Como muchos otros en el mundo, allí estaba una madre con sus tres hijos. El mayor le dijo que deseaba ir de país en país, hasta encontrar un trabajo de sirviente, y le pidió pan para el viaje.
El hijo mayor se puso en marcha, y mientras atravesaba un bosque, encontró una anciana que le pidió un bocado de pan:
—¡No!—, le dijo el joven — prefiero arrojarlo al barro fangoso que dártelo a ti. —Y le preguntó — ¿Conoces una casa donde necesiten un sirviente?
—No —respondió la anciana.
El joven continuó caminando por el bosque hasta que alcanzó la noche. Se le acercó un oso y le dijo:
—¡Hormiga de la tierra! ¿Quién te ha dado permiso para venir aquí?
—¿Quién debería dármelo? Lo he tomado yo mismo.
Y el oso devoró al joven.
El segundo hijo le pidió a su madre que le diese un pan, pues desea ir como sirviente, como su hermano mayor. Ella le dio uno y él se fue como su hermano. Caminando, caminando, se encontró con la misma anciana que le dijo:
—Dame un poco de tu pan.
—Prefiero tirarlo en esta arcilla fangosa que dártelo a ti. — respondió el joven.
Luego él le preguntó si conocía la casa de alguien que necesitara un sirviente. Ella respondió que no.
Y siguió, siguió, siguió y siguió adentrándose más en el bosque. Vio a un oso enorme que le dijo:
—¡Hormiga de la tierra! ¿Quién os ha dado permiso para venir aquí?
—¿Quién debería dármelo? Lo he tomado yo mismo.
Y el oso lo devoró.
El tercer hijo le pide a su madre que le diese pan porque quiere irse como sus hermanos. Se puso en marcha y siguió caminando, y siguió, y siguió. Y encontró a la misma anciana. Ella le preguntó:
—¿Adónde vas?
—Quiero trabajar como sirviente.
—Dame un pedacito de tu pan.
—¡Aquí! Llévate todo también, si quieres.
—¡No no! Un poquito es suficiente para mí.
Y él le preguntó si conoce una casa de sirvienta. Ella le dijo:
—Sí. Lo encontrarás mucho más allá del bosque. Pero aquí encontrarás un enemigo, te daré un palo que sólo con tocarlo podrás matarlo.
Él siguió y siguió y siguió . Se le acercó un oso y le dijo:
—¡Hormiga del suelo! ¿Quién te ha dado permiso para venir aquí?
—¿Quién me lo ha dado? Lo he tomado yo mismo.
El muchacho le dio un pequeño golpe con su bastón y el oso lanza un aullido.
—¡Uy, uy, uy! ¡Perdóname la vida! ¡Uy, uy, uy! ¡Perdóname la vida!
Pero él le dijo:
—Dime entonces ¿Cuántos sois en el lugar donde vivís?
—Siete.
Le dio otro golpe y el oso cayó muerto.
El muchacho siguió, y siguió y siguió hasta que encontró un palacio. Entró en el palacio y preguntó:
—¿Necesitáis un sirviente?
Y le respondieron:
—Sí, Sí. Nuestro pastor se ha ido y queremos uno.
Le levaron a su habitación y al día siguiente le dieron un buen rebaño de ovejas y le dijeron:
—Pastorea las ovejas, pero no vayas con ellas al monte, porque está lleno de animales grandes y salvajes. Presta mucha atención porque las ovejas siempre quieren escapar al bosque.
Entonces salió con las ovejas, y nada más salir, todas huyeron al monte al que no podía ir, porque allí la hierba era más alta.
Pero el joven llevaba consigo el bastón y en ese momento apareció ante él un oso terrible.
—¿Quién te ha dado permiso para venir aquí?
—Lo he tomado yo mismo.
—Pues te voy a comer —le dijo el oso.
Se acercó al pastor y este le arreó un golpe con el bastón y el oso empezó a gritar:
—¡Oy, oy, oy! ¡Perdóname la vida!
—Dime, entonces, ¿cuántos sois donde vivís?
—Ayer éramos siete, pero hoy conmigo sólo somos seis.
Le dio otro golpe y cayó muerto.
Luego el pastor recogió las ovejas y las regresó a todas al palacio.
Esa noche as ovejas dieron muy buena leche y con ella se hizo excelente queso. Los amos estaban encantados.
Al día siguiente ocurrió igual, nada más abrir la puerta del establo, las ovejas echaron a correr hacia los buenos pastos del bosque, y el pastor corrió tras ellas. Al cabo de un momento apareció un oso y le preguntó:
—¿Quién te ha dado permiso para venir aquí?
—Lo he tomado yo mismo.
—Pues te voy a comer —le dijo el oso.
