cuentos populares

Los Duendes

Muchas veces oyendo contar cuentos
Y aventuras de trasgos y portentos,
Llegó á creer un niño muy sencillo
En el duende y fantasma a pie juntillo.
Le asustaban del agua las burbujas,
Temiendo que de allí saldrían brujas
O espíritus diabólicos y extraños,
Que le harían hechizos mil y daños.
Por la noche soñaba que los vientos
Surcaban viejas mil, llegüas de ungüentos,
Enjutas como flautas,
Del aire por el piélago los nautas;
Cargadas de amuletos,
Caballeras en aves esqueletos,
Y silbando, blandiendo horribles alas,
Entraban de su casa por las salas;
Se colgaban pendientes de su cuello,
Ó le arrastraban preso del cabello.
Con tales pesadillas padecía.
Se desvelaba o sin quietud dormía:
Pues con patrañas imprudente vieja
Recuerdos tristes en su mente deja,
Y el coco, el bú y el fuerte moro Muza
Son fantasma ó visión que en sueños cruza,
¡Pobrecito! El cerrar de una vidriera,
Una puerta, la aldaba, la ligera
Pisada le dan miedo; un cuarto oscuro
Encierra algún vestiglo, de seguro:
Aun yendo por la noche acompañado,
Teme ser por los duendes asaltado.
Una tarde, sentado en la cocina
Con una niña tímida, vecina.
Quedóse el pobre solo, que su buena
Abuelita á rezar fué una novena.
Dejándoles, asados en parrillas,
Un chorizo estremeño y dos morcillas.
Pone la mesa el niño, vasos, platos.
Sin. pensar que Noé salvó los gatos,
En el diluvio, de la horrible parca,
Haciendo entrar un par dentro del arca.
Y echándolas de fino caballero.
Sirve á la tierna huéspeda primero,
Mas grita de repente: —Amiga, escucha.
Ha dado vueltas sola esa garrucha;
Dentro del pozo suena
Un ruido. —¿No es de cuerda? —¡De cadena!
Algún duende! Corramos,
Y hasta llegar á Flandes no paramos.
La tímida inocente
Huyó con él. —¡No he visto yo tal gente!
Dijo: duendes ¿qué son? —¿Qué?… Del infierno
Diablos que nos persiguen. —¡Dios eterno!
Y andan como venablos,
Creyendo van detrás los mismos diablos.
Mientras un gato de uñas tenedores.
Hace de su merienda mil primores.
Vuelven luego los niños, ya repuestos
Del susto, y ven al gato con los restos,
Lamiéndose el mostacho.
—¡Zape! exclama iracundo el buen muchacho;
Los duendes ya se han ido;
Pero nuestra merienda ha perecido.
El animal contesta: —¡Mentecato!
El duende que te asusta fue este gato.
Tu timidez sabiendo, el hambre me hizo
Alejarte algún tanto del chorizo.
En mis redes caíste,
Mas ten paciencia si quedaste alpiste;
Sin olvidar jamás cuando meriendes
Que uñas tienen, cual yo, todos los duendes.

Cuento en verso de Francisco Garcés de Marcilla (1813-1892) Cuento X de la Colección Cuentos Morales

Garcés de Marcilla

Francisco Garcés de Marcilla (1813-1892) fue un escritor de la familia navarra Garcés de Marcilla, descendientes de Fortún Garcés, rey de Pamplona.

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