
Había una vez un marido y una mujer que alguna vez se peleaban. Nunca fueron amables el uno con el otro.
Había un hombre rico quería ver si podían pasar un día en paz, así que les envió dos hombres con cien piezas de plata, y les dijo:
—Si pasáis este día sin discusiones, esta plata será vuestra.
Entonces los dos hombres se escondieron cerca de la casa para observar cómo pasaban el día.
—Si podemos ganar este dinero, lo mejor sería que te tapes la boca con la mano, de lo contrario no podrás aguantar todo el día sin gritar—, dijo el marido.
—Siempre estoy tranquila. Todos los vecinos saben que tú, y sólo tú, eres el pendenciero—, replicó la esposa.
Y así discutieron hasta que ambos se enojaron, y la riña fue tan fuerte que toda la gente que vivía cerca la oyó. Entonces los dos hombres salieron de su escondite y dijeron:
—La plata no va a ser para vosotros, estamos seguros.
Decidido a encontrar la virtud, el hombre rico envió a los dos hombres con la plata a un marido y una mujer que nunca se peleaban, con este mensaje:
—Si hoy pelean el uno con el otro, estas cien piezas de plata serán vuestras.
El marido deseaba mucho el dinero y buscó a su esposa. Él hizo una canasta que ella quería usar para tomar el sol en el algodón, con las hebras de bambú tan separadas que el menor viento haría volar todo el algodón de la canasta. Sin embargo, cuando se lo entregó a su esposa, ella dijo amablemente:
—Esta es la canasta perfecta. El sol puede entrar por todas partes alrededor del algodón, como si no estuviera en una canasta.
Nuevamente el marido hizo una canasta tan estrecha en la parte superior que era difícil poner algo en ella, y además la boca era de un material áspero para que la mano se rascara al meter o sacar el algodón. «Seguramente esto la enfadará», pensó el marido.
La esposa lo volteó de un lado a otro y dijo:
—Esto también está bien, porque cuando sopla el viento, el algodón queda atrapado en la madera áspera de la boca y no puede salir volando.
Los dos hombres que estuvieron escondidos todo el día no oyeron más que palabras amables, por lo que, por la noche, regresaron al hombre rico, diciéndole, que los esfuerzos del marido para provocar a su esposa habían sido en vano:
—Esos dos no saben pelear.
Contento, el buscador de la virtud les ordenó que le dieran la plata, porque amaban la paz.
Cuento de Laos, recopilada por Katherine Neville Fleeson, editada en 1899, en el libro Laos Folk-Lore of Farther India.
Katherine Neville Fleeson (1859-1905) fue una misionera en Siam y Laos, nacida en Pennsylvania, hija de padres escoceses e irlandeses.
Entre otras publicaciones, escribió un libro con recopilaciones que ella misma realizó, de cuentos y leyendas inéditos: Laos Folk-Lore of Father India.