Se acercó al pastor y este le arreó un golpe con el bastón y el oso empezó a gritar:
—¡Oy, oy, oy! ¡Perdóname la vida!
—Dime, entonces, ¿cuántos sois donde vivís?
—Éramos siete, pero ahora somos cinco conmigo.
Y le dio un golpe con su bastón mágico y el oso cayó tieso y muerto.
En cuatro días más, el pastor mató a todos los osos de la misma manera excepto uno, y el último día y cuando vio venir el último oso, este como los anteriores le dijo:
—¿Por qué has venido a estos lugares?
Y al mismo tiempo el pastor le dio un pequeño golpe. El oso comenzó a gritarle que le perdonara la vida.
—¡Oy, oy, oy! ¡Perdóname la vida! te daré lo que quieras. te daré grandes riquezas y podrás vivir conmigo.
El joven decidió perdonarle la vida y envió al rebaño a la casa.
Luego fue con el oso, y atravesaron bosques y más bosques, y cruzaron los agujeros de las hadas, y llegaron a un hermoso palacio. Allí se encontró una gran mesa preparada con todo tipo de comida y bebida. Y también muchos sirvientes que les atendían. Había caballos ensillados con arneses de oro y plata, y todo tipo de lujos y riquezas.
Después de haber pasado allí algunos días a cuerpo de rey, nuestro pastor se dijo que sería mejor ser amo y dueño de toda aquella fortuna. Entonces le dio un golpe al oso y lo mató.
Entonces el pastor se vistió con ricos ropajes, se montó a un caballo y fue a recorrer el país, y llegó a una ciudad donde sonaron las campanas: dilin-don, dilin-don, y toda la gente está alborotada.
Él preguntó:
—¿Cuál es el problema? ¿Qué está pasando aquí?
Y le contaron que en el monte había una serpiente de siete cabezas, y que cada día había que entregarle una persona para que no atacase la ciudad. Entonces echaban a suertes para saber quién debía ser entregado a la serpiente y justo ese día, la suerte había caído sobre la hija del rey. Todos estaban muy afligidos y angustiados, y todos iban, con el rey a la cabeza, para acompañarla al monte.
Allí la dejaron al pie de la montaña y ella siguió subiendo sola hasta la cima. Nuestro joven pastor, fue tras ella y le dijo:
—Yo te acompañaré.
La hija del rey le dijo:
—Vuélvete, te lo ruego. No deseo que arriesgues tu vida por mi culpa.
Él le respondió:
—No temas por mí. Tengo un bastón encantado, no me pasará nada.
Al mismo tiempo oyeron un ruido y un silbido muy fuerte, y vieron la serpiente que venía rápida como un rayo. Como nuestro joven tenía su bastón consigo, le dio un pequeño golpe en una de sus cabezas, y una a una las siete cabezas y el monstruo cayó y nuestra princesa se salvó.
La princesa, para ir al monte, subió con su vestido más hermoso. El joven cogió siete trozos de tela del vestido de la princesa y, luego tomó la lengua de cada una de las cabezas de las serpientes y las envolvió en la seda del vestido.
Montó a la hija del rey en su caballo, guardó las lenguas de la serpiente envueltas en la tela, y se fueron juntos a la casa del oso.
La noticia de que la serpiente de siete cabezas ha sido asesinada se difundió rápidamente. El rey había prometido a su hija y que daría la mitad de su reino al hombre que acabara con la serpiente. Pues, tres carboneros, que paseaban por el monte, vieron la serpiente muerta, cortaron las siete cabezas y esperaron a ver si se presentaba alguien a pedir la recompensa, y como nadie se presentó, fueron donde el rey y le contaron que habían acabado con la serpiente y reclamaban para uno de ellos lo prometido.
Ese día hubo un gran revuelto, y en medio de toda la emoción, apareció el joven que pidió ver al rey a quien le contó que él había matado a la serpiente. Pero el rey le enseñó a los carboneros y las siete cabezas de la serpiente, y el joven dijo:
—¿Esas cabezas tienen lengua?
cuando miraron vieron que no había lengua en ninguna cabeza. Entonces el joven sacó las telas del vestido de la princesa con las siete lenguas, y todos dijeron:
—¡Este es el verdadero salvador de la hija del rey!
Y casaron al joven con la princesa y los tres carboneros, después de esto, fueron vestidos con una capa de azufre, y fueron quemados vivos en medio de la plaza del mercado.
El joven y la princesa fueron muy felices, vivieron en el palacio del oso, y como habían vivido bien, murieron felices. Entonces estuve allí y ahora estoy aquí.
Cuento popular vasco, recopilado por Wentworth Webster (1828-1907)
Wentworth Webster (1828 – 1907) fue un escritor británico.
Estudió con detalle la cultura euskaldún, recopilando mitos, leyendas y cuentos de hadas de Euskadi (País Vasco).