

La epopeya de Gilgamesh es un texto sumerio tallado en piedras. Son una serie de tablillas que narran la historia de Gilgamesh, el rey de Uruk. Se cree que se escribieron entre el 2150 y 1400 a.C. y por tanto, es la obra considerada literatura épica más antigua del mundo.
Para algunos, esta obra sería un texto histórico que no logramos entender, para otros, es fantasía. Algunas tablillas están incompletas, otras, parece que son añadidos a la historia original, pero, en resumen, la leyenda es este:

Gilgamesh el rey de Uruk
En la tierra de Aruru, la diosa Madre creo a Gilgamesh. Gilgamesh era “dos tercios divino y un tercio humano”, y lo envió como rey a la ciudad de Uruk, en Mesopotamia. Se le considera el quinto rey de Uruk.
Cuenta la leyenda que Gilgamesh era muy orgulloso y violento, un rey tirano y arrogante que usa su poder de forma muy egoista y nunca tiene en cuenta a los demás. Debido a sus crueles acciones, los habitantes de la tierra se quejaron en sus oraciones a los dioses, y Anu, el esposo de Aruru, ordenó a su esposa crear otro ser más salvaje y fuerte, para que lo derrotara.
Enkidu y Gilgamesh
Aruru creó a Enkidu, un salvaje con pelo por todo el cuerpo, que comía hierba y vivía con los animales. Los ganadores, que ya no aguantaban al salvaje que atacaba sus campos, pidieron ayuda a Gilgamesh, y este lo envió con Shamhat, una sacerdotisa del templo, para que lo domesticara. Rápidamente, Enkidu fue transformado, empezó a comer de platos cocinados, beber licor, usar ropa, lavarse, perfumes… y en poco se acostumbró a la vida urbana.
Al poco tiempo, Enkidu y Gilgamesh se encontraron tal como estaba predestinado, y lucharon con todas sus fuerzas una batalla que hizo estremecer la tierra, pero Enkidu fue vencido, y para sorpresa de los dioses, Enkidu y Gilgamesh se reconocieron como iguales, y se hicieron buenos amigos.
Según algunos historiadores, esto es un reflejo de la alianza entre la civilización sedentaria y seminómada de la estepa.
El demonio Humbaba, guardián del Bosque de los Cedros
En ese tiempo, Humbaba, considerado un demonio, vivía en el Bosque de los Cedros, Gilgamesh y Endiku deciden ir al Bosque sagrado juntos, cortar los cedros y demostrar su valía para alcanzar fama y poder.
Para prepararse para el viaje, Gilgamesh contó a su madre Ninsun, su intención de viajar a la montaña, llegar al Bosque de los Cedros, y lograr traer madera de los grandes árboles que allí había. La madre le entrega su bendición y pidió al dios Shamash que lo protegiera en su viaje.
También los ancianos de Uruk aconsejaron a Gilgamesh cómo enfrentarse a Humbaba.
Antes de partir, Gilgamesh tubo sueños que presagiaban los peligros, y Gilgamesh los interpretó como señales de apoyo divino.
Así comenzó su viaje, en él encontraron grandes desafíos, obstáculos que tuvieron que sortear, hasta llegar al Bosque de los Cedros.
Durante las noches, en el viaje, Gilgamesh continuaba teniendo intensos sueños, y todos ellos los interpretaban como presagios positivos.
Al llegar al Bosque de los Cedros, Gilgamesh y Endiku se enfrentaron juntos al demonio Humbaba, fue una lucha épica y finalmente, con la ayuda del dios Shamash, logran someter al Humbaba.
Humbaba suplica por su vida, pero, aun así, Gilgamesh y Endiku le cortan la cabeza.
Tras la muerte del guardián del bosque, Gilgamesh y Enkidu talan gran cantidad de cedros y los llevan de regreso a Uruk
La diosa Isthar y el toro del cielo
Gilgamesh y Enkidu, son recibidos en Uruk con grandes celebraciones. Son considerados grandes héroes y esto impresiona a la diosa del amor y la guerra, Isthar.
Isthar intentó seducir a Gilgamesh, pero Gilgamesh sabía que los amantes de Ishtar siempre acababan mal o muertos, y la rechazó recordando lo cruel que había sido con sus anteriores amantes.
