
El joven y hermoso hijo de un jefe de Chow preguntó a un hombre sabio qué clase de esposa debería elegir.
—Mientras caminabas por el camino, ¿a quién conociste?— preguntó el mago.
—A nadie—, respondió el joven.
—No, hijo mío, viste a una sirviente de tu padre cortando pasto en un jardín. Ella será tu esposa.
Angustiado porque una mujer así fuera su esposa, el joven huyó de su propio país.
Y sucedió que el Chow vio que la sirviente era amable, noble y hermosa, y la llevó a su casa como a una hija, y ella se volvió más amable, más noble y más hermosa con el tiempo.
Habían pasado los años, y un día el hijo regresó y, viendo en la que alguna vez fue sirviente una mujer muy adorable y encantadora, la buscó y la ganó como su esposa. Entonces llegó al joven la noticia de que se trataba de una sirviente y, al enterarse de la verdad, suplicó que le dejaran libre para emprender un largo viaje. La joven esposa accedió.
Se preparó un barco y el hijo del Chow tenía en el corazón el deseo de no volver nunca más. Entonces, en secreto, el Chow tenía una imagen dorada escondida en el fondo del barco. Cuando llegó el día de la partida, el Chow envió apresuradamente a sus sirvientes a preguntar a su hijo qué llevaba en el barco.
—Sólo tengo mis posesiones—, respondió el hijo.
—No, tienes la imagen de oro, que es posesión de mi amo, el Chow—, insistieron los sirvientes. —Si la encontramos en el barco, ¿qué harás?— le preguntaron ellos.
—¡Si lo encontráis, volveré con vosotros como sirviente de mi padre!— exclamó el hijo.
Los hombres sacaron todos los bienes del barco y encontró la imagen. Luego el hijo regresó como sirviente a su padre y fue nombrado guardián de los elefantes.
Un día, la joven esposa del hijo llegó al comedor y pidió permiso para ir al bosque a buscar a su marido.
El Chow dijo de buena gana:
—Ve, hija mía—, e inmediatamente hizo preparar un barco para ella y envió con ella a muchos de sus sirvientes. Un siervo fue llamado «Ojo que ve bien«, y otro «Oído que bien oye«.
Navegando río abajo llegaron a la provincia donde el joven buscaba elefantes y allí permanecieron.
El Chow de la provincia, mientras tanto, envió en secreto a un sirviente a esconder una imagen de oro en el barco. Pero el «oído que bien oye» oyó y el «ojo que bien ve» vio, y juntos sacaron la imagen de la barca y la escondieron en la arena.
Al día siguiente, el Chow envió un mensajero preguntando por qué la princesa había tomado la imagen.
—No he visto esa imagen—, fueron las palabras de la princesa.
—Si la encontramos en tu barco, ¿qué harás?— preguntó el mensajero del Chow.
—Si encontráis la imagen en el barco, yo y mis sirvientes seremos sirvientes de él—, respondió la princesa, —pero, si la imagen no se encuentra allí, ¿qué hará tu amo?
—Si no encontramos la imagen, te entregará todos sus bienes y su provincia al completo—, respondió de buen grado el mensajero sabiendo de la trampa que le habían hecho.
La búsqueda fue diligente, pero no lograron hallar la imagen de oro, y fiel a su palabra, el Chow entregó sus bienes y su provincia a la princesa. Regocijada y esperando así descubrir a su marido, la princesa dio un gran banquete y convidó a todo el pueblo. Mientras todos estaban festejando, he aquí, un hombre, vestido con ropa sucia y llevando un pesado colmillo de elefante, se acercó a ellos, e inmediatamente la princesa reconoció a su marido, y el marido, dándose cuenta de cómo lo amaba su esposa, creció su amor hacia ella, y juntos vivieron en su provincia durante muchos, muchos años.
Leyenda de Laos, recopilada por Katherine Neville Fleeson, editada en 1899, en el libro Laos Folk-Lore of Farther India.
Katherine Neville Fleeson (1859-1905) fue una misionera en Siam y Laos, nacida en Pennsylvania, hija de padres escoceses e irlandeses.
Entre otras publicaciones, escribió un libro con recopilaciones que ella misma realizó, de cuentos y leyendas inéditos: Laos Folk-Lore of Father India.