Bukolla

La Historia de Bukolla

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Érase una vez un matrimonio que tenía tres hijos. El primero se llamaba Asmund, el segundo, Sigmund, y el tercero, Thorstein. Pero a Thorstein siempre le discriminaban.

Tenían una vaca que se llamaba Bukolla y que era el único ganado que poseían. La vaca era un animal extraordinariamente bueno y dominaba la lengua de los hombres. Un día en que había parido un ternero que acababa de ponerse en pie, se les fue la luz, de modo que tuvieron que volver a la casa para encenderla de nuevo.

Cuando volvieron, el ternero había desaparecido. Al otoño siguiente ocurrió exactamente lo mismo.

Al tercer otoño, el matrimonio se cuidó de llevar fuego consigo para encender de nuevo la luz en caso de que volviese a apagarse. Pero, cuando el ternero se levantó, se apagaron las dos cosas a un tiempo: la luz y el fuego. Tuvieron que volver a la cocina a encender la luz y, al regresar al establo, el ternero había desaparecido y la vaca con él. Entonces se preocuparon muchísimo, porque el único alimento de que disponían era la leche de Bukolla. El hombre dijo a su hijo Asmund:

—Querido Asi, tienes que ir a buscar la vaca y el ternero. Espero que consigas encontrarlos.

Entonces Asmund se puso en camino. Como provisiones para el viaje no le dieron más que una escudilla de mantequilla y, aparte de eso, tres pares de calcetines y tres pares de zapatos. Cuando llevaba un día andando, se le desgastaron el primer par de calcetines y el primer par de zapatos. Por la noche se comió un tercio de la escudilla. El segundo día siguió su camino y le ocurrió lo mismo que el primer día; el tercer día fue exactamente igual, pero, desgraciadamente, no encontró nada.

Cuando se hizo de noche, llegó a una gran cueva delante de la cual había dos mujeres trol. Le preguntaron la razón de su viaje. Él contestó:

—Voy en busca de Bukolla y de los terneros de mi padre… ¿Sabéis algo de ellos? —Pronto te enterarás —respondieron las dos mujeres.

Dicho esto, pusieron una serpiente alrededor del cuello de Asmund y lo colgaron de un gancho en un lado de la puerta de la cueva. Allí se murió.

Algún tiempo después, cuando el marido y la mujer ya llevaban mucho esperando a Asmund, le dijeron a su hijo Sigmund que se fuera a buscar a Bukolla, pues parecía que Asmund no volvía. Le prepararon las mismas provisiones que a Asmund e hicieron que se pusiera en marcha. Pero con él sucedió lo mismo: las mujeres trol lo colgaron de un gancho en el lado opuesto de la puerta de la cueva.

Algún tiempo después, el hombre dijo a su hijo Thorstein:

—Será mejor que vayas a buscar a tus hermanos y también a las vacas. Probablemente no servirá de nada, pero quiero que te vayas por fin de mi vista.

Thorstein, preparado mal que bien, se puso en camino. La primera noche llegó a un gran roble, se tumbó debajo y dijo:

—¡Bukolla, si aún vives, muge! E inmediatamente oyó muy a lo lejos, en las profundidades de la tierra, un mugido; supo entonces que la vaca vivía y dónde tenía que buscarla. Al día siguiente se volvió a tumbar y le pidió a Bukolla que mugiera; esta vez el mugido venía ya de más cerca. Se guió por el sonido hasta llegar a la puerta de la cueva, a cuyos lados vio a sus hermanos colgados. Las mujeres trol estaban fuera y le preguntaron adonde iba.

—Estoy buscando un sitio para pasar la noche —contestó Thorstein— y tengo mucha hambre. Por favor, tened la bondad de permitirme que pase la noche aquí.

—Pasa a la cueva —dijeron ellas—. Acuéstate allí en ese lecho. Pero como te muevas de aquí te mataremos.

Thorstein se acostó después de haberse comido lo poco que le dieron. Por la noche, las mujeres trol se levantaron y salieron. Thorstein las siguió. Vio cómo abrían una cueva más pequeña dentro de la cual estaban Bukolla y los terneros. Las mujeres trol se pusieron a ordeñar la vaca. Él entonces regresó y se volvió a acostar.

Cuando las mujeres trol terminaron, Thorstein fingió que dormía mal y empezó a golpear con brazos y piernas a su alrededor. Las mujeres trol se despertaron y le dijeron que si no se calmaba le matarían. El dijo que había tenido un mal sueño, pero que en adelante se estaría totalmente quieto. Poco después empezó a roncar y volvió a dar golpes a su alrededor. Ellas se despertaron y le dijeron que aún seguía comportándose como un salvaje y que no estaban dispuestas a tolerar tanto ruido.

