pueblo ainu japon

El niño y los espíritus de las cosas

Sabiduría
Cuentos con Sabiduría

Había una vez un niño ainu que era muy sabio. Rara vez jugaba con los otros niños, porque los espíritus de las cosas eran sus compañeros de juego. Nadie podía ver a sus compañeros de juego, pero él hablaba con ellos y los amaba más que a todos los niños que conocía.

—Mis amigos me cuentan cosas raras—, dijo; y su madre preguntó:

—Quiénes son tus amigos y qué cosas raras te dicen, hijo mío?

—Mis amigos son los espíritus de las cosas—, respondió el niño. —No puedo decirte lo que dicen, pero el espíritu del pino me susurra las cosas que le dice el espíritu del viento del norte; el alto espíritu del bambú se inclina mientras el árbol se balancea y habla de los brillantes rayos del sol; los pájaros y las flores me hablan de la belleza de la tierra. Hasta las cosas comunes tienen espíritu y me dicen muchas cosas.

La madre del niño suspiró mientras lo miraba, porque pensaba que era demasiado sabio.

Un día el niño cayó enfermo. Estaba muy enfermo, pero nadie sabía qué le pasaba. Decaía día tras día y parecía no importarle nada. Y era invierno.

Un día su madre se le acercó y le dijo:

—Hijo mío, se ven las primeras flores de ciruelo en los árboles. El sol calienta. ¿No saldrás a verlo?

—El espíritu de la flor del ciruelo me susurró su llegada—, dijo. —Iré a ver.

Luego salió lentamente de la pequeña choza con techo de paja y, descansando junto a la puerta, vio el ciruelo en flor y olió su deliciosa fragancia. Sonrió un poco y luego una mirada extraña apareció en sus ojos. Se llevó la barbilla a la palma de la mano y se sentó en silencio, asintiendo con la cabeza una o dos veces como si dijera: «Sí».

Por fin su madre no pudo soportar más estar sin sus pensamientos. Temía perderlo y sentía celos de todo lo que se le acercaba.

—Dime lo que piensas, hijito—, dijo.

—Te lo diré—, respondió el niño. —A menudo vienen un niño y una niña a jugar conmigo. Son niños espirituales y jugamos muchas cosas. Hoy me han dicho por qué estoy enfermo. Es esto. Mi abuelo tenía un hacha preciosa. Con ella hizo muchas cosas, una bandeja y un mortero para machacar mijo y otras cosas. Pero mi padre tiró el hacha, olvidándose de lo bien que había servido. Ahora yace oxidándose y el espíritu del hacha está enojado. Porque el espíritu del hacha está enojado, me ha enfermado. Así que, si no quieres que muera, debes decirle a mi padre que busque el hacha y haga honor a su espíritu.

—Será como tú dices, hijo mío—, dijo su madre, y buscó a su padre y le contó todo. Luego encontró el hacha y la pulió con cuidado hasta que brilló. Le hizo un mango nuevo de palo fierro y lo talló con esmero. Y a él le puso un palo de adoración. Este palo era alto y sus plumas se rizaban y ondeaban con la brisa.

Entonces el espíritu del hacha se alegró, y el niño fue sanado, de modo que la alegría cayó sobre el alma de su madre.

Y cuando creció como hombre, se convirtió en un gran augur (sacerdote vidente que traía los mensajes de los dioses e interpretaba los oráculos) porque los espíritus de las cosas venían a menudo a él y le decían muchas cosas que estaban ocultas a otros seres. Porque los espíritus de las cosas eran sus amigos.

Cuento del folclore japonés, adaptado por Mary Nixon-Roulet (1866-1930) en Japanese folk stories and fairy tales, 1908

pueblo ainu japon
pintura de pueblo Ainu de Japón
Mary Nixon-Roulet

Mary F. Nixon-Roulet (1866-1930), fue una autora de libros cristianos, infantiles y juveniles, en el s XIX y principios del sXX. También realizó compilaciones de cuentos de folclore. Creció en una familia religiosa y de escritores.
Sus libros se cuentan como importantes obras culturales y base de conocimiento de la folclore de distintos lugares.

Utilizamos cookies para mejorar su experiencia de navegación, ofrecer anuncios o contenido personalizados y analizar nuestro tráfico. Al hacer clic en "Aceptar", acepta nuestro uso de cookies. Pinche el enlace para mayor información.política de cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies
Scroll al inicio