Nü Kua Shih, o Nuwa, una divinidad con cuerpo de serpiente y cabeza humana con cuernos de buey. Es la creadora que moldeó la tierra amarilla e hizo al hombre con ella.
En la mitología china, Nü Kua no sólo recupera el equilibrio del mundo, tras una calamidad en la que los cielos se derrumban, sino que, posterior a esto, crea a la humanidad con arcilla.
Primero moldeó cada una de las figuras, pero luego se cansó, sumergió una cuerda en el barro y la hizo girar. Las primeras figuras se convirtieron en la nobleza, y las posteriores en la gente común.
Hermana, esposa y sucesora de Fu Hsi, Nü Kua, gobernó en el mundo de los dioses.
La leyenda cuenta que hacia el final de su reinado, entre los príncipes feudatarios, había uno, Kung Kung, cuyas funciones eran la administración de los castigos. Era violento y ambicioso, y se volvió rebelde. Kung Kung, por la influencia del agua, intentó vencer a la madera, bajo la cual reinaba Nü Kua. Kung Kung luchó con Chu Jung, el dios del Fuego, pero perdió. Luego golpeó su cabeza contra la Montaña Imperfecta Pu Chou Shan, y la derribó. Con el golpe, rompió las columnas del cielo, y los rincones de la tierra cedieron.
Esto generó tremendas inundaciones, terremotos y maremotos.
Entonces, Nü Kua derritió piedras de los cinco colores para reparar los cielos, y cortó las patas de la tortuga para enderezar los cuatro extremos de la tierra.
Reunió todas las cenizas de los juncos y detuvo así las inundaciones, y así rescató la tierra de Chi.
De la arcilla, Nü Kua moldeó al primer hombre.
Mitología china
Los cuentos populares, las leyendas, las fábulas, la mitología…, son del pueblo.
Son narraciones que se han mantenidos vivas transmitiéndose oralmente, por las mismas personas del pueblo. Por ello no tienen dueño, sino que pertenecen a las gentes, a la folclore, a las distintas culturas, a todos.
En algún momento, alguien las escribe y las registra, a veces transformándolas, a veces las mantiene intactas, hasta ese momento, son voces, palabras, consejos, cosas que «decía mi abuelo que le contaba su madre…»