Sigurd barcos vikingos

La Historia de Sigurd

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Esta es una historia muy antigua. Los daneses que solían pelear contra los ingleses en la época del rey Alfred ya la conocían. Algunos de los hechos de esta historia han sido grabados en las rocas y aún pueden observarse. Como es una historia tan bella y antigua hemos decidido contarla aquí nuevamente, pero tiene un final triste; de hecho todo el relato es triste y casi todo se trata de peleas y asesinatos, como era de esperarse de los daneses.

Había una vez un rey en el norte que había ganado muchas batallas y ahora era viejo. Aun así se casó de nuevo con una mujer joven; pero otro príncipe, que también quería casarse con ella, juntó un gran ejército y se lanzó contra él. El viejo rey dio la cara y peleó con valentía, pero de pronto se rompió su espada, fue herido y sus hombres huyeron. Por la noche, cuando la batalla había terminado, su joven esposa acudió en su búsqueda entre los muertos y heridos hasta que por fin lo encontró y le preguntó si podría recuperarse, pero él contestó que no, pues su suerte había acabado, su espada estaba rota y ahora debía morir. El rey le dijo que debía tener un hijo y que ese hijo sería un gran guerrero que lo vengaría del rey enemigo. Le pidió que tomara las piezas rotas de la espada para que con ellas hiciera una nueva espada para su hijo y a esa espada debía ponerle el nombre de Gram.

Entonces murió y su esposa mandó llamar a su dama de compañía y le dijo: “Intercambiaremos nuestros vestidos; tú serás llamada por mi nombre y yo por el tuyo. No vaya a ser que el enemigo nos encuentre”.

Se cambiaron las ropas y se escondieron en el bosque, pero unos extraños las encontraron y se las llevaron en un barco a Dinamarca. Cuando fueron presentadas ante el rey, éste pensó que la dama de compañía parecía una reina y viceversa.

Sigurd barcos vikingos
Sigurd barcos vikingos

Así que le preguntó a la reina: “¿Cómo sabes en la oscuridad de la noche si falta poco para que amanezca?”

Y ella respondió: “Lo sé porque cuando era más joven solía levantarme a encender el fuego y aún al día de hoy me despierto a la misma hora”.

“Una extraña reina que enciende el fuego por la mañana”, pensó el rey.

Entonces le preguntó a la reina, disfrazada de criada:

“¿Cómo sabes en la oscuridad de la noche si se acerca la hora de que amanezca?”

—Mi padre me dio un anillo de oro —dijo ella— y siempre, poco antes del amanecer, se pone frío en mi dedo.

—Una casa muy rica debía ser aquélla en la que las criadas llevan oro —dijo el rey—. Tú no eres una criada; eres la hija de un rey.

Así que el rey la trató de acuerdo a su nobleza y con el tiempo tuvo un hijo y le puso Sigurd, un niño muy bonito y muy fuerte. Sigurd tuvo un tutor a cargo de su educación; un día el tutor le dijo que fuera con el rey y le pidiera un caballo.

—Escoge el caballo que quieras —le dijo el rey y el muchacho se fue al bosque donde se encontró con un anciano de barba blanca al que le dijo: “¡Ven, ayúdame a escoger un caballo!”

El anciano le dijo: “Llévate todos los caballos al río y quédate con el que lo cruce”.

Sigurd los llevó y sólo uno cruzó; lo llamó Grani. Este caballo descendía de Sleipnir y era el mejor caballo del mundo, pues Sleipnir había sido el caballo de Odín, el dios del norte, y corría tan veloz como el viento.

Un par de días después, el tutor le dijo a Sigurd: “Hay un gran tesoro enterrado no lejos de aquí; será tuyo si lo ganas”.

Pero Sigurd respondió: “He escuchado muchas historias sobre ese tesoro y sé que está custodiado por el dragón Fafnir, que es tan grande y malvado que ningún hombre se atreve a acercársele”.

—No es más grande que otros dragones —le dijo el tutor— y si fueras tan valiente como tu padre, no tendrías miedo de enfrentarlo.

—No soy un cobarde. ¿Por qué quieres que luche contra este dragón?

Sigurd
Sigurd

Entonces su tutor, cuyo nombre era Regin, le dijo que todos esos montones de oro rojizo habían pertenecido a su propio padre. Le explicó que su padre había tenido tres hijos: el primero era Fafnir, el dragón; el siguiente era Otter, que podía tomar la forma que deseara cuando lo deseara; y el tercero era él mismo, Regin, quien era un gran herrero y hacedor de espadas.