Ishtar ofendida por el rechazo, pidió ayuda a su padre Anu, rey de los cielos, para que se vengara, les exige que el Toro del Cielo descendiera a Uruk para castigar a Gilgamesh, pero sus padres se niegan. Ishtar enfurecida amenaza con liberar a los muertos del inframundo para que se dieran un festín con los vivos, y Anu, padre Isthar, le advirtió que el Toro, de ser utilizado, llevaría hambre a los humanos, pero Isthar asegura a su padre que tenía suficientes reservas de alimentos para los habitantes de Uruk. Anu acabó cediendo ante la insistencia de su hija y envió al Toro del Cielo, para que acabara con Gilgamesh.
Isthar desató el Toro del Cielo y con sus bramidos y resoplidos la ciudad de Uruk tembló, se abrió una grieta en la tierra y muchos hombres empezaron a caer por ella. Luego el toro volvió a bramar y se creó otra grieta en la tierra, y cien hombres más cayeron por ella.
La tercera vez que el toro bramó, Enkidu sin dudar se abalanzó contra el toro y lo atacó. El toro se balanceó y lo lanzó contra sus escrementos. Luego Enkidu se agarró a sus cuernos y luchó ferozmente contra él. Gilgamesh ayudó a Enkidu, ambos lo sujetaban con fuerza. En un movimiento, mientras Enkidu agarraba el rabo del toro con fuerza, Gilgamesh atravesó a la bestia con su espada y acabaron con él. Luego le sacaron el corazón y lo usaron como ofrenda para Shamash.
Isthar, que lo vio todo desde las murallas de la ciudad, enojada por su fracaso, los maldijo. Enkidu lanzó a Isthar una de las patas de la bestia totalmente ensangrentada y le dijo que, si estuviera más cerca, la mataría.
Isthar y las rameras de su templo lloraron la muerte del Toro del Cielo.
Mientras, Gilgamesh reunió a los artesanos de Uruk, quitaron los cuernos del animal, los llenaron de aceite y los usaron como ofrenda para Lugalbanda, el padre de Gilgamesh , quien los colgó en el palacio como un trofeo.
La muerte de Enkidu
Isthar, llena de rencor, rogó a los dioses justicia y los dioses, enojados con los héroes por acabar con el Toro del Cielo, acordaron que uno de ellos debía morir.
Enlil, el dios creador de Humbaba, quería que muriera Enkidu, Shamash intentó defenderlos, pero no hubo manera, y finalmente Enkidu fue el elegido para sufrir el castigo de los dioses, y Enkidu entró en una extraña enfermedad.
Durante su letargo, Enkidu no paró de tener intensas visiones de su muerte, de su destino en el inframundo y se arrepintió de haber abandonado la naturaleza salvaje para ir a la civilización y acabó maldiciendo la puerta de cedro que Gilgamesh y él habían traído del Bosque de los Cedros y a la sacerdotisa Shamhat que lo civilizó.
El dios Shamash ayudó a Enkidu a retractarse en sus maldiciones y recuperar la paz para prepararse para su inevitable destino, y en una noche, Enkidu soñó como un hombre con cabeza de león y garras de águila lo agarró, lo convirtió en pájaro y lo arrastró hasta el inframundo. Contó que allí vio reyes, sacerdotes y dioses, todos vestidos con plumas, viviendo en total oscuridad, alimentándose de barro. Vio a Ereskhigal, la reina del inframundo sentada en su trono, y a Belet-Seri, la escriba de los dioses, quien relata el destino de todos los dioses, como se arrodilló ante la diosa. Entonces, en su sueño, la reina Ereskhigal miró a Enkidu y le preguntó quien lo había llevado hasta allí.
Enkidu le contó el sueño a Gilgamesh y cómo había visto que, si se hubiera muerto en la batalla, habría sido bendecido.
Tras doce días de agonía y enfermedad, Enkidu murió.
Todos en Uruk lloraron la muerte de Enkidu, le construyeron una estatua de oro, Gilgamesh veló el cuerpo de su amigo durante seis días y siete noches, hasta que un gusano salió de la nariz del cadáver, y en ese tiempo, se convirtió en una sombra, un despojo humano, completamente quebrado por el dolor de la pérdida. Se rasgó el pelo, se rompió las ropas, y se vistió con la piel de un animal. Luego tocó el corazón de su amigo sin sentir nada.
