niño cuervo

El nido del cuervo

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Cuentos de terror
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Erase una vez en el mundo, un hombre muy pobre que tenía esposa y dos hijos, la mayor una niña y el menor un niño.

El pobre hombre salió un día a arar con dos esqueléticos bueyes, su única propiedad; y su esposa se quedó en casa para cocinar. La niña, que era la mayor de los dos hijos, era enviada a menudo a hacer recados cortos, y en aquella ocasión también estaba fuera de casa, pues su madre la había enviado a pedir prestada un huevo, ya que la masa del pan estaba casi estropeada por haber estado demasiado tiempo en el comedero.

Aprovechando la ausencia de la niña, la madre mató al pobre niño y lo escondió en una olla de col guisada. Cuando la niña regresó, su querido hermanito estaba medio asado. Cuando la comida estuvo lista, la mujer la vertió en una olla más pequeña, colocó la olla pequeña en un cabestrillo y envió la comida por medio de su hija a su marido que estaba en el campo. Al hombre le gustó mucho el plato y le preguntó a la niña:

—¿Qué tipo de carne es esta? Es muy rica.

—Creo, querido padre, que anoche mamá tuvo que matar un corderito y sin duda te lo cocinó—, respondió la niña.

Pero de alguna manera la niña se enteró de la verdadera situación y la noticia casi le rompió el corazón. Inmediatamente regresó al campo, recogió los huesos de su hermano pequeño, los envolvió cuidadosamente en un hermoso trozo de lino blanco nuevo y los llevó al bosque más cercano, donde los escondió en un árbol hueco. Nadie puede predecir lo que sucederá, y así sucedió que los huesos no permanecieron mucho tiempo en el hueco del árbol.

La primavera siguiente vino un cuervo y los hizo nacer, y se convirtieron exactamente en un niño cuervo. El niño a veces se posaba en el borde del hueco y cantaba con una hermosa melodía las siguientes palabras:

«Mi madre me mató,
«Mi padre me comió,
«Mi hermana recogió mis huesos,
«Los envolvió en lino blanco,
«Los puso en un árbol hueco,
«Y ahora, he aquí, soy un cuervo joven».

En una ocasión, justo mientras cantaba esta canción, pasó un hombre con un manto.

—Continúa, hijo mío—, dijo, —¡repite esa linda canción! Vivo en un pueblo grande y he viajado mucho en mi vida, pero nunca escuché una canción tan linda.

Entonces el niño comenzó de nuevo a cantar:

«Mi madre me mató,
«Mi padre me comió,
«Mi hermana recogió mis huesos,
«Los envolvió en lino blanco,
«Los puso en un árbol hueco,
«Y ahora, he aquí, soy un cuervo joven».

Al hombre del manto le gustó mucho la canción y le regaló su manto al niño.

Luego pasó cojeando un hombre con una muleta.

—Bueno, muchacho—, dijo, —cántame esa canción otra vez. Vivo en un pueblo grande, he viajado muy lejos, pero nunca he escuchado una melodía tan bonita.

Y el muchacho empezó de nuevo a cantar:

«Mi madre me mató,
«Mi padre me comió,
«Mi hermana recogió mis huesos,
«Los envolvió en lino blanco,
«Los puso en un árbol hueco,
«Y ahora soy un cuervo joven».

Al hombre de la muleta también le gustó muchísimo la canción y le dio al niño su muleta.

El siguiente en pasar fue un molinero. También le pidió al niño que repitiera la bonita melodía y, cuando el niño cumplió con su pedido, el molinero le entregó una piedra de molino.

Entonces un pensamiento repentino pasó por la cabeza del niño y voló a la casa de su padre, se sentó en el techo y comenzó a cantar:

«Mi madre me mató,
«Mi padre me comió,
«Mi hermana recogió mis huesos,
«Los envolvió en lino blanco,
«Los puso en un árbol hueco,
«Y ahora soy un cuervo joven».

La mujer se asustó y le dijo a su hija:

—Ve y ahuyenta a ese pájaro, no me gusta su graznido.

La niña salió y trató de ahuyentar al pájaro, pero en lugar de volar, el cuervo joven continuó cantando la misma canción y le arrojó el manto a su hermana. La niña quedó muy contenta con el regalo, corrió a la casa y exclamó:

—¡Mira qué lindo regalo me ha hecho ese feo pájaro!

—Muy bonito, muy bonito. Yo también saldré—, dijo su padre.

Entonces salió y el pájaro le arrojó la muleta. El anciano quedó muy encantado con el regalo; se estaba debilitando mucho y la muleta le resultó útil como apoyo.

—¡Mira qué muleta tan fuerte me ha dado! Me será de gran ayuda en mi vejez.

Entonces su madre saltó de detrás del horno y dijo:

—Yo también debo salir; si los regalos no llueven, al menos algunos podrían ridiculizarme.

Entonces ella salió y miró hacia el techo, y el niño le dio un regalo que ella no había esperado. Le arrojó la piedra de molino, que la mató en el acto.

Hasta aquí llega nuestra historia. Y aquí termina.

Cuento popular húngaro recopilado en The Folk-Tales of the Magyars, libro editado en 1889 de recopilaciones de cuentos populares húngaros, traducidas por Erdélyi, Kriza, Pap, Jones, and Kropf

libro de cuentos

Los cuentos populares, las leyendas, las fábulas, la mitología…, son del pueblo.

Son narraciones que se han mantenidos vivas transmitiéndose oralmente, por las mismas personas del pueblo. Por ello no tienen dueño, sino que pertenecen a las gentes, a la folclore, a las distintas culturas, a todos.

En algún momento, alguien las escribe y las registra, a veces transformándolas, a veces las mantiene intactas, hasta ese momento, son voces, palabras, consejos, cosas que «decía mi abuelo que le contaba su madre…»

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