Hace mucho tiempo, una noche el pueblo de Mawáta fueron a pescar guiados por la fosforescencia del agua.
Góboi, el abuelo de un anciano hombre que ahora vive en Mawäta, iba solo en una canoa, la cuál era arrastranda con la pértiga, en las aguas poco profundas, muy cerca de la orilla.
Cuando pasó frente el cementerio, un espíritu se le unió. Góboi al principio pensó que se trataba de un hombre vivo.
El espíritu se sentó en la plataforma de la canoa, mientras Góboi tiraba la pértiga en la proa.
Después de un tiempo viendo la sombra de hombre, Góboi descubrió que el extraño era en realidad un espíritu, pero como era un hombre fuerte que había matado gente, no tuvo miedo y siguió cazando peces.
Finalmente se dirigió al espíritu y le dijo:
—Supongamos, amigo, que escuchas mi charla. Tú yo vamos juntos por donde yo voy; toma a siiru (la pértiga), ayúdame, es un trabajo duro.
El espíritu, sin decir una palabra, le obedeció y comenzó a tirar de la pértiga de la canoa desde la popa, mientras Góboi pescaba con arpón desde la proa. Este último pensó para sí mismo: “¡Ese hombre tomó süru! Por qué no he hablado todavía, se han perdido muchos peces, la canoa va por un lado, mientras los peces van por otro lado. Me alegro al menos que mi amigo escuche mi conversación».
Dos grandes colmillos sobresalían de la boca del fantasma, pero Góboi no tuvo miedo: «Tengo una lanza», pensó, «si él pelea conmigo, usaré la lanza contra ese diablo. Supongamos que se murió bien, entonces él será bueno. Vigilaré lo qué hace a esta hora del día».
El fantasma no decía nada, sólo murmuraba: «Hm», cada vez que Góboi estaba arponeando un pez.
Siguieron hasta Küru, y allí Góboi dijo:
—Tú y yo volvemos ahora.
Y el espíritu obedientemente giró la canoa y comenzó a empujarla hacia casa.
El amanecer aparecía debilmente cuando se acercaron a la aldea y al cementerio donde el espíritu había aparecido por primera vez.
Góboi había dejado de empujar y Estaba mirando a su compañero por encima del hombro. Le dijo:
—Escuchas mi charla. Puedes llevarte todo el pescado que desees.
El espíritu sólo tomó dos pequeños peces, y Góboi dijo:
—No, mejor llévale un pez grande.
El espíritu, sin embargo, no quería ningún pez grande, así que saltó a la orilla con los dos peces pequeños y desapareció. Cuando se fue, Góboi comenzó a gemir, pensando para sí: «Dios mío, ¿a quién pertenece este diablo? ¿Ese amigo me pertenece? ¿Ese padre me pertenece? Me ha seguido y me ha obedecido bien, y arponeó muchos peces».
Göboi seguía pensando: «¿La gente que él dejó en la tierra será feliz? ¿Cómo se murió? Y si ahora me muero, me moriré seguramente ¿Ya no habrá más yo? No es bueno que haya tomado peces pequeños, hubiese sido mejor repartirlos en partes iguales.
Góboi todavía estaba lamentándose cuando llegó a casa, y la gente le preguntó:
—¿Por qué lloras?
Y contó que un hombre estuvo con él en la canoa, y le dijeron:
—¿Tú piensas que un hombre ha estado parado en tu canoa?
—No era un hombre, era un demonio. Él saltó sobre la canoa, luego abandonó la canoa, mira su marca aquí. Por eso lloro.
Cuento de Nämai, Mawáta, Papua Nueva Guinea, recopilado por Gunnar Landtman
Gunnar Landtman (1878-1940). Fue un filósofo antropólogo y sociólogo finlandés.
Recopiló cuentos populares de Papúa Nueva Guinea