Luego se cuestionó la vida, comprendió su posición mortal y reflexionó sobre el valor de la vida frente a la muerte.
Reflexionando sobre la muerte, Gilgamesh abandonó todo orgullo, y emprendió una búsqueda para dar significado a su vida, con el objetivo de hallar la vida eterna y derrotar a la muerte. Así, Gilgamesh abandonó la tierra de Uruk en busca de la inmortalidad.
El viaje de Gilgamesh en busca de la inmortalidad
Primero, Gilgamesh deambuló por la estepa, pero finalmente decidió buscar a Utnapishtim, el único superviviente del diluvio, quien recibió el don de la inmortalidad.
En su viaje, cruzando unas montañas escarpadas, Gilamesh se encuentra rodeado por lenes, y asustado, clama por su vida a Sin, el dios de la Luna. Luego arremetió contra los leones y los mató.
Más adelante, llegó al Monte Mashu, la gran montaña de dos picos, un pico que contempla el amanecer y otro el atardecer. Allí, el hombre escorpión y su esposa, que custodian las puertas del camino, se interponen en el camino de Gilgamesh. La esposa escorpión percibe los dos tercios divinos de Gilgamesh, y su esposo le pregunta qué está buscando en aquel camino.
Gilgamesh les contó a los monstruos su historia. El monstruo escorpión le confirma a Gilgamesh que para llegar hasta Utnapishtim debe cruzar ese mismo sendero que ellos custodian, le dice que Shamash atraviesa cada noche este mismo pasaje para llegar al punto donde nace el sol, pero que Gilgamesh deberá recorrerlo en la noche, en plena oscuridad. Tardará doce horas y tendrá que superar todos los peligros que allí encuentre.
Esa noche, Gilgamesh atraviesa el camino, la oscuridad era tan grande que no podía ver nada en absoluto, ni delante, ni detrás. Las tres primeras horas le costaba incluso respirar. Las siguientes tres horas, enfrentó el viento del norte. Luego, progresivamente la oscuridad empezó a desvanecerse y tras doce horas, emergió la luz del sol, pudo ver un hermoso jardín y el gran océano ante él.

Siduri, la diosa tabernera
Tras un largo viaje, conoce a Siduri, la tabernera que vive en el borde del mundo, justo en el lugar donde las aguas separan el mundo conocido de lo desconocido. Es la diosa de la sabiduría que hay unida a la ingesta de alcohol y sustancias alucinógenas, que se decía que tenía grandes conocimientos de la naturaleza humana. Gilgamesh le lloró y le suplicó que le entregara la vida eterna por el horror que había visto y sentido con la muerte de su amigo, y Siduri le preguntó como él, el rey del esplendor de Uruk, se mostraba como un vagabundo, huraño, triste, desnutrido, perdido… Gilgamesh le habló de nuevo sobre Enkidu, de toda su admiración hacia su amigo, de lo salvaje y fuerte que era, y cómo había muerto. Le contó como había estado seis días y siete noches ante el cadáver de su amigo, y había descubierto un gran miedo a la muerte. No quería ser arcilla.
Siduri le dijo que la vida humana consiste en eso. Que los dioses crearon la humanidad, y crearon la muerte para continuar reteniendo la vida para ellos. Le contó que el propósito de la vida era vivir día y noche, hasta que la muerte llegase, le recomendó que apreciara la vida y que la disfrutara.
Luego le habló de un sabio inmortal, Ziusudra (Utnapishtim o Atrahasis) que vivía al otro lado del océano que ningún humano podía cruzar, en una isla. Pero Gilgamesh insistió hasta que Siduri le dijo la ubicación del océano y todos los peligros que allí encontraría, pues a parte del extenso océano, estaban las Aguas de la muerte, que una gota de esa agua podía matar a cualquiera en el instante. Gilgamesh insistió tanto, que Siduri acabó hablándole de Urshanabi, el barquero inmortal que vivía en un bosque de una isla cercana, donde están las grandes serpientes Urnu y las piedras mágicas, y le dijo que solo él podría acercarle hasta el otro lado del océano, y llevarlo a Utnapishtim.
