la princesa Kaguya

La princesa Kaguya

Amor
Amor

Hace mucho tiempo vivía un anciano cuyo delicado sustento dependía de la cantidad de bambú que cortaba en el bosque día tras día. En una ocasión, mientras trabajaba en su labor habitual, encontró un extraño brote que resplandecía milagrosamente y, para su sorpresa, lo que encontró cuando lo cortó de un solo golpe fue el rostro de una bellísima niña de apenas diez centímetros. Asombrado y emocionado, se la llevó de vuelta a casa y se la mostró a su mujer, con la que no había podido tener hijos.

Felices de su suerte, decidieron criarla con ellos para que acompañara sus grises días de soledad y la llamaron Kaguya («luz brillante») en referencia a su belleza. Desde aquel afortunado día, cada vez que el cortador de bambú sesgaba los brotes del bosque encontraba numerosas monedas de oro, lo que le convirtió pronto en un hombre muy rico que pudo facilitar a su hija una educación digna de una princesa. La pequeña creció extrañamente rápido hasta convertirse en una joven de extraordinaria hermosura que inflamaba los corazones de todos aquellos que la miraban.

Pronto, su fama se extendió por todos los rincones del reino y numerosos aspirantes a su amor acudieron a su hogar para suplicar su mano, pero ella rechazaba a todos una y otra vez. Al final, cinco pretendientes de noble cuna fueron los únicos lo suficientemente obstinados como para soportar la espera e insistir continuamente a su anciano padre.

Sin embargo, aunque él mismo deseaba un buen partido para su adorada hija, no podía más que explicarles que él nada podía hacer, pues Kaguya era dueña de sus propias decisiones y no aceptaría casarse con nadie cuyo corazón le resultara desconocido. Al final, tras muchas reprimendas e insistencias, ella acordó con su padre que aceptaría a aquél que demostrara poseer un corazón de gran pureza. Para ello, establecería cinco pruebas que cada uno de ellos debería cumplir.

Al primero de los aspirantes le encomendó la búsqueda de un cuenco de piedra que había sido propiedad de Buda y que se hallaba en la India. Al segundo, le encargó una rama de un místico árbol con raíces de plata, tronco de oro y frutos de jade. Al tercero, un abrigo hecho con la legendaria piel del ratón de fuego, mientras que el cuarto tendría que traer la joya irisada que se escondía en la cabeza de un dragón.

Finalmente, el quinto debería contentarla con una preciosa concha que las golondrinas atesoraban. Estas misiones resultaban imposibles y peligrosas, por lo que los cinco pretendientes partieron desanimados. Al cabo de muchos meses, regresó el primero con un cuenco falso, por lo que la prueba fracasó estrepitosamente.

El segundo volvió al poco con la codiciada rama de oro y un sinfín de historias que encandilaron a la bella Kaguya, pero también demostró ser un farsante cuando lo delató un grupo de orfebres que reclamaban su pago por la rama de piedras preciosas que habían creado para él. Cuando el tercero se presentó con la piel de ratón, Kaguya la arrojó al fuego para probar su autenticidad, pero resultó ser una pieza de tela china que ardió al contacto con las llamas.

El cuarto enamorado viajó muchísimo y superó muchas adversidades en vano, pues acabó enfermando y lamentándose de su suerte y de la crueldad de la dama Kaguya. Por su parte, el quinto también acabo por desistir. Mientras tanto, la belleza de la joven había llegado a oídos del mismísimo Emperador, quien la invitó a la corte para conocerla. Ella rechazó sus deseos en cuanto lo escuchó alegando que moriría si pisaba el palacio, lo que motivó que él mismo organizara una partida de caza y se presentara en su casa con su séquito.

Sólo por un instante llegó a ver su rostro resplandeciente, pero fue suficiente para que se enamorara perdidamente de ella. Kaguya, sin embargo, volvió a rechazarle con una cierta tristeza. Pasó el tiempo y, en pleno verano, la bella dama comenzó a mostrarse melancólica y esquiva mientras contemplaba la luna. Cuando sus padres le preguntaron el motivo de su tristeza, ella sólo pudo contestar que quería quedarse con ellos, pero que pronto vendrían a buscarla para regresar al lugar del que provenía: la luna.

El Emperador se enteró de esta noticia y, dado que seguía profundamente enamorado de ella, envió soldados a la casa del anciano cortador de bambú con la intención de combatir a las tropas celestiales que se atrevieran a acercarse a Kaguya. Sin embargo, las fuerzas imperiales poco pudieron hacer, pues en cuanto la luna estuvo muy alta, un grupo de místicos seres lunares se presentaron frente a la casa de Kaguya en una vaporosa nube y sus luminosos rayos paralizaron los cuerpos de los guerreros del emperador y detuvieron sus flechas.

Profundamente entristecida, la joven se vio obligada a beber un trago del elixir de la vida eterna y ceñirse un manto de plumas que le haría olvidar todo recuerdo de su vida en la Tierra. Sin embargo, antes de que esto sucediera, se despidió de sus seres queridos y le envió al emperador una astilla impregnada de elixir y una carta en la que le explicaba el motivo de su rechazo y su condición de ser lunar. Asimismo, le entregó a sus padres su kimono de seda como recuerdo, mientras ellos la veían irse para siempre con infinita tristeza en sus ojos.

Años después, de la luna cayó la capa que las personas de la luna le dieron a la princesa Kaguya. Un monje, llamado Miatsu, que pasaba por ahí se enteró de la historia de la princesa y fue a ver al emperador. Le dijo que si alguna vez la luna llena aparecía más de lo debido, llevaran la capa al Monte Fuji y la quemaran.

Cuando el emperador preguntó la razón, el monje le dijo que la princesa Kaguya había recibido la carta que él había quemado tanto tiempo atrás, y que se encontraba molesta por no haberse podido quedar en el planeta, por lo que había decidido convertir a la tierra en un lugar como la luna: sin espacio ni tiempo, sumida en la noche eterna, para poder regresar. El emperador le pidió al monje que sellará a Kaguya en un lugar del cual jamás pudiera salir.

El monje Miatsu lo hizo así, en un espejo del palacio (que fue conocido como espejo de la vida o de la luna) con los cinco objetos que la princesa había pedido a sus pretendientes, como llaves de apertura y cerradura del portal entre la luna y la tierra (el monje los tenía); de esta forma la humanidad estaría a salvo del poder de la princesa. La capa de princesa Kaguya fue entregada a una familia reconocida y ancestral de la que se decía que sus miembros poseían poderes espirituales.

Cuento tradicional japonés, sX

libro de cuentos

Los cuentos populares, las leyendas, las fábulas, la mitología…, son del pueblo.

Son narraciones que se han mantenidos vivas transmitiéndose oralmente, por las mismas personas del pueblo. Por ello no tienen dueño, sino que pertenecen a las gentes, a la folclore, a las distintas culturas, a todos.

En algún momento, alguien las escribe y las registra, a veces transformándolas, a veces las mantiene intactas, hasta ese momento, son voces, palabras, consejos, cosas que «decía mi abuelo que le contaba su madre…»

Scroll al inicio