Por aquel tiempo había un enano llamado Andvari, que vivía en una cueva debajo de una cascada, donde tenía escondida una gran pila de oro. Un día Otter estaba pescando por ahí, había capturado un salmón, se lo había comido y se echó a dormir sobre una roca transformado en una nutria. Entonces alguien se acercó, le arrojó una piedra a la nutria y la mató, luego la desolló y se la llevó a la casa del padre de Otter. Así supo que su hijo estaba muerto y para castigar a la persona que lo había matado le dijo que tenía que llenar la piel de Otter con oro y cubrirla toda de oro rojizo o le iría muy mal. Entonces la persona que había matado a Otter fue a capturar al enano que poseía el tesoro y se lo quitó.

Le quitó todo, hasta el anillo que portaba el enano.

Entonces el enano se enojó mucho y maldijo el oro diciendo que sólo le traería muy mala suerte a quien lo poseyera, para siempre.

El hombre rellenó la piel de la nutria y la cubrió con oro, y como sólo faltaba un pelito, el hombre usó el anillo del enano para cubrirlo.

Pero no le trajo buena suerte a nadie. Primero Fafnir, el dragón, mató a su propio padre, luego fue a revolcarse en el oro y no lo quiso compartir con su hermano, además de que nadie se atrevía a acercársele.

Cuando Sigurd escuchó esta historia le dijo a Regin:

—Dame una buena espada que yo mataré a este dragón.

Así que Regin hizo una espada y Sigurd la probó contra un bloque de hierro y la espada se rompió. Entonces Regin hizo otra espada, pero el muchacho también la rompió.

Sigurd decidió ir con su madre, la reina, a pedirle los pedazos de la espada de su padre y se los dio a Regin, quien con martillo y fuego los volvió a unir; la espada era tan filosa que parecía tener llamas en el borde.

Sigurd probó esta espada con el bloque de hierro y lo partió en dos sin que la espada sufriera daño alguno. Luego arrojó un montón de lana al río, la cual, al sumergirse y hacer contacto con la espada, se partía también en dos. El muchacho dijo que esa espada bastaría, pero antes de ir a enfrentar al dragón condujo un ejército para pelear contra los hombres que habían matado a su padre, mató al rey, le quitó toda su
riqueza y se regresó a su casa.

Sigurd, después de pasar unos días en su casa, cabalgó con Regin hacia la montaña donde solía estar el dragón.

Ahí vieron las marcas que éste había dejado cuando se fue al acantilado a beber; la marca era como si un gran río hubiera pasado por ahí dejando un valle profundo.

Entonces Sigurd descendió por el acantilado y cavó varios hoyos, luego se escondió en uno en el que esperó pacientemente hasta que la tierra comenzó a temblar por el peso del dragón al aproximarse al agua. Una nube de veneno lo precedía mientras exhalaba y rugía, por lo que habría sido muerte segura colocarse frente a él.

Esperó hasta que el dragón hundiera medio cuerpo en el agua y entonces le clavó la espada directo en el corazón.

El dragón se retorcía y con la cola destrozaba piedras y arrancaba árboles a su alrededor.

Mientras moría dijo: “No importa quien seas tú que me has asesinado, pero este oro será tu ruina y la de todo aquél que lo posea”.

—No tocaría ni una moneda de ese tesoro si al perderlo fuera condenado a no morir, pues todos los hombres mueren y ningún hombre valiente deja que la muerte lo asuste y lo aparte de su deseo. Muere, Fafnir —dijo y Fafnir murió.

Después de esto Sigurd fue conocido como La ruina de Fafnir y El asesino de dragones.

Sigurd regresó a encontrarse con Regin, quien le pidió que rostizara el corazón de Fafnir y le permitiera comérselo.

Entonces Sigurd puso el corazón de Fafnir en una estacay lo rostizó, pero accidentalmente lo tocó con el dedo y se quemó, luego se puso el dedo en la boca y así supo a qué sabía el corazón de Fafnir. De pronto descubrió que podía entender el lenguaje de los pájaros y escuchó que los pájaros carpinteros decían:

“Ahí está Sigurd rostizando el corazón de Fafnir para otro hombre en lugar de hacerlo para él mismo y así obtener toda la sabiduría.

Otro pájaro dijo:

“Ahí está Regin, listo para traicionar a Sigurd, quien confía en él”.

Un tercer pájaro dijo:

“De seguro le va a cortar la cabeza a Regin y se quedará con el oro”.

Un cuarto pájaro dijo:

“Eso hará y luego se irá hacia Hindfell, al lugar donde duerme Brynhild”.

