Leyendas de Oceanía

El hombre que quiso conocer a Luna

Leyenda
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Un día, dos amigos discutían si Sol y Luna eran una única persona, o eran dos.

-Te digo que son una sola persona.

-Te equivocas – decía el otro -, son dos personas distintas.

Como no se ponían de acuerdo, acabaron peleando, y la pelea la perdió quien aseguraba que Sol y Luna eran dos personas diferentes. El pobre hombre sentía gran vergüenza por haber perdido la pelea, por lo que decidió ir a la casa de Ganúmi, la Luna, y poder llevar pruebas a su amigo y a todo el mundo de la verdad. Tomo su barca y navegó y navegó, día y noche, cruzó el horizonte varias veces, hasta llegar a la casa de Luna.

Era un precioso islote al final de todos los océanos, arribó su barca en la orilla, se adentró en la playa y se quedó en su canoa a descansar.

Al cabo de un rato, apareció Ganúmi.

Como eran días de luna nueva, Ganúmi se asemejaba a un niño pequeño.

-Bienvenido a mi casa amigo humano – dijo Ganúmi -, habrás hecho un viaje muy largo, y yo vivo aquí muy solo, ¿quieres venir conmigo a mi casa un rato?

Pero el hombre no quería, pues no podía creerse que la Luna fuera aquel niño tan pequeño, se negó y no quiso levantarse de su canoa.

-No – respondió. Tú eres un niño pequeño y yo viajé hasta aquí para ver a Luna. Quiero que Ganúmi venga aquí y me invite a su casa.

-¡Yo soy Gamúmi! – respondió el niño – vamos, deja aquí tu barca y entra conmigo.

-Tú no puedes ser Ganúmi, no insistas, eres un niño, Luna es un ser anciano y sabio. No abandonaré aquí mi barca, me quedaré esperando a Luna el tiempo que haga falta.

-Vamos ¿no vas a bajar nunca de esa canoa? Yo, Ganúmi, te invito a mi casa.

Pero el hombre seguía testarudo y no quería moverse. Quedó allí, sentado en su canoa, viendo pasar los días, en la orilla de la isla donde está la casa de Garúmi.

Pasados unos días regresó el niño, cada día más joven.

-Hola, amigo humano – le dijo Garúmi ahora un poco más joven ya que la luna estaba creciendo -. Llevas aquí unos días y has viajado desde muy lejos, ¿Querrías venir a mi casa conmigo?

-Hola joven, estoy aquí esperando a Ganúmi, la Luna. Ya le dije al niño que vino el otro día que no iría, y ahora te digo a ti. Cuando Ganúmi me invite a su casa, me levantaré e iré.

El joven insistió, al no poder convencerle, nuevamente se fue.

A los días llegó Ganúmi como un hombre adulto. Tenía alguna cana en el pelo y se veía fuerte.

-Hola amigo humano, soy Ganúmi y vengo a invitarte a mi casa ¿querrías entrar conmigo a la casa Luna?

-¿Tú? – dijo el hombre sobre su canoa -, tú no eres Ganúmi. Ni hablar. Yo no me moveré hasta que Ganúmi venga a invitarme.

A los días llegó Garumi ya como un hombre anciano. Tenía arrugas en el rostro y el pelo con muchas canas, caminaba con la ayuda de un bastón y avanzaba lentamente.

-Hola buen hombre, lleva mucho tiempo esperando aquí, – le dijo Garúmi -, ¿querría entrar a mi casa conmigo? Yo soy Ganúmi y vengo aquí a invitarle.

-¡Sí! – dijo el hombre -, tú eres Ganúmi. Acepto la invitación.

Se bajó de su canoa y siguió a Ganúmi hacia su casa.

Según se adentraba en la isla, todo era cada vez más blanco y más blanco. Al final del camino blanco, rodeado de jardines blancos, estaba la gran casa blanca de Luna. Todo cuando allí había era blanco, las plantas, las piedras, la tierra…

-¡Qué hermoso! – dijo el hombre fascinado por la extrañeza y pureza del lugar.

-¡Todo esto es mi hogar! – Dijo Ganúmi -. Esto es la luz de mi hogar.

Después siguieron avanzando y llegaron a un lugar negro, donde todo era negro y oscuro. Hombre estaba fascinado y se sorprendía al ver ocultarse a Ganúmi y caminar con tanta confianza entre tanta oscuridad. Cuando más avanzaban, más negro se veía todo en Dúo, en Noche, y el hombre sólo podía guiarse por la silueta de su anfitrión que caminaba lentamente delante de él.

