

No lejos de Liechtenstein hay un manantial, donde un pastor descansaba siempre al mediodía y abrevaba sus rebaños.
Un día, mientras estaba sentado allí como de costumbre, una serpiente salió de debajo de una piedra y lo miró con dulzura.
Al principio se apoderó de él el terror, pero al final se sintió cómodo con ella.
Al segundo día, la serpiente volvió a aparecer, con su cabeza con rasgos humanos, se dirigió al pastor y le dijo, al día siguiente, ella aparecería nuevamente y que debía armarse de valor y besarla, porque así sería siempre feliz y afortunado.
Al tercer día, la serpiente salió de debajo de la piedra, se deslizó hacia él y levantó la cabeza para besarlo.
Al principio, el pastor se sintió aterrado, pero, cobrando valor, cerró los ojos y la besó.
Y ante él ya no estaba una serpiente, sino una hermosa muchacha, y más aún: una princesa.
Entonces el pastor abandonó sus ovejas y fue con la doncella a ver al rey, quien le dio a la princesa por esposa.
Cuento alemán, recopilado por Toofie Lauder, en Legends and Tales of the Harz Mountains (1881)