Cuando Sigurd escuchó que Regin estaba tramando traicionarlo, le cortó la cabeza de un tajo con su espada. Entonces todos los pájaros dijeron:

Conocemos a una hermosa doncella,
a una doncella durmiente;
Sigurd, no temas,
Sigurd, gánate a la doncella,
pues la fortuna te espera.
En lo alto de Hindfell
un fuego centellea;
allá vive la doncella
que te querrá bien.
Ve con ella y será sumisa.
Allá estará dormida
hasta que acudas a despertarla.
Levántate y ve con ella,
que hará el juramento
sin temor a romperlo.

El héroe recordó aquella historia de un lugar muy lejano en el que había una hermosa princesa encantada; estaba bajo un hechizo que consistía en dormir en un castillo rodeado por un fuego eterno. Así permanecería hasta que un caballero cruzara el fuego y la despertara. Decidió ir a buscarla, pero antes recorrió los pasos de Fafnir; encontró que éste vivía en una cueva con puertas de hierro, una cueva muy profunda y llena de brazaletes de oro, coronas y anillos, y también ahí encontró el Yelmo del Terror, un yelmo dorado que hace invisible a quien lo use. Puso todo esto sobre el lomo de Grani y cabalgó hacia el sur camino de Hindfell.

Al anochecer, Sigurd vio en lo alto de una colina un fuego encendido cuyo brillo llegaba hasta el cielo; dentro de las llamas había un castillo y un estandarte en la torre más alta. Entonces condujo a Grani hacia el fuego y éste pasó por el fuego como si hubiera atravesado un arbusto. Sigurd se acercó a la puerta del castillo y ahí vio a alguien que dormía, vestido en una armadura. Le quitó el yelmo y vio que era una hermosa doncella, la cual despertó en ese momento y le dijo:

“¿Acaso, eres Sigurd, hijo de Sigurd, el que ha roto el hechizo y ha venido por fin a rescatarme?”

Esta maldición había caído sobre ella cuando se le clavó en la mano una espina del árbol del sueño como castigo a que había contrariado al dios Odín. Hacía muchos años, la doncella había jurado que nunca se casaría con un hombre que conociera el temor y que no se atreviera a cruzar el círculo de fuego, pues ella misma era una guerrera y había ido a la batalla disfrazada de hombre. Pero ahora ella y Sigurd se enamoraron y prometieron ser fieles el uno al otro; él le dio un anillo, que era el último que había portado el enano Andvari. Después Sigurd emprendió el viaje y llegó hasta el palacio de un rey que tenía una bella hija que se llamaba Gudrun, cuya madre era una bruja. Ahora bien, Gudrun se enamoró de Sigurd, pero él siempre hablaba de lo hermosa que era Brynhild y de cuánto la quería. Entonces un día la madre de Gudrun hizo una pócima que contenía amapola y otras sustancias para borrar la memoria; se la ofreció al héroe en una copa y le pidió que brindara por Brynhild, éste lo hizo y al instante la olvidó y se enamoró de Gudrun y se casaron con gran regocijo.

La bruja, la madre de Gudrun, quería que Gunnar, su hijo, se casara con Brynhild, por lo que le pidió que se fuera con Sigurd a buscarla. Entonces se dirigieron a la casa del padre de Brynhild, y aunque él ya no la recordaba a causa de la pócima que le había preparado la bruja, ella sí lo amaba y pensaba en él. Al llegar ahí, el padre de Brynhild le dijo a Gunnar que nadie podría casarse con su hija excepto aquél que pudiera cruzar el círculo de fuego frente a la torre encantada. Ambos se pusieron en marcha, pero al llegar ahí Gunnar no se atrevía a cruzar; entonces le pidió a Sigurd su caballo Grani, pero éste se negó a moverse. Gunnar recordó una brujería que le había enseñado su madre y logró hacer que Sigurd tomara su apariencia. Así, con la figura idéntica a Gunnar y montado en Grani, Sigurd brincó el círculo de fuego y encontró a Brynhild, pero él no la recordaba.

Brynhild no tuvo más remedio que prometerle que sería su esposa, pues había prometido casarse con quien cruzara el círculo de fuego. Él le dio un anillo y ella le dio el que había recibido cuando tenía la apariencia de Sigurd y que era el último que había poseído el pobre enano Andvari. Después salió de ahí e intercambió su apariencia con Gunnar; volvieron a casa de la reina bruja y Sigurd le dio el anillo que había
sido del enano a su esposa, Gudrun. Por su parte, Brynhild fue con su padre y le dijo que un rey llamado Gunnar había llegado hasta ella cruzando el círculo de fuego y por lo tanto debía casarse con él. “Sin embargo, yo estaba segura de que ningún otro hombre podía cruzar el fuego salvo Sigurd, La ruina de Fafnir, mi verdadero amor, pero él me ha olvidado y yo debo cumplir mi promesa”, le dijo a su padre.

