Había una vez un viejo y astuto cocodrilo que vivía en una charca cerca de una aldea, y a veces era tan feroz que agarraba a los niños que solían ir a buscar agua allí, luego los ahogaba y se los comía. De hecho, se había convertido en el terror del lugar.
Un año hubo una sequía muy grande, y e la charca poco a poco empezó a secarse, y al final se secó por completo, y se podía ver al Cocodrilo asándose al sol.
Solía gritar a los transeúntes:
—¡Oh! Por favor, tened piedad de mí y mostrarme dónde puedo ir a buscar agua, porque me estoy muriendo con este calor.
—¡De hecho, no!— todos decían; —Nos alegramos de verte sufrir, porque ¿acaso no nos habéis hecho sufrir muchas veces quitándonos nuestras cabras y, a veces, incluso nuestros hijos? No te ayudaremos de ninguna manera.
Por fin pasó un anciano y el Cocodrilo le rogó por su vida, y al principio respondió como los demás, pero luego cedió y dijo:
—Bueno, si me sigues, te llevaré a una charca que nunca se seca.
Entonces el Cocodrilo lo siguió y le mostró una charca no muy lejos, la cual estaba llena de agua.
El anciano entró primero en la charca y, llamando al Cocodrilo, le dijo:
—¡Mira qué profundo es!.
Tan pronto como el Cocodrilo tomó un buen trago, agarró la pierna del anciano.
—¡Ah-jo! ¡Ah, ho!— dijo el anciano; —¿Qué estás haciendo? ¿Qué estás haciendo?
—Bueno—, respondió el Cocodrilo, —he tomado un buen trago, gracias a ti, y como llevo muchos días sin comer, voy a prepararte una comida. Eso es lo que voy a hacer.
—¡Miserable y desagradecido bruto! —dijo el anciano; —¿Es así como me recompensas?
En ese momento apareció a la vista un chacal que venía a tomar un trago (los chacales, como sabemos, son los animales más astutos de todos), y el anciano dijo:
—Déjame que le cuente nuestro caso al chacal, y si el dice que debes comerme, yo lo aceptaré y me comerás.
Luego, el anciano le hizo una seña al Chacal para que se acercara a al charca y, contándole todos los hechos del caso, el Chacal le dijo:
—Sabes que siempre soy un juez justo, y si quieres que yo decida, debes hacer esto: Muéstrame el lugar de donde trajiste al Cocodrilo.
Entonces los tres regresaron a la charca cerca de la aldea, y el Chacal dijo:
—Muéstrame el lugar exacto donde encontraste al Cocodrilo por primera vez.
Y cuando llegaron allí, el Chacal dijo:
—Ahora les voy a dar mi juicio, así que prepárense para escuchar.
Luego, volviéndose hacia el anciano, le dijo en voz baja:
—¡Viejo tonto! ¿Qué te hizo ayudar a un cocodrilo? Ahora, corre en una dirección y yo correré en la otra.
El Chacal dio un salto y pronto se perdió de vista, y el anciano también se dio a la fuga y pronto se escapó. El viejo y astuto Cocodrilo, ahora alejado de su presa, se dijo a sí mismo:
—Conozco el camino de regreso a esa charca de agua, y algún día me vengaré de ese Chacal, porque seguramente vendrá allí a beber agua.
Entonces regresó, y como había muchos árboles cerca de la charca, algunas de cuyas raíces se hundieron bajo el agua, el Cocodrilo fabricó allí una trampa. Poco después el Chacal vino a beber agua y el Cocodrilo le dio un súbito mordisco en la pierna y la sujetó.
—¡Oh, tonto Cocodrilo!— dijo el Chacal; —Crees que me has agarrado de la pierna, ¿verdad? pero es sólo la raíz de un árbol.
Dicho esto, el Cocodrilo lo soltó y el Chacal saltó alegremente fuera de su alcance.
El Cocodrilo entonces decidió que intentaría algún otro plan para atraparlo; y como de uno de los árboles caían grandes cantidades de un fruto pequeño, que sabía que venía a comer el Chacal, una noche amontonó un montón y se escondió debajo de él, dejando al descubierto sólo los ojos.
