a otra de las cuñadas. Se fue la del medio.

Le llevó lejo. Le hizo unas preguntas. Y le dice:

-¿Usté se acuerda cuando pedí posada y ustedes me cortaron la mano?

Le dijo que recordaba cuando pidió posada pero que ella no era la que le cortó la mano.

Y entonce él dijo:

-Pero, bueno, ya me la van a pagar. Y ya me la están pagando.

Se agachó a llorar la chica. Y le dijo:

-Canalla, usté me está judeando. Y a mi hermana, quién sabe usté qué le hizo.

Él le dijo a ella:

-Nada, pero me van a devolver mi mano.

Le llevó lejo adonde había mucha pieza pero toda cerrada. Sólo la pieza para ella ‘taba abierta. Y la llama a la hermana, y nada, y vacía la casa.

Él le dijo:

-Quedate aquí. Mientra no me devuelva la mano no vas a ir.

Le dio muchas llaves de las piezas que ‘taban cerradas y le mostró toda las piezas y le dijo:

-Esta pieza no me vaye abrir -y le dio una llave chiquita de esa pieza.

-Porque si usté abre yo voy a saber.

Todos los días él salía y venía tarde. Y le castigaba y le pedía la llave.

Cuando él salía ella sentía unos gemidos en esa pieza que nunca abría. Ella dijo:

-Quén sabe no es mi hermana -y jué y abrió la pieza.

Y áhi, en esa pieza, encontró la hermana muerta. Y un joven que ‘taba mal, mal, degollado y hablaba. Y ése es el que gemía. Bueno, ella le curó al joven y jue mejorando.

Volvió él y miró la llave. Y encontró una gota de sangre. Bueno. Y le dice él:

-Usté abrió la pieza que le dije que no abriera nunca. Y la mató a ésa y la tiró en esa pieza.

Y dijo:

-Bueno, yo voy a traer a la otra su hermana. Y la mataba toda y el viejo pavo iba dejando.

Entonce él jue y trajo la otra cuñada. El viejo confiado porque él le llevó mucho regalo. Y él le dijo al padre que dejase ir esa hija que las otras hermanas tenía mucha gana de verla.

La chica le dijo al padre:

-Bueno, papá, me voy, pero jamá voy a volvé.

-No sea tonta, si tu hermana ‘tán bien, muy prontito van a volvé la tre -dijo el mano de oro.

Ella agarró un rosario y se va con el mano de oro.

Él le llevó a la misma distancia que la otra. Le bajó y le preguntó de la mano. Ella le dijo:

-Su mano ‘tá en el jardín. Yo jui la que le corté. Antonce él le alzó y le llevó hasta la casa. Le entregó todas las llaves. Y le dijo que esa pieza no le abriera, donde tiene el secreto de lo cadáver.

-Porque si abrí, a lo tre día te voy a matar. Él salía todo lo día como de costumbre.

Ella jue y abrió la pieza. El mozo que curó la hermana, esa hermana que mató el mano de oro, estaba casi sano. Y habló mucho con ella. Y él le dijo:

-Yo soy hijo del Rey. Si usté me salva yo me caso con vos.

Ella jue y agarró el rosario y rezó. Y rezaba todo el día. Andaba por toda parte de la casa rezando y agarraba la cruz del rosario.   

El mano de oro era el diablo. Él no podía volver porque ella rezaba y él tenía miedo de la cruz del rosario. Ella resucitó la do hermana y le hizo llevá a la casa.

Y ella le salvó al joven. Y le dijo que se jueran que ya ‘taban salvado.

Bueno… El día que ella le llevó al joven, pasaba tres carros llenos de leña. El joven conoció los carros, que llevaba siempre leña al palacio del padre. Y le pidió que lo llevase a lo do.

Y el mano de oro venía por el camino, porque él sabía todo, y le atajó a lo carrero. Le ofertó, pero mucha, mucha cantidá de plata por ese carro. Áhi iban lo jóvene. El carrero casi se lo da, pero ella sacó el rosario y rezó y el mano de oro no volvió en el carro. Y el carrero le llevó hasta la casa del Rey, en el pueblo.

Descargaron la leña y sacaron el hijo del Rey y la muchacha que le salvó. El joven había estado en encanto por el diablo.

Y vino el Rey y la Reina y todo contento ‘taban en el pueblo.

Le pidió el mozo a lo padre que él iba a casarse con esa chica. Concedieron lo padre, muy contento.

Pero el mano de oro siguió a lo do jóvenes para matarlo. ¡Que se le escapó, po!

Por todo lado ponían guardia lo Reye porque sabía que ése iba a matar el hijo y la niña.

Hasta que al fin se casó el joven con la gurisa.

Criaron un perro bravo para vigilar la casa. Tenían un sirviente que cuidaba el perro. Un día en l’asquina se encontró con un hombre y le trateó el perro. Él pensó un poco y como era mucho el dinero vendió el perro. Le prometió el comprador matar el perro y entrar adentro y hacer vivir el perro otra vez. Él acetó todo.

Y llevó el perro otra vez vivo a la casa del Rey. La dueña miró el perro y ve la panza grande del perro y estaba el otro adentro. Y le dice al sirviente:

-Pero, ¿qué comió el perro que ‘tá tan grande la barriga del perro?

-El hígado que le di -dijo el sirviente.

¡Mire que hígado tenía adentro el perro!

La señora llamó el esposo y le dijo lo que pasaba.

-Mire este perro. Está el Mano de Oro adentro.

Y no creía el esposo. Ella adivinaba porque era muy viva.

El perro dormía entre la do cama y ella esa noche mandó poner muchos cascabel por la cama de él y de ella. Y le dijo a los guardias que cuidase esa noche, que algo malo iba a suceder.

Y jue a la medianoche. Sintió que tocó la cama y hizo ruido. Era el Mano de Oro que salía de adentro el perro para matarlo a lo do con revolve en mano. Ella, como era que siempre tenía el rosario, agarra el rosario y grita a la guardia. Y vinieron y le agarraron al Mano de Oro y lo quemaron en la plaza a él y al sirviente para que hubiera ejemplo de esa historia.

Y quedó de esposa del hijo del Rey. Y todo le quería mucho porque le había salvado al hijo del Rey. Así el diablo murió y no hizo mal a otra gente.

Narcisa Ramírez de González, 48 años. Yapeyú. San Martín. Corrientes, 1952.

Mujer originaria del lugar. Curandera de fama. Muy buena narradora.

La sintaxis de la narradora es la de muchos bilingües (guaraní-español) de la región, como lo es ella.

Cuento popular argentino recopilado por Berta Vidal de Battini en Cuentos y Leyendas populares de la Argentina en 1980, texto publicados en la Biblioteca Virtual de Miguel de Cervantes

Berta Vidal

Berta Vidal de Battini (1900-1984) fue una folclorista, escritora, investigadora y docente argentina, con una labor importante en el estudio e investigación de la cultura argentina.

Otros cuentos y leyendas