Gunnar y Brynhild se casaron aunque había sido Sigurd con la apariencia de Gunnar quien había cruzado el círculo de fuego.

Cuando terminaron la boda y el festín, la magia de la bruja perdió su efecto y Sigurd recordó todo; recordó cómo había liberado a Brynhild del hechizo, cómo ella era su verdadero amor y cómo la había olvidado y se había casado con otra mujer y finalmente cómo había ganado a Brynhild para ser la esposa de otro hombre.

Pero como era un hombre valiente, no dijo una sola palabra a los demás para no hacerlos sentir tristes. Sin embargo, no podía hacer nada para impedir que se cumpliera la maldición del enano Andvari que recaería sobre quien poseyera el anillo.

Y pronto cayó la maldición sobre todos ellos. Un día, cuando Brynhild y Gudrun nadaban en el río, Brynhild se adentró un poco más en el agua y dijo que lo hacía para mostrar que era superior a Gudrun, pues su esposo había atravesado el círculo de fuego, lo que ningún otro hombre se había atrevido a hacer.

Entonces Gudrun se enojó mucho y dijo que había sido Sigurd y no Gunnar, quien lo había cruzado y de él había recibido el terrible anillo fatal del enano Andvari.

Brynhild vio el anillo que Sigurd le había dado a Gudrun y todos supieron que era verdad; se puso pálida como una muerta y se fue a casa. No pronunció palabra toda la noche.

Al día siguiente le dijo a Gunnar, su esposo, que era un cobarde y un mentiroso, pues él nunca había cruzado el fuego y había enviado a Sigurd a que lo hiciera por él fingiendo que era su propia hazaña. Le dijo que nunca la vería contenta en el salón, ni tampoco la vería beber vino, jugar ajedrez, bordar con hilo de oro ni pronunciar palabras amables. Hizo a un lado todos sus utensilios de tejido y se puso a llorar muy fuerte para que todos en la casa la escucharan, pues su corazón y su orgullo estaban rotos. Había perdido a su verdadero amor, Sigurd, el asesino de Fafnir y se había casado con un hombre que era un mentiroso.

Luego llegó Sigurd, quien intentó consolarla, pero ella no quería escucharlo y le dijo que deseaba que su espada se le clavara en el corazón.

—No tardará mucho en que esta espada amarga se me clave en el corazón, aunque tú tampoco vivirás mucho después de que yo haya muerto. Querida Brynhild, vive en paz y ama a Gunnar, tu esposo, yo te daré todo el oro y el tesoro completo que era del dragón Fafnir.

Brynhild le dijo: “Es demasiado tarde”.

El héroe se entristeció tanto que el corazón se le hinchó hasta romper los anillos de su cota de malla.

Sigurd salió de la habitación y Brynhild estaba decidida a matarlo. Preparó una mezcla de veneno de serpiente y carne de lobo y se las dio en un platillo al hermano menor de su esposo, quien se volvió loco de furia y entró a la habitación de Sigurd mientras éste dormía. Ahí sobre su cama le encajó la espada. Sigurd alcanzó a empuñar a Gram y se la lanzó al otro cuando intentaba huir partiéndolo en dos. Y así fue como murió Sigurd, un hombre que ni diez habrían podido matar en una pelea justa. Entonces Gudrun se despertó y lo vio muerto y gritó de dolor; Brynhild la escuchó y se echó a reír; el caballo Grani murió de tristeza poco después.

Después Brynhild lloró hasta que su corazón reventó, vistieron a Sigurd con su armadura de oro y construyeron una gran pila de madera en su barco. Por la noche subieron a bordo al muerto Sigurd y a la muerta Brynhild acompañados del buen caballo Grani, le prendieron fuego al barco y lo soltaron en el mar brillando en la noche cerrada. Así Sigurd y Brynhild fueron quemados juntos y la maldición del enano Andvari se
cumplió.

Tomada de la Saga Volsunga por Andrew Lang

Andrew Lang (1844-1912)

Andrew Lang (1844-1912) fue un escritor escocés.

Crítico, folclorista, biógrafo y traductor.

Influyó en la literatura a finales del s XIX e inspiró a otros escritores con sus obras. Hoy se le recuerda principalmente por sus compilaciones de cuentos de hadas del folclore británico.

Sobresalen sus compilaciones: El libro azul de las hadas, El libro rojo de las hadas, El libro verde de las hadas, El libro amarillo y carmesí de las hadas, El Anillo Mágico y Otras Historias, etc.

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