En una finca vivía un granjero que tenía un hijo llamado Sigurd. A todos les parecía que el hijo era un bicho raro; No era muy popular, pero también era tan marginado que era imposible llevarse bien con él.
Una vez, un hombre también llamado Sigurd llegó a esa granja y le pidió al granjero que le permitiera quedarse allí durante el invierno y le dieron permiso para hacerlo. El extraño no sabía hacer nada más que tocar el arpa. Pero los dos tocayos se hicieron tan buenos amigos que al hijo del granjero no le gustaba quedarse con nadie excepto con el extraño.
Pasó el invierno y en primavera el huésped se marchó. Después de salir de la casa, el hijo del granjero se aburría sin su amigo, y en otoño salió a buscar a Sigurd. Fue a todas las granjas, se mudó de ciudad en ciudad, de Syssel en Syssel y en todas partes preguntó por su tocayo Sigurd. Finalmente llegó a una rectoría donde preguntó por su tocayo y allí le dijeron que hacía poco había llegado un hombre llamado Sigurd, pero acababa de morir. Sigurd preguntó dónde estaba enterrado y le dijeron que aun no estaba enterrado, que yacía afuera en el cementerio, que acababan de colocarlo en el ataúd. Pidió que le permitieran ir allí y velar el cadaver y, tras recibir permiso, se sentó junto al ataúd toda la noche. Esa noche el muerto Sigurd salió del ataúd, y permaneció alejado durante mucho tiempo. Mientras tanto, Sigurd, el hijo del granjero, estaba sentado junto al ataúd.
Sucedió que la esposa del pastor había dado a luz recientemente a un niño en la finca. Por la mañana el fantasma regresó y quiso meterse en el ataúd. El hijo del granjero dijo que no le permitía entrar en el ataúd nuevamente, a no ser que le contase lo que había estado haciendo.
—Aposté con mi dinero—, dijo el fantasma. —Y ahora quiero volver a mi ataúd—, continuó.
—No hasta que me digas dónde está el dinero—, dijo Sigurd.
—No lo descubrirás—, dijo el fantasma.
—Entonces tampoco entrarás en el ataúd—, respondió Sigurd.
Entonces el fantasma dijo que estaba tirado debajo de un rincón del baño.
—¿Cuánto dinero es?—, Preguntó Sigurd.
—Un celemín—, respondió el fantasma.
—¿No tenías nada más planeado?—, Preguntó Sigurd.
—No—, respondió el fantasma.
—Debes haber conseguido más dinero—, dijo Sigurd. —No entrarás en el ataúd hasta que me lo digas.
—Yo maté a la esposa del sacerdote—, contó el fantasma ante la insistencia de Sigurd.
—¿Por qué hiciste eso?—, Preguntó Sigurd.
—Quería ser su amigo cuando todavía estaba viva—, dijo el fantasma, —pero ella no quería.
—¿Cómo hiciste eso?
—Puse toda la vida que había en ella en su dedo meñique—, respondió el fantasma.
—¿No es posible devolverla a la vida?—, preguntó Sigurd.
—Sí—, respondió el fantasma, —si la cuerda que até alrededor de su dedo meñique se desata con tanto cuidado que no fluya sangre. Ya te conté la todo, ahora quiero meterme en el ataúd—, dijo el fantasma.
—No hasta que me prometas no volver a salir del ataúd—, respondió Sigurd.
—Quiero entrar en el ataúd—, dijo el fantasma.
—Primero prométeme que no saldrás de él—, respondió Sigurd.
El final de la historia fue que el fantasma prometió no volver a salir nunca más de su ataúd. Ahora se acostó en el ataúd y se cerró de nuevo.
Por la mañana, Sigurd llegó a la granja y encontró a la gente muy triste. Les preguntó qué les pasaba y le dijeron que la esposa del sacerdote había muerto esa noche. Pidió permiso para verla y le mostraron dónde yacía. Aflojó el cordón del dedo meñique de la esposa del pastor y acarició todo su cuerpo hasta que poco a poco volvió a la vida. Luego le contó al sacerdote su trato con el fantasma y le mostró el dinero para demostrar la veracidad de su historia.
El joven recibió todos los honores del sacerdote, quien lo tomó a su servicio y se dice que hizo de él un hombre muy capaz, y se dice que a partir de ese día Sigurd siempre se portó bien.
Y así termina esta historia.
Cuento popular islandés, recopilado por Axel Junker Verlag (1870-1952) en Isländische Märchen und Volkssagen (Cuentos de hadas islandeses), 1919
Axel Juncker Verlag (1870 – 1952) fue un editor y librero alemán, especializado en literatura escandinava