El barquero Urshanabi
Gilgamesh, sin dudarlo, fue en busca del barquero Urshanabi, el único que podía transportar a los viajeros a través del océano.
Cuando llegó donde habitan las serpientes Urnu y las piedras mágicas, arremetió contra las serpientes con su hacha y su daga, destruyendo las serpientes y las piedras pese que no lo habían atacado.
Entonces apareció una criatura alada que atacó a Gilgamesh, y este la derrotó con su espada. El ruido de la batalla atrajo a Urshanabi quien se presentó y preguntó a Gilgamesh quién era y porqué estaba allí.
Gilgamesh volvió a contar la tragedia de su amigo a Urshanabi y su deseo de encontrar a Utnapishtim, le cuenta la dificultad del viaje y que no podrá ayudarle, ya que la barca está controlada por las piedras mágicas que acababa de destruir. Las piedras tenían una función especial, eran necesarias para controlar la barca, pero Gilgamesh, impulsado por su desesperación, queriendo controlar su propio destino, las había roto.
Aun así, Urshanabi decide ayudar a Gilgamesh.
En la orilla del océano estaban los grandes gigantes de piedra, que protegían las aguas del océano que conducen al fin del mundo, impidiendo que los mortales intentaran cruzarlas; eran temibles y poderosos y no les afectaba el agua de la muerte.
Urshanabi le recordó que debería asumir las consecuencias de sus acciones y le dice que deberá reemplazar los mástiles de la barca. Para ello, le pide que acuda al Bosque de los Cedros, un bosque sagrado de los dioses, y allí deberá talar trescientos árboles y, una vez Gilgamesh repone los mástiles del barco de Urshanabi, y juntos comienzan a navegar a través del océano.
En tres días, recorrieron la misma distancia que un barco normal tardaría dos meses en realizar. Cuando llegan a las Aguas de la Muerte, Gilgamesh, con la pértiga, conduce la barca a través de las aguas sin tocarlas con sus manos. Gilgamesh, por su propia fuerza al impulsar el barco, rompe los postes que construyó. Cuando ya no quedan postes, Gilgamesh se quita la piel de animal que lleva puesta y la utiliza como vela.
A poca distancia, apareció la orilla, y allí un anciano estaba observando la barca.
El encuentro con Utnapishtim el inmortal y la leyenda del diluvio universal
Cuando Gilgamesh bajó del barco, el anciano les pidió que se identificaran, y Gilgamesh contó su historia y su deseo de ser inmortal.
El anciano le preguntó porqué le afligía la inmortalidad, si los dioses establecieron que los humanos debían morir, le recordó que ellos deciden el momento en que te dan la vida, y también deciden cuándo morirás.
Gilgamesh reconoció en el anciano a Utnapishtim y juntos comienzan una conversación.
Utnapishtim le contó que mucho tiempo atrás, él era el rey de Shurupakk, una ciudad a orillas del Éufrates.
En aquel tiempo, Enlil estaba furioso con los humanos porque no soportaba su excesivo ruido. Enlil creía que la humanidad había crecido demasiado y su ruido perturbaba la paz de los dioses. Como los humanos eran muy irresponsables, corruptos y egoístas, Enlil pudo convencer a otros dioses para generar el diluvio.
Pero el dios Ea, también llamado Enki, le susurró a Utnapishtim como construir un barco, le dio las dimensiones, le dijo que llevase a su familia y una semilla de cada especie.
Ea le dijo a Utnapishtim que contase a la gente de Shurupakk que iba a abandonar su región porque Enlil estaba enojado con él y debía encontrar un nuevo hogar y un nuevo protector divino. También debía contarles que la inundación llegaría a la ciudad a su partida, que la inundación traería buena fortuna y generosidad, y tras la lluvia, habría comida y bebida abundante para todos.
El pueblo de Shurupakk, ignorantes de su destino, se reunieron para ayudar a fabricar el barco. Cada día, Utnapishtim sacrificaba un toro o un cordero y hacía una fiesta para todo el pueblo con abundante comida, vino y cerveza. En siete días, el barco estaba construido, Utnapishtim lo llenó con sus pertenencias, con una semilla de cada especie viva sobre la faz de la Tierra, y zarpó.
