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Pachac-Coillatica o el Dios Iris, de la mitología India

Mitología
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La mitología india ha estado tan poblada de dioses protectores y de espíritus maléficos como la griega o la romana, de las que hemos conservado tradición e historia por el origen caucásico de nuestra raza blanca.

Entre las creaciones más poéticas, cuyo origen se pierde en la penumbra de los tiempos, encontramos la adoración al arco iris, llamado por los indios, en el más castizo quichua, Pachac-Coillatica.

El iris es hijo alegre del Dios Sol, y sus colores vivos significan:

  • El amarillo: la chicha y el maíz, que vivifican, entonan y avivan los placeres.
  • El verde: la juventud, que recuerda la primavera y las alegres tonalidades de los bosques que vuelven a la vida en la eterna evolución de la naturaleza, así como la coca que alienta al hombre en las fatigas.
  • El rojo: la alegría de la sangre que circula por las venas y los placeres carnales.
  • El violeta y el azul: la memoria de los incas y de los seres queridos que reposan en el seno de la muerte, y que se manifiestan en el cielo recordando que hay que amar, ante todo, a la Tierra, madre común; al Sol y a su esposa Quilla (la Luna), y brindar, antes que por nadie, en las alegres fiestas, por Pachacamac y por los incas cuyos espíritus protegen a los suyos.

En las grandes alturas, en medio de las nieblas de las nubes que estallan y de los vapores violáceos que se levantan de los profundos valles, suele a veces la luz solar descomponerse en diversos arcos cuyos tintes espléndidos se acentúan o desvanecen alternativamente.

El indio, sin explicarse el fenómeno natural de la descomposición de la luz, contempla extasiado esos símbolos de su felicidad manifestada en el espacio inmenso de los cielos con un derroche de colores. Deteniendo su marcha silenciosa, se inclina reverente, extiende los brazos levantándolos en alto y da gracias a Pachacamac y al Sol, padre de todo lo bello, por haberle mandado, en medio de los trabajos de la vida y de las penalidades de su viaje, a Pachac-Coillatica, que le anuncia alegría y felicidad para él y los suyos en los días siguientes.

Leyenda peruana recopilada por Filiberto de Oliveira Cézar y Diana en Leyendas de los indios quichuas, publicado en 1892

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