-Esto es Noche, su hogar se llama Dúo. Este es el hogar entre, Ganúmi y Sol, Hiwío,

Siguieron avanzando hasta una zona roja, donde todo era rojo. La tierra, las plantas, el camino, las piedras. Ganúmi dijo:

-Esto es el hogar de mi amigo Sol, Hiwío. Cuando Noche vuelve a su casa, el Sol sale desde aquí.

Luego regresaron al hogar de Ganúmi y almorzaron juntos. Allí díjole Ganúmi al hombre:

-Ahora podrás verme ascender hasta el cielo. Primero surgirá Noche, y después ascenderé yo. Cuando los dos hayamos vuelto a nuestras casas, despertará Sol y ascenderá hasta el cielo.

-¿Entonces tú y Sol sois dos seres distintos? ¡Yo tenía razón!

-Ahora verás. – Ganúmi subió por unas escaleras que parecían no conducir a ninguna parte, y al final de ellas saltó hasta el cielo.

Todo el cielo quedó inundado por la luz de Luna que estaba llena.

Durante toda la noche, el hombre anduvo por la casa de Luna, Ganúmi, fascinado por aquel lugar. Durante horas contempló la luna llena y al amanecer, cuando el sol comenzó a salir, Ganúmi volvió a casa descendiendo por las mismas escaleras por las que se había impulsado para llegar a lo alto del cielo.

Ganúmi regresó donde el hombre y le dijo:

-Ahora ya has visto mi hogar, a Noche y a Sol.

-Sí, muchas gracias, ya vi tu hogar, a Noche y a Sol, y ahora podré regresar a mi casa y contar todo cuanto he visto aquí. Pero el hogar de los hombres ahora parece lejano e inaccesible para mi, no se cómo podré regresar a mi hogar.

-No te preocupes por eso, yo te ayudaré- dijo Luna-. Cuando llegue la noche, yo ascenderé nuevamente al cielo, entonces lanzaré una soga y tú deberás amarrarla a tu canoa. Según avance en la noche, te guiaré hasta tu hogar. Cuando regreses, enseña los frutos que he hemos regalado a los hombres, para que no duden que has estado aquí.

En la siguiente noche, cuando Sol se puso, Ganúmi volvió a ascender y lanzó una soga. Hombre, ató la soga a su canoa y Luna lo arrastró por sobre las aguas de los océanos hasta su hogar. Cuando llegaron a la costa de su aldea, el hombre se despidió en la distancia de Ganúmi, y entró en su casa con los tres frutos que le habían regalado.

Al día siguiente, el hombre llamó a todos los habitantes de su aldea, incluido el hombre con quien había peleado. Cuando estaban todos reunidos, les enseñó los frutos, les contó la historia y les habló con detalle de todo cuanto había vivido.

Les explicó a todos como existían Luna y Sol, que eran dos seres diferentes, y que también existía Noche, que vivía en Dúo. Les mostró los frutos y, aun mostrando los extraños frutos blanco, negro y rojo, sintió que todos dudaban de él y de su historia, por lo que decidió enseñarles la soga. Les llevó a todos hasta la canoa y pudieron ver una soga atada a la embarcación que se elevaba hasta el cielo, les enseñó la soga y dijo:

-Con esta soga pude regresar. Esta soga pertenece a Luna, y ahora voy a devolvérsela.

Luego el hombre desató la soga de la canoa, tiró de la soga hacia abajo para avisar a Ganúmi y, en ese instante, todos pudieron escuchar un gran estruendo.

Ganumi, desde lo alto, comenzó a recoger la soga hasta desaparecer en la distancia.

Después de esto, el hombre invitó a todos a probar los frutos que le habían dado. Al principio nadie se atrevía a tocarlos, pero el hombre los provó primero para que viesen que no estaban envenenados y todos los demás aldeanos le siguieron.

Desde entonces, los hombres saben que existe Luna, existe Sol, y existe Noche, y nadie jamás volvió a poner en duda que todos fueran un mismo ser.

Después Sol, Luna y Noche le hicieron un regalo cada uno de sus huertos. Sol le regaló un fruto rojo, Luna un fruto blanco, y Noche un fruto negro.

Leyenda de Kíwai, en Papúa Nueva Guinea, recopilada por José Manuel de Prada (1970)

libro de cuentos

Los cuentos populares, las leyendas, las fábulas, la mitología…, son del pueblo.

Son narraciones que se han mantenidos vivas transmitiéndose oralmente, por las mismas personas del pueblo. Por ello no tienen dueño, sino que pertenecen a las gentes, a la folclore, a las distintas culturas, a todos.

En algún momento, alguien las escribe y las registra, a veces transformándolas, a veces las mantiene intactas, hasta ese momento, son voces, palabras, consejos, cosas que «decía mi abuelo que le contaba su madre…»

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