
Antes de emprender un viaje, un comerciante pobre dejó sus artículos de hierro a un comerciante rico para que los guardara. Al regresar se acercó al rico comerciante y le pidió que le devolviera sus mercancías.
Sin embargo, el rico comerciante lo había vendido todo y, para defenderse, dijo:
—A tus mercancías les ha sucedido algo desafortunado.
—¿Qué?
—Guardé tus utensilios de hierro en mi granero, donde hay muchos ratones, y los comieron todos en pedazos. Si no me crees, ven y compruébalo por ti mismo.
El pobre comerciante no hizo nada.
—¿Por qué molestarse?— él dijo. —Lo creo. Los ratones siempre comen hierro. Adiós.
El pobre comerciante se fue. En la calle vio a un niño jugando. Era el hijo del rico comerciante. Acariciándolo, tomó al niño de la mano y se lo llevó a su casa.
Al día siguiente el rico comerciante se reunió con él y le contó su desgracia, preguntándole si sabía algo sobre su hijo desaparecido.
El pobre respondió:
—Sí, lo vi ayer justo cuando salía de tu casa. Un halcón bajó volando y se llevó a tu hijo.
—¡No te burles de mí!— gritó enojado el rico comerciante. —Nadie puede creer que un halcón pueda raptar a un niño.
—No me estoy burlando de usted. No debería sorprender a nadie que un halcón pueda llevarse a un niño. Si los ratones pueden comer cien libras de hierro, todo es posible.
El rico comerciante entendió lo que quería decir.
—Los ratones no comieron su hierro—, dijo. —Lo vendí y te reembolsaré el doble de su valor.
—Si es así, el halcón no se llevó a tu hijo. Te lo devolveré.
Cuento ruso escrito de León Tolstoï
León Tolstói (1828 – 1910) fue un escritor, filósofo y pedagogo ruso de una familia aristócrata que dedicó su vida a la educación y la literatura.