sopa de piedra

Sopa de Piedra

Infantil
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Cómico
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Érase una vez un vagabundo que después de recorrer un largo camino llegó a una pequeña aldea, mugriento y con mucha hambre.

Con la esperanza de que alguien le diera algo para llevarse a la boca, llamó a la primera puerta que encontró.

—¿Quién es? — preguntó una voz de anciana al otro lado de la puerta.

—Soy un humilde viajero, señora, sólo pido algo para comer. ¿Tendría usted cualquier cosa que pudiera llevarme a la boca?

—Lo siento, no tengo nada para darte. — contestó la mujer sin ni si quiera abrir la puerta.

El viajero insistió en la siguiente casa, pero ocurrió lo mismo, un hombre se negó a darle nada de comer. Después acudió a otra casa y a otra, e igual. En pocos sitios le abrían la puerta, y allá donde lo hacían, rápidamente se la cerraban en las narices.

Entonces, sin poder aguantar más, sacó una cazuela oxidada que tenía en su hatillo, fue la plaza del pueblo, y la llenó con agua de la fuente. Luego hizo un fuego y puso la cazuela con agua a calentar.

Cuando pasó el primer vecino de la aldea, cogió una piedra del tamaño de una manzana mientras exclamaba:

—¡Esta piedra será perfecta —, luego se acercó a la cazuela y la introdujo con el agua.

El vecino, al ver aquello, le preguntó:

—Señor, ¿se puede saber qué está haciendo con esa cazuela y esa piedra?

Entonces el viajero, simulando tener gran conocimiento y experiencia en la tarea que estaba realizando, dijo:

—Sopa de piedra.

—¿Sopa de qué? — preguntó el aldeano.

—Sopa de piedra. Una exquisita receta de mi abuela. ¿Le gustaría probar un poco?

El aldeano respondió:

—Por supuesto que querré probar la sopa de piedra. ¡Nunca había tomado una comida así!

—Es una sopa exquisita. Mi abuela siempre decía que con unas patatas está mucho más rica, pero a falta de ellas, no hay problema. La piedra le dará muy buen sabor igualmente.

—¡No se hable más! Yo le traeré esas patatas ,— exclamó el aldeano dirigiéndose feliz a su casa y regresando con unas patatas.

El viajero troceé las patatas y las introdujo en la cazuela, con el agua y la piedra.

Luego pasó una aldeana y preguntó nuevamente:

—Muy buenas ¿me podrían decir que cocinan en esa cazuela?

—Sopa de piedra — dijo el aldeano entusiasmado

—¿Sopa de piedra? nunca escuché nada similar — respondió la aldeana.

—¿Querrá probarla cuando esté terminada?

—Claro que sí

—Claro que, sí tuviéramos unas zanahorias… —dijo el viajero — le darían mucho mejor sabor, aunque la piedra es el ingrediente más importante de este manjar.

—¡No se hable más! —respondió la aldeana dirigiéndose a su casa y regresando con unas hermosas zanahorias.

Igualmente pasaron diferentes aldeanos y todos, con la expectación de la sopa de piedra, iban trayendo nuevos ingredientes para dar mejor sabor a la sopa de piedra: ajos, cebollas, calabaza, puerros, col, hasta hueso y tocino.

Aliñaron con especies que el mismo alcalde quiso sumar y cuando estuvo lista, todos tuvieron para probar un poco de aquella riquísima sopa de piedra.

—¡Exquisita! — comentaban todos los vecinos mientras tomaban la sopa.

Mientras, nuestro viajero pudo comer una gran sopa de piedra, junto con un montón de ingredientes que todos los ingenuos aldeanos le habían ido entregando, y así saciar todo el hambre que tenía.

Pues a veces, el ingenio, es más importante que las posesiones.

Cuento popular portugués, adaptado por Altaïr García Alonso

libro de cuentos

Los cuentos populares, las leyendas, las fábulas, la mitología…, son del pueblo.

Son narraciones que se han mantenidos vivas transmitiéndose oralmente, por las mismas personas del pueblo. Por ello no tienen dueño, sino que pertenecen a las gentes, a la folclore, a las distintas culturas, a todos.

En algún momento, alguien las escribe y las registra, a veces transformándolas, a veces las mantiene intactas, hasta ese momento, son voces, palabras, consejos, cosas que «decía mi abuelo que le contaba su madre…»

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