En Guatemala se cuenta que hace mucho tiempo, una mujer fue encarcelada acusada de brujería y se sometería a las leyes de la Santa Inquisición.
La Tatuana utilizaba las hiervas para curar males, usaba técnicas ancestrales para predecir el futuro y tenía extraños tatuajes en su cuerpo. Las autoridades no dudaron en apresarla y juzgarla.
En el juicio, La Tatuana se negó a revelar sus pecados y no se retractó de nada. El veredicto: culpable; la pena: condena de muerte.
Mientras estaba atrapada en su celda esperando la ejecución, se le presentó en la celda un extraño anciano misterioso, un ser sobrenatural que le entregó un carbón muy especial.
Otras versiones de la leyenda cuentan que la misma Tatuana solicitó el carbón, unas velas y rosas blancas como últimas voluntades.
Como fuese, La Tatuana consiguió carbón estando presa, y con este carbón, Tatuana dibujó en la pared de su celda un gran barco y comenzó a pronunciar encantamientos misteriosos.
Cuando los soldados fueron a la celda para llevarla ante el tribunal de la Santa Inquisición y ejecutarla, encontraron que justo esa noche, La Tatuana había desaparecido sin dejar rastro alguno, y sólo quedó un barco dibujado con carbón en la pared.
Los cuentos populares, las leyendas, las fábulas, la mitología…, son del pueblo.
Son narraciones que se han mantenidos vivas transmitiéndose oralmente, por las mismas personas del pueblo. Por ello no tienen dueño, sino que pertenecen a las gentes, a la folclore, a las distintas culturas, a todos.
En algún momento, alguien las escribe y las registra, a veces transformándolas, a veces las mantiene intactas, hasta ese momento, son voces, palabras, consejos, cosas que «decía mi abuelo que le contaba su madre…»