Mientras Gamarāla y Gama-gāēni (su esposa) estaban en una aldea, como esos dos no tuvieron hijos durante mucho tiempo, fueron a un Dēwāla y adoraron a los dioses para tener un hijo. Después de eso tuvieron un hijo a quien llamaron Gama-puta. A medida que ese niño crecía, Gamarāla y Gama-gāēni iban envejeciendo más y más.
Así que un día Gamarāla le dijo a Gama-gāēni:
—Antes de morir debemos convocar y darle una novia a nuestro joven hijo.
Dicho esto, lo llamaron y le dieron una mujer muy joven.
Mientras vivían así, Gamarāla sufrió una enfermedad y al poco, Gamarāla murió. Después, mientras el Gama-gāēni, el hijo y la esposa del hijo estaban allí, un día la esposa del Gama-puta (el hijo del Gamarāla) dijo:
—Ahora bien, vayamos a mi aldea, y habiendo ido allí, sembrando nuestras tierras de arroz, cultivemos—; y ambos se fueron.
Mientras estaban allí, un día, cuando una enfermedad afectó a la esposa de Gama-puta, el Vedarāla (médico de la aldea) fue a verla. El Vedarāla preguntó:
—¿Cuál es la enfermedad?
Y Gama-puta dijo:
—Mi esposa tiene tumores que están creciendo.
Vedarāla preparó una medicina que debía frotarse en los lugares y, al llegar a la casa, se la dio diciendo:
—Frota esta medicina sobre ellos.
Cuando llevaba cuatro o cinco días frotándolo, crecieron. Al ver esto, Gama-puta dijo:
—¡Aḍā! Estos tumores se están volviendo muy graves. No puedo ir a buscar medicinas todos los días si siguen así. Vayamos a mi pueblo—. Entonces partieron para llegar a la aldea de Gama-puta.
Mientras iban por el camino, se toparon con un hombre conducía un toro por el camino. El hijo de Gamarāla preguntó:
—¿Adónde llevas el toro?
El hombre dijo:
—Lo llevaré a mi pueblo—, dijo. —¿Y vosotros dónde vais?— preguntó.
—Nos vamos a mi pueblo. Mi esposa tiene tumores. Vamos a que le trate el médico—, dijo.
—¿Qué le ocurre? Mirémosla. Yo también conozco un poco de arte médico—, dijo.
Luego le mostró y el hombre que llevaba el toro los vio, dijo:
—Están creciendo; nunca se curarán—, dijo.
Entonces la Gama-puta pensó:
—Esta mujer no me importa—. Entonces le dijo al otro hombre:
—Sería bueno que me dieras ese toro y te llevaras a esta mujer—. Y tomando el toro, le entregó su mujer.
—Éste toro tiene agua en el estómago (es decir, había bebido agua); debes tener cuidado para que no se esfuerce durante un rato—, dijo el hombre.
Luego, habiendo tomado el toro, mientras se dirigía al pueblo, tomó un paño grande y lo ató alrededor de la mitad del toro. Mientras estaba allí después de atarlo, vino un hombre que llevaba un gancho al hombro. Cuando lo vio preguntó:
—¿Qué hace el toro con ese paño?
—Tiene agua en el estómago; Por eso le he atado la tela alrededor— dijo.
Habiendo visto el gancho, le preguntó:
—¿Qué es eso?.
—Esto es un garfio—, dijo el hombre.
Después preguntó:
—¿Qué haces con el garfio?
El hombre dijo:
—Lleva un paquete de arroz cocido y una calabaza de agua, es para cortar la selva—, dijo.
Entonces le preguntó:
—¿Querrías cambiarme este toro por tu garfio?—, el hombre dijo:
—Está bien—, y después de darle el garfio, se fue llevándose el toro.
Entonces el Gama-puta, habiendo tomado el garfio y ido a la aldea, durante el tiempo que estuvo allí pensó que iría a cortar la selva. Habiendo pensado esto, tomó un paquete de arroz cocido y una calabaza para agua, y el garfio, y habiéndolos puesto sobre una roca se quedó mirando. Viendo que el garfio se quedó allí sin cortar la selva, y pensando que era porque lo miraba, regresó a su casa.
Habiendo venido y comido arroz, y habiendo regresado después, cuando miró, el garfio que había sido puesto al sol se había puesto extremadamente caliente. Entonces la Gama-puta pensó:
—El garfio tiene fiebre, ¿será por eso que no comió el arroz cocido y no cortó la selva?”
Fue rápidamente a buscar medicinas. Habiendo ido, le dijo al Vedā, al médico de la aldea, que el garfio estaba con fiebre, no comía y no trabajaba. El Vedā, después de mirarlo, le dijo que lo enterrara debajo del marco sobre el cual estaban colocados los cántaros de agua. Después, cuando llegó a casa, lo enterró bajo el armazón de los cántaros. Al día siguiente, después de haber mirado encontró que como estaba completamente mojado por el agua y estaba frío. Habiendo visto eso, se le ocurrió una idea:
—¡Aḍā! El tratamiento médico es muy bueno.
Cuando pasó un poco de tiempo, un día la esposa de Gamarāla enfermó gravemente y tuvo fiebre. El Gama-gāēni dijo:
—Hijo, tengo mucha fiebre. Habiendo ido a buscar consejo médico y traído un poco de medicamento, dámelo—, dijo.
Él dijo:
—Se un remedio mejor—, y rápidamente, después de hacer un agujero debajo del marco de los cántaros y poner el Gama-gāēni en el agujero, la cubrió con tierra.
Después cuando él miró, habiendo bajado completamente la fiebre, se había quedado fría como un plátano; y diciendo:
—¡Aḍā! La fiebre de mamá está completamente curada—, se fue.
Durayā. Provincia del Noroeste.
Cuento ceilandés, actual Sri Lanka, recopilado por Henry Parker en Village folk-tales of Ceylon v.1, Parte 2. Historias contadas por las castas inferiores
Henry Parker (1849–desconocido) fue un ingeniero británico en la Ceilán colonial (actual Sri Lanka). En sus viajes estudió y recopiló una gran cantidad de cuentos ceilandeses que publicó en tres volúmenes entre 1910 y 1914.