Hay muchos hombres que tienen miedo de sus esposas. La mayoría de ellos son maltratados por sus esposas en sus casas.
Un día, un grupo de estos maridos se encontraron por casualidad y todos tenían algo que opinar sobre lo que vivían. Encontraron un templo. Dijeron:
—Nosotros, diez hombres, quemaremos incienso hoy ante el Fuh-yeh y nos declararemos hermanos consagrados.
Decidieron reunirse un día para un alegre banquete y tras esto todos regresaron a sus casas y nuevamente sufrieron malos tratos.
En la fecha señalada, después de haber hecho todos los arreglos, compraron vino y carne. Justo cuando estaban disfrutando de la fiesta en su apogeo, las diez esposas, de forma inesperada, y sin previo aviso, encontraron su camino al templo.
Nueve de los hermanos buscaron como locos un lugar para esconderse y espiar. Y en el centro del festín, solo quedó un hombre sentado, en postura solemne, que no hizo ningún movimiento, ningún gesto, no dijo una sola palabra, y permitió que todas las mujeres crearan un tumulto. Las mujeres gritaban, hablaban entre ellas, pero él no interfirió. Las mujeres arengaron durante medio día y luego se dispersaron.
Tras esto, varios de los hombres dijeron:
—No somos tan valientes como él, designémoslo nuestro jefe.
Luego se atrevieron a acercarse al hombre que continuaba quieto en postura solemne, sentado. Le miraron y dijeron:
—Mirad, nuestro jefe ha muerto de miedo y se ha hecho santo mientras estaba sentado allí.
Cuento popular chino. Cuento cómico. Cuentos alegres chinos, anónimo. Recopilado y traducido al chino mandarín por Guido Vitale (1872–1918) y traducido posteriormente al inglés por Wu Yangzeng (1862–1939)
Guido Vitale (1872-1918) fue un diplomático y lingüista italiano.
Vivió y trabajó en China y posteriormente en Nápoles.
Trascribió obras de folclore chino para potenciar el aprendizaje de Chino.