En ese momento llegó el Chacal merodeando y, al ver el montón de frutas sabrosas, se sintió inclinado a comerse algunas, pero se acercó con mucha cautela y en un momento vio los dos ojos del Cocodrilo brillando a la luz de la luna, cuando gritó:
—¡Oh, te veo!— y salió corriendo.
Después de esto, el Cocodrilo vio que era inútil intentar atrapar al Chacal, “porque”, dijo, “es demasiado astuto para mí; Debo contratar a alguien que venga a buscar agua aquí”. Entonces, un día vio a un granjero y le dijo:
—Si capturas un chacal para mí, te haré rico, porque te daré varias joyas que la gente ha dejado caer en esta charca durante años y años, y están aquí abajo.
—¡Oh!— respondió el granjero, —eso se hace fácilmente.
Así que esa misma noche se internó en la selva y se acostó como si estuviera muerto. En ese momento apareció el Chacal y, oliendo, se acercó al cuerpo. Luego vaciló y dijo:
—Me pregunto si esto es realmente un cadáver o no. — Entonces gritó en voz alta: —Si está realmente muerto, sacudirá la pata, y si está vivo, no lo hará.
Dijo esto con tanta rapidez y astucia que el granjero quedó desconcertado, y para hacerle creer que estaba muerto, de inmediato sacudió estúpidamente la pierna y se escapó del Chacal, diciendo:
—Te pillé allí—, y se perdió en un instante.
El granjero, que era muy avaro y deseaba desesperadamente las joyas, decidió que, por las buenas o por las malas, atraparía al Chacal en la próxima ocasión. Así que esta vez preparó con la cera más blanda un muñeco del tamaño de un niño, y cavó una pequeña tumba y la cubrió con hojas y barro, esperó escondido para ver el resultado.
Poco después de la puesta del sol, el Chacal empezó a rondar como de costumbre y, al llegar a la nueva tumba, se dijo:
—¡Ah! éste es alguien recientemente enterrado; Probaré suerte aquí.
Entonces empezó a rascarse con la pata, y al poco tiempo una pata se quedó atrapada en la cera, y al tratar de sacarla, las cuatro se quedaron pegadas con la cera, cuando en un momento salió el Granjero de su escondite y dijo ,
—¡Ah! ¡Por fin te tengo y eres mi prisionero!
El Chacal gritó y aulló, y trató de escapar, pero se lo impidió la cera de sus pies; entonces empezó a asustar al granjero y le dijo:
—Si no me sacas de este apuro, llamaré a todos los chacales en un momento y te destruirán para siempre, porque ¿no sabes que yo ¿Soy el «rey2 de los Chacales?
—¿Qué voy a hacer?— preguntó el granjero.
—¡Ve!— le dijo; —Ve a buscar un poco de aceite y frótamelo por todo el cuerpo; ¡Entonces coge un ave, átala a unas cincuenta yardas de distancia y trae dos hombres con hachas para que se pongan junto a mí, para que si intento escapar me corten en pedazos.
Hecho esto por el Granjero, el Chacal estando en sus manos buscó su oportunidad, y estando bien engrasado por todas partes, dio un salto violento y así se alejó del Granjero; luego se lanzó entre las piernas de los hombres con hachas, cuando estos se lanzaron hacia él, pero sólo lograron lastimarse las piernas a ellos mismos, por lo que el Chacal finalmente se bajó, y recogiendo el ave pronto se perdió de vista, y así ganó el día.
Cuento popular del Valle del Indo, recopilado por Mayor J. F. A. McNair
Los cuentos populares, las leyendas, las fábulas, la mitología…, son del pueblo.
Son narraciones que se han mantenidos vivas transmitiéndose oralmente, por las mismas personas del pueblo. Por ello no tienen dueño, sino que pertenecen a las gentes, a la folclore, a las distintas culturas, a todos.
En algún momento, alguien las escribe y las registra, a veces transformándolas, a veces las mantiene intactas, hasta ese momento, son voces, palabras, consejos, cosas que «decía mi abuelo que le contaba su madre…»