la piedra cansada
Leyenda
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Entre las maravillas del mundo hechas por la mano del hombre puede bien figurar la fortaleza que los Incas construyeron en la ciudad del Cuzco; pues una muralla como la de Babilonia o la de China, una obra como las pirámides de Egipto, se explica bien por ser el resultado del trabajo y del esfuerzo común de muchos hombres reunidos; mientras que la fortaleza que tratamos de describir era notable por el enorme tamaño de las rocas que la formaban, acerca de las cuales dice un autor español del tiempo de la conquista:

«Parecen más bien que piedras, pedazos de sierra traídos hasta allí y amontonados unos sobre otros por obra de encantamiento o del Demonio que tenía gran familiaridad con aquellos infieles.»

El gran baluarte estaba formado por tres mesetas o murallas superpuestas y se situaba en un cerro alto al norte de la ciudad, al que llaman Sacsahuamán.

La ciudad llegaba hasta el pie del cerro y se extendía por ambos lados. El muro del fuerte estaba cortado perpendicularmente sobre la población, pero del lado opuesto tres grandes murallas en forma de escalera cerraban el recinto rodeando el cerro.

Parece que los Incas quisieron mostrar con aquella obra la grandeza de su poder.

Las enormes piedras rodadas que formaban el muro más bajo hacían increíble el edificio para quien no lo había visto personalmente, y sorprendían mucho a quien lo contemplaba por primera vez, sin que nadie acertara a explicarse cómo, sin grandes maquinarias, pudieron haber colocado esas rocas en forma de muralla, ajustando con gran maestría que los huecos y cavidades de unas fuesen llenados por las partes salientes de las otras.

Encima de las tres murallas se extendía una plaza larga y angosta, donde hubo tres fuertes o torreones, siendo el mayor y principal el del centro, llamado Moya-Marca (que significa fortaleza redonda). En su interior había una fuente de muy buena agua, traída por subterráneos aún hoy desconocidos.

En aquel torreón se alojaban los reyes cuando subían a la fortaleza para recrearse, y todas las paredes estaban adornadas con chapas de oro y plata, con animales y plantas del mismo metal, constituyendo una especie de tapicería.

A los otros dos torreones, que eran cuadrados, los llamaban Pauca Marca y Sacllac Marca. Tenían muchos aposentos, probablemente destinados a la corte y guardia de la familia real, compuesta por Incas privilegiados, pues las gentes del pueblo no podían entrar en aquella fortaleza, que era casa del Sol, de armas y de guerra.

Los tres torreones se comunicaban por subterráneos, y era original el diseño de las calles y caminos que cruzaban de una a otra parte, dando tantas vueltas y revueltas que el más avezado se perdía en aquel laberinto lleno de puertas enfrentadas, todas de un tamaño parecido y colocadas a muy corta distancia unas de otras.

Al Inca a quien se atribuye el plano o proyecto de este notable edificio fue Apu Hualpa Rimachi, sucediéndole Maricanchi y después Acalmana, a quien también atribuyen la dirección de muchos grandes edificios en Tiahuanacu. El último de los Incas arquitectos o directores se llamó Calla Cunchuy, y en tiempos de éste fue cuando se trajo la Piedra Cansada, que está en un valle próximo al Cuzco.

Dicen los indios que el mucho trabajo que pasó la piedra por el camino hasta llegar allí la cansó, que lloró sangre y no pudo llegar al edificio.

La piedra es tosca, naturalmente, como estaba en el sitio de donde fue transportada, y una gran parte de ella está debajo de tierra, a causa de haberse hundido en las excavaciones practicadas por buscadores de los tesoros de Huáscar, que no aciertan a encontrar el sitio donde están ocultas tantas riquezas como las que se perdieron.

En una esquina alta de la roca se ve un agujero que sale por el lado opuesto.

Los naturales dicen que esos son los ojos de la piedra, y que por allí lloró sangre cuando se cansó y no pudo subir la cuesta, siendo traída por más de 20,000 indios que la arrastraban valiéndose de grandes cuerdas.

Dicen también que una gran parte de la gente tiraba de las maromas delanteras, mientras que otros la sujetaban por medio de cuerdas para que no rodase cuesta abajo y fuese a parar donde no pudiesen sacarla.

En una cuesta empinada, durante la marcha, ocurrió que los que sostenían la piedra del lado izquierdo no tiraron lo bastante, y vencido el peso de la peña a la fuerza de los que la arrastraban, esta se soltó cuesta abajo, matando a más de 3,000 indios que estaban en la falda del lado derecho. Sin embargo, a pesar de esa desgracia, los súbditos del Inca siguieron forcejeando con la roca hasta dejarla en el sitio donde se encuentra actualmente, donde llora por haber sido abandonada y no llegar a formar parte de la muralla del gran edificio.

Los vientos depositan en los agujeros de la roca el polvo rojo que compone el terreno de la inmediación; y cuando, después de las lluvias, chorrea el agua depositada en las cavidades superiores, las goteras toman un color rojizo.

Cuando los naturales afirman que la piedra se cansó y no pudo llegar, probablemente atribuyen a la roca el cansancio que ellos mismos tuvieron.

A la Piedra Cansada la llaman también Calla Cunchuy, en conmemoración del último arquitecto que dirigió la obra de la fortaleza; y esta leyenda histórica ha sido narrada por los Amantas, escrita y comprobada por los historiadores de Indias que visitaron el Perú en el siglo XVI.

Es una gran lástima que quienes sometieron a sus leyes el poderoso imperio de los Incas, con solo el esfuerzo de su valor y arrojo, no hayan conservado después ese baluarte ni todas las obras gigantescas que caracterizaban la civilización incaica; pues la magnificencia, grandeza y poder del vencido habrían servido en los siglos venideros como galardón eterno que patentizase el varonil esfuerzo de los conquistadores.

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