Al poco, ese mismo día, un gran cúmulo de nubes apareció sobre la ciudad. Llovió durante siete días. La tormenta fue tan intensa que los dioses no podían ver la Tierra desde los cielos. Cuando dejó de llover, Utnapishtim, desde su barco, no logró ver nada que se moviese. No había señal de vida en ningún lugar. En la distancia vio una isla y se dirigió a ella, pero en seguida vio que el barco había encallado en la cima del monte Nisir. El barco quedó allí atrapado siete días más, y cuando se liberó siguieron navegando, entonces Utnapishtim liberó una paloma para ver si regresaba; cuando la paloma regresó hizo lo mismo una golondrina, que también regresó, luego envió un cuervo, pero este no regresó, y entonces Utnapishtim liberó a todas las aves.
Al llegar a tierra, Utnapishtim preparó un sacrificio para los dioses, y estos, descendieron del cielo y se reunieron alrededor del altar que Utnapishtim había construido. Isthar le dijo que nunca debía olvidar la inundación y todo lo que había ocurrido.
Luego apareció Enlil, que al ver el barco y a Utnapishtim se enfureció. Ea, en cambio, reprendió a Enlil por haber castigado a toda la humanidad, y propuso recompensar a Utnapishtim por haber salvado todas las semillas de todo ser viviente.
Enlil aceptó, llevo a Utnapishtim y su esposa a su barco, los hizo arrodillarse ante él, les tocó la frente y les bendijo con la vida terna. Luego les dijo que tendrían que vivir en los confines del mundo.
Las pruebas a Gilgamesh
Cuando Utnapishtim terminó su relato, le preguntó a Gilgamesh que había hecho él para reclamar a los dioses la inmortalidad, pero Gilgamesh no pudo responder a esto. Después, Utnapishtim le retó a permanecer despierto durante seis días y siete noches, Gilgamesh aceptó el desafío, y en cuanto comenzó, se levantó una espesa niebla desde el océano, lo cubrió todo, y Gilgamesh se durmió. Mientras Gilgamesh dormía, Utnapishtim le pidió a su esposa que cocinara una hogaza de pan y la pusiera junto a Gilgamesh, dejando una hogaza de pan cada día que él durmiera, y una marca en la pared, como prueba de lo que había ocurrido y los días que pasaban que él dormía.
Cuando Gilgamesh se despertó, encontró las hogazas de pan, pero negó haber quedado dormido. Utnapishtim le hizo probarlos y comprobar que el primero estaba duro y rancio. Gilgamesh se desmoralizó y le preguntó a Utnapishtim qué podría hacer.
Utnapishtim le prohibió a Urshanabi volver a su isla, le ordenó a Gilgamesh que se bañara, se vistiera mejor, y lo envió de regreso a Uruk.
El retorno a Uruk
La esposa de Utnapishtim, sin que Utnapishtim supiera, antes de que partieran, le contó a Gilgamesh sobre una planta mágica que lo mantendría siempre joven, que se encontraba en el fondo del mar.
Gilgamesh ató unas piedras pesadas a sus pies y se hundió en el fondo del mar, encontró la planta y la sacó. Luego le pidió a Ushanabi que le acompañara a llevar la planta a Uruk y usara sus poderes con los ancianos de la ciudad y con él mismo, y así sería mucho más joven y fuerte.
Gilgamesh y Ushanabi regresaron con la planta a Uruk. En el camino, en un manantial, Gilgamesh decidió bañarse y dejó la planta mágica en la orilla. Mientras Gilgamesh disfrutaba de su baño, una serpiente robó la planta y se la llevó, apenas tocó la planta, su piel mudó.
Finalmente llegaron a Uruk, Gilgamesh enseñó a Ushanabi su ciudad, el templo de Ishtar, los campos, y presumió del esplendor de la ciudad.
Y así acaba la aventura de Gilgamesh, el rey sumerio que buscó la inmortalidad y retornó a su ciudad sin nada, aceptando su destino y admirando lo que tenía cuando partió.
Altaïr y Adrià, creadores del espacio y recopiladores de cuentos de hadas