Fábula china: De cómo El Viejo Tonto removió las montañas

Lie Zi
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Fábula china: De cómo El Viejo Tonto removió las montañas

Esta fábula se recoge en el libro atribuido a Lie Yokuo, o libro de Lie Zi, entre los siglos VII y V a.C.

Narración de Fábula China de Lie Zi

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Fábula china El Viejo Tonto que removió las montañas
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De cómo El Viejo Tonto removió las montañas


Las montañas Taihang y Wangwu tienen unos setecientos li (1/2 km) de contorno y diez mil ren (2 ½ metros aproximadamente) de altura.

Al norte de estos montes vivía un anciano de unos noventa años al que llamaban El Viejo Tonto.

Su casa miraba hacia estas montañas y él encontraba bastante incómodo tener que dar un rodeo cada vez que salía o regresaba; así, un día reunió a su familia para discutir el asunto.

-¿Y si todos juntos desmontásemos las montañas? – sugirió – . Entonces podríamos abrir un camino hacia el Sur, hasta la orilla del río Hanshui.

Todos estuvieron de acuerdo. Sólo su mujer dudaba.

-No tienen la fuerza necesaria, ni siquiera para desmontar un cerrajón – objetó -. ¿Cómo podrán remover esas dos montañas? Además, ¿dónde van a vaciar toda la tierra y los peñascos?

-Los vaciaremos en el mar- fue la respuesta.

Entonces El Viejo Tonto partió con sus hijos y nietos. Tres de ellos llevaron balancines. Removieron piedras y tierra y, en canastos las acarrean al mar. Una vecina, llamada Jing, era viuda y tenía un hijito de siete u ocho años; este niño fue con ellos para ayudarles. En cada viaje tardaban varios meses.

Un hombre que vivía en la vuelta del río, a quien llamaba El Sabio, se reía de sus esfuerzos y trató de disuadirlos.

-¿Basta de esta tontería! – exclamaba – . ¡Qué estúpido es todo esto! Tan viejo y débil como es usted no será capaz de arrancar ni un puñado de hierbas de esas montañas. ¿Cómo va a remover tierra y piedras en tal cantidad?

El Viejo Tonto exhaló un largo suspiro.

-¿Qué torpe es usted! – le dijo – . No tiene usted ni siquiera la intuición del hijito de la viuda. Aunque yo muera, quedarán mis hijos y los hijos de mis hijos; y así sucesivamente, de generación en generación. Y como estas montañas no crecen, ¿por qué no vamos a ser capaces de terminar por removerlas?

Entonces El Sabio no tuvo nada que responder.


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