Erase un padre con tres hijos, el menor de ellos cojo. Al morir el padre, les encargó que nunca fueran de camino con barbilampiño ni con cojo.
—Bien está, señor—, le contestaron los hijos.
Luego de ocurrida su muerte, salió el mayor de viaje, y en el camino, á corta distancia de su casa, encontró un barbilampiño que le preguntó:
—¿Dónde vas, querido?
—Voy de viaje— le contestó.
—¿Quieres llevarme contigo?
—No, no te llevo, porque el padre nos dejó al morir la orden de no viajar con Barbilampiño.
Va más lejos y encuentra otro, al cual dio la misma respuesta. Sigue andando y encuentra otro que también le pregunta:
—¿Dónde vas, querido?
—¡De viaje!
—¿No quieres llevarme! contigo?
Entonces reflexionó: —Todos los que encuentro son barbilampiños, aún puedo hallar otros; lo tomaré. Y por fin le contesta:
—¡Bueno, vayamos juntos!
En el camino pactaron que si se enfadaba uno de los dos, el otro le cortaría un trozo de la espalda. Al poco rato el barbilampiño le da un pan diciéndole:
—Aquí tienes este pan para que comas y des al perro y lo lleves entero.
El le replica:
—¿A caso es posible que coma yo, dé al perro y el pan, quede entero?
—¿Ves, ves, — replica el barbilampiño—, cómo te has enfadado?
Y parándosele le corto carne de la espalda, y el otro se marchó irritado.
IguaI suerte tuvo el hermano mediano, por no seguir el consejo su padre. Marchó después el cojo, que era el menor, pero el más astuto de los tres. Lo mismo que sus hermanos, encontró en su viaje barbilampiños y pactó igual convenio con el tercero. Este le dió también un pan, diciéndole:
—Aquí tienes un pan para que comas tú, des á mi perro y lo lleves entero.
¿Qué hace el muy ladino? Se va al rebaño que apacentaba el barbilampiño, mata un cordero, lo asa y se lo come, y después coge el perro y lo mata. Acertó á pasar por allí una carreta tirada por bueyes enfermizos, uno de ellos á punto de morir, los cambió con dos del rebaño, y matando otro, convidó á comerlo á los dueños de la carreta. Al ver más tarde el barbilampiño que le faltaba un buey, no se atrevió á quejarse, mas como el cojo repitiera el hecho muchas veces, al fin no pudo contenerse y le dijo:
—¿Qué se han hecho los bueyes que me faltan?
Respondióle el cojo:
Según el convenio que hicimos, no puedes quejarte; ahora, pues, levántate para que te saque un trozo de carne de la espalda.
Cortóle la carne, se apoderó de las riquezas del barbilampiño, y se volvió contento y ufano á su casa.
Cuentos griegos. Cuento popular anónimo de la antigua Grecia, recopilados, publicados y traducidos al alemán por el austriaco Johann Georg von Hahn (1811-1869), posteriormente traducidos al castellano por Ramón Manuel Garriga (1835-1906)
Los cuentos populares, las leyendas, las fábulas, la mitología…, son del pueblo.
Son narraciones que se han mantenidos vivas transmitiéndose oralmente, por las mismas personas del pueblo. Por ello no tienen dueño, sino que pertenecen a las gentes, a la folclore, a las distintas culturas, a todos.
En algún momento, alguien las escribe y las registra, a veces transformándolas, a veces las mantiene intactas, hasta ese momento, son voces, palabras, consejos, cosas que «decía mi abuelo que le contaba su madre…»