Él volvió a prometerles que se tranquilizaría y, efectivamente, durante un rato se tranquilizó, pero enseguida empezó otra vez a golpear a su alrededor como un loco; esta vez las mujeres trol no se despertaron. Entonces, sin hacer ruido, se levantó, clavó una lezna en la cama y dijo:

—Habla tres veces por mí si lo necesito.

Luego salió, abrió la cueva pequeña, sacó los terneros y la vaca y se montó a lomos de Bukolla. Entonces Thorstein cabalgó lo más deprisa posible arreando los terneros.

De las mujeres trol hay que decir que se despertaron y llamaron a Thorstein para ver si aún estaba acostado en el lecho.

—Sí —contestó la lezna.

Entonces siguieron durmiendo; pero se volvieron a despertar una segunda y una tercera vez, e hicieron la misma pregunta. Cada vez que preguntaban, la lezna contestaba:

—Sí.

Finalmente se despertaron por cuarta vez y le preguntaron por qué estaba tan callado, pero nadie contestó. Las mujeres trol se levantaron de un salto. Se dieron cuenta de que Bukolla y los terneros habían desaparecido y salieron corriendo a grandes zancadas. Rápidamente redujeron la distancia que las separaba de Thorstein.

Cuando las vio venir, Thorstein dijo:

—¿Y ahora qué hacemos, Bukolla?

—Arráncame un pelo del pescuezo —contestó la vaca— y tíralo detrás de ti.

Entonces aparecerá tanta agua que nadie será capaz de atravesarla.

Así lo hizo, y tal como Bukolla había dicho, se formó allí una gran inundación que nadie podía cruzar, salvo un pájaro volando. Cuando las mujeres trol lo vieron, dijeron:

—Eso no te servirá de nada. Iremos a por el perro de nuestro padre y él se beberá toda el agua.

Así lo hicieron, y el perro se bebió toda el agua.

Luego echaron a correr de nuevo tras Thorstein. La distancia entre ellos se acortó rápidamente, y entonces él dijo:

—¿Y ahora qué hacemos, Bukolla?

—Arráncame un pelo de la espalda —contestó— y tíralo detrás de ti. Entonces arderá un fuego tan grande que sus llamas llegarán hasta el cielo.

Así lo hizo, y ardió un fuego tan grande que nadie podía cruzarlo, salvo un pájaro volando. Entonces las mujeres trol dijeron:

—Eso no te servirá de nada. Iremos a por el perro de nuestro padre, le haremos escupir toda el agua en el fuego y lo apagará.

Así lo hicieron, y el fuego se extinguió. A continuación, saltaron al otro lado y volvieron a perseguir a Thorstein. La distancia entre ellos se iba haciendo cada vez menor.

Entonces Thorstein dijo:

—¿Y ahora qué hacemos, Bukolla?

—Arráncame un pelo del rabo —contestó— y tíralo detrás de ti. Entonces aparecerá una montaña que llegará hasta el cielo.

Así lo hizo, e inmediatamente creció allí una montaña que ningún ser podía atravesar, salvo un pájaro volando. Entonces las mujeres trol dijeron:

—Eso no te servirá de nada. Iremos a por la gran perforadora de mi padre y perforaremos un agujero en la montaña para poder atravesarla.

Y así lo hicieron: empezaron a perforar con unas fuerzas gigantescas hasta que la perforadora atravesó la montaña. Luego se metieron por el agujero, pero la distancia entre Thorstein y ellas era ya muy grande. Por eso corrieron con todas sus fuerzas y se volvieron a acercar tanto que ya podían ver al fugitivo montado en la vaca.

ntonces el muchacho preguntó de nuevo a Bukolla qué podían hacer. Ella, sin embargo, simplemente contestó:
—Diles que más les valdría prestar atención a lo que ocurre en el mar en vez de pensar en ti.

En cuanto les dijo aquello, las mujeres miraron al mar. Entonces pegaron un grito y se convirtieron en piedra, pues el día estaba empezando a clarear por el horizonte y ellas eran trols de la noche.

Cuento popular islandes, recopilado por Ulf Diederichs

Bukolla
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Ulf Diederichs

Ulf Diederichs (1937-2014) . Fue un editor y autor alemán.

De familia de editores, tubo gran interés en cuentos de hadas, leyendas de fantasía y mitología oriental.

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