En la mitología griega, el Rey Midas fue hijo de Grodinas, un campesino que llegó al trono de Frigia con la ayuda de los dioses, y creció en riqueza, poder y sobre todo ambición.
Su leyenda rodea esta codicia y muestra tubo que aprender a soltarla con una amarga lección.
El rey Midas fue un hombre inteligente y codicioso, hijo de Gordias, él y su padre fundaron Gordio, la capital de Frigia, y «ataron el nudo Gordiano», lo que significa que los habitantes de Frigia, cuando tuvieron que elegir al nuevo rey, al consultar el oráculo de Delfos, apareció Gordias, un labrador
En Frigia, región Anatolia en la actual Turquía, los habitantes debían elegir un nuevo rey, por lo que se reunieron todos en el oráculo de Delfos para recibir alguna señal de los dioses. En ese instante, Gordias apareció por la Puerta del Este, con un cuervo apoyado en su carro. Y esta señal indicó a los ciudadanos que él sería el próximo rey.
Gordias es un simple labrador, cuyas únicas posesiones eran su carreta y sus bueyes, pero al ser elegido rey, como agradecimiento, regaló su carro, con una lanza y un yugo a Zeus, en el yugo, ató unos nudos escondidos en el interior, tan complicados de desatar, que la leyenda cuenta que quien lo lograra conquistaría Oriente.
Gordias, junto con su hijo Midas, fundaron la ciudad de Gordio, capital de Frigia. Y crearon fuertes alianzas comerciales con pueblos vecinos. Así Frigia creció y cuando Midas llegó al poder, Frigia estaba en el momento de mayor esplendor.
En ese tiempo adoptó el alfabeto griego y creció hasta ocupar gran parte de Asia Menor.
El rey Midas, afianzándose en una estrategia política comercial, pronto se convirtió en el rey más rico de Grecia y posiblemente del mundo.
Un día, los sirvientes del rey Midas encontraron en el jardín real al anciano Sileno, el dios del vino y la embriaguez, completamente perdido y borracho, quien se había perdido de la comitiva de Dionisio mientras cruzaban Frigia. Cuando llevaron al borracho ante el rey, este le reconoció al instante, y le invitó a hospedarse en el palacio el tiempo que deseara, pues quería conocer secretos de su sabiduría.
Tras estos días comiendo, bebiendo, festejando y charlando juntos, Sileno le contó al rey Midas la historia de un torbellino que ningún viajero puede cruzar.
A los lados del torbellino fluyen dos ríos, y en la orilla del primer río, crece un árbol, y quien come sus frutos envejece rápido; en la orilla del segundo río, crece otro árbol, y quien come sus frutos, rejuvenece. Un bocado, hacen a un hombre anciano adulto, dos bocados, hacen al hombre anciano un joven, tres bocados adolescente, cuatro un niño, cinco un bebé, y seis bocados, hacen que desaparezca.
El rey Midas, una vez escuchado este secreto, envió amablemente a Silenio con su discípulo y amigo Dionisio, quien estaba realmente contento y agradecido de haber recuperado a su compañero, y decidió entregar al rey Midas el deseo que quisiera.
Midas pensó mucho sobre esta historia del árbol de la juventud, pero finalmente recordó que de niño unas hormigas le llevaron semillas de trigo doradas a sus labios, señal de que obtendría una enorme riqueza, y entonces dijo:
—Quiero que todo lo que toque se convierta en oro.
Dionisio le concedió el deseo inmediatamente, y el rey Midas marchó feliz con su nuevo poder.
Mientras caminaba, pisó una rama de roble y se hizo de oro, luego tocó una piedra y también se volvió de oro, igual con un grano de trigo.
Cuando el rey Midas llegó a su palacio, jugo feliz con su nuevo poder, tocando todas las columnas, puertas, paredes y hasta cortinas ¡todo se convertía en oro!
Al principio Midas no podía estar más feliz con su poder, pero luego fue a lavar la ropa y el agua se volvió dorada entre sus dedos. Luego se sentó y pidió comida.
Los sirvientes rápidamente trajeron bandejas de apetitosa comida, pero nada más tocarla, se convertía en oro, y si los sirvientes le ponían los trozos de comida en la boca, nada más morder un poco, la carne se convertía en duro metal.
Hasta el vino, cuando lo tragaba se hacía oro líquido nada más tocar sus labios.
En un momento su hija Zoe entró en los salones feliz de ver a su padre y le abrazó, al momento se transformó también en oro.
El rey Midas comprendió que no podría comer ni beber, entonces regresó con Dionisio y le pidió si podría revertir su deseo, y Dionisio le dijo:
—Para revertir el deseo, debes ir a los manantiales del río Pactolo. Lávate en el arroyo y elimina tu avaricia.
Rápidamente Midas fue al río, se lanzó al agua y esta se tiño de oro, pero cuando Midas metió su cabeza bajo el agua, el deseo hechizo por completo.
Los cuentos populares, las leyendas, las fábulas, la mitología…, son del pueblo.
Son narraciones que se han mantenidos vivas transmitiéndose oralmente, por las mismas personas del pueblo. Por ello no tienen dueño, sino que pertenecen a las gentes, a la folclore, a las distintas culturas, a todos.
En algún momento, alguien las escribe y las registra, a veces transformándolas, a veces las mantiene intactas, hasta ese momento, son voces, palabras, consejos, cosas que «decía mi abuelo que le contaba su madre…»